sábado, 27 de junio de 2009

Sé un niño


Él camina por la vida sin miedo.
Es un niño lleno de vitalidad.
Es muy feliz.
Como casi todos los niños sabe jugar todo el tiempo. Cualquier cosa es un pasatiempo. Desde una farola hasta un hilo que sale de una de las alfombras de su casa.

Ella no sabe todo lo que pasa en el mundo.
Sólo sabe lo que ocurre cerca de él. En su mundo.

Nunca ha escuchado la palabra horror, ni las frases de odio y desdicha que muchos mayores dicen a su alrededor. Él aunque esté delante no las oye. Sólo sonríe mientras que en su cabeza suenan canciones aprendidas en el colegio.

A pesar de que mira los telediarios con sus padres y abuelos, ella no entiende lo que dicen. Lo que aparece en la pantalla del televisor es aburrido. No tiene por qué prestarle atención. No es fundamental en su corta vida.
No entiende por qué los adultos se concentran tanto en lo malo que aparece en las noticias.

El tiempo no existe para ella. El tiempo no es más que algo que los mayores le dicen:
- Vamos, que es tarde… Date prisa, que no llegamos… Vístete ya… Que es la hora de comer…

Él aún piensa que las noches son eternas y que el tiempo se puede utilizar a su antojo:
– “Pues si no quiero que se acabe la noche, me quedo todo el tiempo, viendo dibujos en la tele…”.
Ella juega a ser mayor, porque es divertido.

Él no es más que un niño.
Ella no es más que lo que tú fuiste no hace tanto tiempo.
¡Recuérdalo!
Aprende de aquel niño. Despreocúpate.
Sé un niño.

sábado, 20 de junio de 2009

“¡Me siento bien!”

A veces nos ocultamos detrás de nuestras dolencias físicas.
En ocasiones, dejamos de ser nosotros mismos, y creemos ser nuestro dolor o nuestra “enfermedad”.

Algunas palabras que resuenan en nuestra cabeza, son:
- Estoy fatal… Me duele mucho el cuello y la cabeza (o la espalda, la pierna, el brazo, la mano…)… No voy a poder hacer lo que tenía pensado… Este dolor me está matando…

Entonces, acudimos a una medicina casi sin pensar. Pero “curiosamente”, muchos de nuestros dolores, no son más que un aviso que tiene nuestro cuerpo para que le prestemos atención. A veces no necesitamos realmente esa medicina, sino hacerle caso al cuerpo (“descansa”, “siéntate”, “duerme más”, “haz ejercicio”, “come mejor”…”).

Mi abuela Ana, en muchas ocasiones (y con una gran sonrisa en la boca) me contaba, que un día, estando trabajando en su tienda de comestibles, le dolía muchísimo la cabeza y los pies, y decidió tomarse una aspirina. Se la metió en el bolsillo de la bata y continuó atendiendo a los clientes. El dolor de cabeza y pies se fueron, y pensó: "Menos mal que me tomé la aspirina, sino no habría podido terminar el día...". Cuando acabó la jornada de trabajo, y se echó mano al bolsillo, descubrió con gran sorpresa, que se había olvidado de tomar la aspirina…

Cuando estés enferma o te duela algo, quéjate en voz alta una vez (que quejarse también es bueno), pero luego respira profundo y pregúntale a tu cuerpo que quiere. Indaga si realmente ese dolor oculta algo a lo que no te quieres enfrentar, o si esa identificación con la enfermedad, no es más que una barrera de protección ante los demás…

Date ánimos a ti mismo. Habla con el dolor como si fuera una persona. Dale las gracias por estar ahí, avisándote. Y centrado en él, ordénale que se vaya, dile que no lo necesitas, dite que tú eres mucho más que una enfermedad o un dolor.

Repite con energía en voz alta:

- ¡Me siento sana/o! ¡Me siento bien! ¡Me siento estupendamente!

viernes, 12 de junio de 2009

Afrontar los “problemas”


El otro día tuve un incidente, y perdí todas las entradas que había escrito desde noviembre del año pasado.



Gracias a esto, pude observar cuanto apego le tenía a un sitio virtual (y efímero también). Aunque creo que “reaccioné” bien.

Los 5 primeros minutos, estuve sin creérmelo. Pero pronto comencé a pensar como recuperar las entradas y sus comentarios.
Hice búsquedas por Internet y descubrí, que las entradas estaban en la caché de Google, pero que los comentarios no se podían recuperar. En ese momento, me dí cuenta de que lo que más me podía “apenar”, no eran las entradas, sino los comentarios que muchas de vosotras y muchos de vosotros me habéis ido dejando.


Entonces, me puse manos a la obra para “recuperar” lo único “recuperable”: los escritos. Y lo hice en un par de horas. Después de ese tiempo, el blog se parecía al que había desaparecido.
- Todo ocurre por un motivo – me dije – las entradas del blog siguen ahí, y aunque los comentarios no los pueda leer, recuerdo cada uno de ellos… (aunque algunos sí que están en la caché de Google).



Sí nos aferramos a una cosa (o persona), y la perdemos, no somos capaces de reaccionar. Nuestra mente se queda estancada, triste y negativa:


- ¿Por qué a mí?.. Siempre me pasa todo lo malo… No es justo…. Ahora que todo iba tan bien…


Y estos pensamientos negativos, se convierten en un círculo vicioso y en un hábito poco saludable para nuestra vida, ya que estos pensamientos traen otros pensamientos aún más negativos, y estos terminan por traer más y más “problemas”. Y se vuelven a repetir aquellas frases:


- ¿Por qué a mí?.. Siempre me pasa todo lo malo… No es justo…. Ahora que todo iba tan bien…


Y todo vuelve a empezar…


Podemos afrontar los “problemas” que nos ocurren, sí sabemos como hacerlo…
Lo fundamental es darnos cuenta de que el “problema” no es lo que nos está pasando, sino lo que nos decimos a nosotros mismos. El problema es pensar que tenemos un problema (que siempre se tiene un problema…).

Podemos cambiar nuestra mente. Los pensamientos que nos decimos dejan en nosotros una huella, que cada vez se hace más profunda. Si los pensamientos son negativos, la huella se acaba transformando en un profundo pozo, del que nos cuesta trabajo salir. Pero del cual, sí se puede salir:


Cambiando nuestros hábitos… cambiando los pensamientos negativos por unos positivos… dándonos cuenta de que esos “problemas” que tenemos, tienen solución. Siendo responsables de nuestros propios pensamientos.


"Si una cosa tiene solución, ¡para qué preocuparse!, y si no tiene ya solución, ¡para qué preocuparse!"

lunes, 8 de junio de 2009

La Tierra = Nuestra Casa


Formamos parte del Planeta Tierra. La Tierra forma parte del Universo, por lo que nosotros también formamos parte de él, pero muchas veces nuestro universo se hace pequeño, y sólo nos importa aquello que nos queda más a mano.
Somos lo que nuestros pensamientos crean.
Estos pensamientos se materializan en conductas. Conductas que muchas veces, se convierten en hábitos.
Estos hábitos, pueden ser beneficiosos para la Tierra o no.
Si no nos damos cuenta de que solemos dejar el agua correr, no podremos cambiar este comportamiento.
Seguramente te gusta tener tu casa limpia y tus plantas regadas. Probablemente en tu casa no haces cosas que luego sí haces en la calle o en el campo.
Vamos a “regalarle” a “nuestra casa”, lo que necesita.
No es difícil dar esos regalos. Son pequeñas acciones, que si cada uno de nosotros las hace cada día, la Tierra podrá “respirar” un poco mejor:
- Cerrar el grifo cuando no lo usemos y tirar de la cadena del baño sólo cuando sea necesario.
- Utilizar bolsas de tela cuando vamos a comprar, y reciclar las de plástico.
- Cuando se pueda, usar el transporte público (en vez de ir uno por uno, en coche o en moto) o ir andando al trabajo o a clase.
- Apagar la luz cuando no estemos en una habitación (o si aún hay algo de luz fuera) y la televisión cuando no la estemos viendo.
- Separar la basura por tipo (plástico, vidrio, papel y cartón, residuos orgánicos).
Hagamos que la Tierra sea de verdad nuestra casa.
¡Juntos podemos!

Sin Preocupaciones


Voy por la carretera. Viajando en autobús.
Las líneas que dividen la carretera, pasan rápido a mi lado.
Los árboles también. Todo se va quedando atrás.
No hago más que pensar en ello.
Miro un árbol:
Me digo: - Los árboles no piensan –.
Y es así. Los árboles sólo están ahí. Inmóviles. Sus ramas y hojas son mecidas por el viento, pero ellos están ahí, siempre.
Intento imaginar como sería la vida si yo fuera aquel árbol.
Me concentró. Cierro los ojos y me veo en el mismo sitio donde está el árbol (aunque éste, gracias a la velocidad del autobús ya ha quedado atrás).
Y ahí estoy. La imagen del árbol está en mi cabeza y poco a poco, voy sintiendo el viento en las hojas y la compañía de los pájaros.

Todo es calma.
¡Es verdad! Los árboles no piensan. Sólo están ahí. Inmóviles. Mecidos por el viento. “Viendo” pasar los coches de la carretera, dejando que los días pasen. Sin preocupaciones, sin prisas, sin pensamientos…
Abro de nuevo los ojos. Yo sigo en al autobús. Aquel árbol “que fui” ya no está a mi vista. Hay otros muchos en su lugar. Sonrío. Una parte de la tranquilidad del árbol se ha venido conmigo hasta el autobús. Respiro profundamente y me doy cuenta de que las preocupaciones que tenía se han evaporado.
Bien… “volveré a ser un árbol” cuando lo necesite.
Anímate a hacer tú lo mismo. Sólo observa una escena, una foto o un objeto que te traigan relajación a la mente. Ahora cierra los ojos. Visualiza aquella escena, e intenta formar parte de ella. Siente el viento, la fría roca, el agua helada, el calor de la llama… observa como te sientes siendo aquello. Cuando te sientas repuesto, abre los ojos. y respira profundo:
- “Los árboles no piensan”.

¡Despierta!


Llega un nuevo día y abres los ojos.
Tu mente no para de mandarte frases y más frases:
- Otra vez a levantarse… no tengo ganas… es muy temprano… que cansado estoy…
Y comienzas el día sin ganas, con mucha pereza.
Y sigues diciéndote frases:
- Seguro que hoy también me encuentro con un atasco… no tengo ganas de ver a ese compañero de trabajo… seguro que alguien hace algo, y yo termino enfadado…
- ¡Ssshhh! ¡Despierta!
¿Quieres saber por qué estás aquí sentado leyendo esto?
Es porque estás dormido.
Tienes que despertarte.
Sé consciente cada mañana de lo que te dices cuando abres los ojos.
Comienza a cambiarlo por afirmaciones positivas:
- Hoy va a ser un gran día… ¡Sonríe!: Estás vivo… La vida es estupenda… Buenos días ser humano maravilloso… Todo va a salir bien…
Sigue prestando atención a lo que dice tu mente a lo largo del día, e intenta cambiar los pensamientos negativos por otros positivos.
Oye el sonido que hace el ordenador.
Te está intentando despertar.
Pero no puede.
- ¡Eh! Vamos, que se hace tarde. No te quedes en la penumbra. ¡Despierta!

¡Tú puedes!

Cada ser humano tiene la capacidad de ser su propio maestro.

Todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida, que elegir entre dos caminos (o tres, o cuatro…), y al final hemos tomado una decisión. Acertada o no, influenciada por otros o no, eso no es lo importante. Lo real es que los únicos que tomamos esas decisiones, somos nosotros. Elegimos una determinada carrera de estudios, o a una persona determinada para convivir con ella, nosotros.

Es cierto, que hay personas que les cuesta tomar decisiones por su cuenta. Pero también es cierto que aunque vaya a preguntar a otros que hacer, el que opta por un camino u otro, es esa persona, y no su padre, su hermana, su amigo…

Somos responsables de nuestras decisiones. Somos nosotros los que en última instancia elegimos.

Por eso, cuando algunos se quejan porque no tienen la vida que desearon, porque su padre le obligó a ejercer la abogacía, o porque nunca quiso heredar el negocio familiar, no se dan cuenta de que sus decisiones son las que les ha hecho estar ahí.

Claro que hay personas que no pueden hacer otra cosa, que la supervivencia de su familia depende de ellos y que no se “pueden permitir el lujo” de dejar esa vida que nunca desearon. Pero ellos (al igual que todos nosotros), podemos hacer cosas positivas, que nos motiven cada día a ser nosotros mismos:
Muchos tenemos la afición de escribir, otros cuando termina su jornada laboral realizan postres en la cocina de su casa, más ricos que los que cualquier chef renombrado. Otros se marchan a clases de baile o a una academia de idiomas. Los que dicen no tener tiempo para ello, son los que puedes ver sentados en el salón de su casa viendo la televisión durante horas, o los que se levantan cada día sin ganas de “vivir”. Están apagados, tristes, nada les empuja a la vida… sólo hacen lo que se supone que deben de hacer. Y dejan atrás sus sueños, sus anhelos y sus deseos.

Tú eres tu propio guía. Si tienes que hacerle caso a alguien, háztelo a ti mismo.

Escucha esa voz apagada por el tiempo que hay en ti.

Hazle caso.

Pide ayuda o consejo a quién desees, pero sé consciente de que la última decisión es tuya. Tú eres el responsable de tus decisiones y tienes la capacidad de tomarlas.
Tenga la edad que tengas.
Nunca es tarde para empezar a tomar decisiones conscientes.

Créelo:
¡Tú puedes!

Tú eres los otros

Estoy andando por la calle y observo:

Alguien grita a un niño (que “sólo” está haciendo cosas de niño):
- ¡Ven aquí! ¡Te he dicho mil veces que no hagas eso! ¡Me haces enfadar!

Otro resopla en la cola del cajero automático, esperando a que las tres personas que hay delante de él, acaben pronto:
- No, si yo acabo mañana por la mañana de sacar dinero. No entiendo por qué no se dan más prisa. Que egoísta es la gente.

El del coche parece gritar a pleno pulmón. Yo no le oigo, pero veo su boca abrirse, su cara cada vez más roja y sus manos amenazadoras señalando a unos peatones:
- ¿Es que no me veis? (parece decir el conductor del automóvil, como si los pasos de peatones fueran solo líneas en el suelo).

Abro los ojos cuanto puedo.En un momento la esquina de la calle, que estaba en calma hacía solo unos segundos, se ha llenado de gente.

Muchos parecen enfadados. Andan con prisa, fruncen el ceño, miran con resentimiento a los demás…Y parecen no darse cuenta.

Un bebé en su carrito comienza a llorar muy fuerte. Su madre se para en seco, en mitad de la estrecha acera, coge un biberón, mientras una pareja de desconocidos que la sigue, se han de parar también de golpe y esperar a que acabe de beber el niño. Uno de ellos, atraviesa el carrito como puede. El otro espera. Pero la madre no acaba, y se forma una cola detrás de ellos. Cada vez se acumula más gente, gente con prisa, gente con el ceño fruncido, gente que terminan pasando por el pequeño hueco que queda entre el carrito y la pared, mirando con resentimiento a aquella madre, que sin pensar en nada, se paró en seco a dar de beber a su hijo:

- ¿¡No hay más sitios donde pararse, señora!? – Le reprocha un hombre enorme, que apenas cabe por el hueco.
Y así vivimos.
Rodeados de gente. Pero parece que, deseando ser los únicos habitantes de la tierra.Observa a las personas que te rodean.
No estamos solos.Cuando veas esta escena, o formes parte de una de ellas, respira, sonríe y disfruta del momento. Sé consciente de estar allí. No creas que los otros son los responsables de tu agobio. Lo que tú te dices, es lo que te hace agobiar.

Forma parte de la calle.

Tú eres los otros.

Busca el silencio


Dedica una parte de tu tiempo libre a estar solo o sola.
Cualquier momento es bueno.
Puede ser por la mañana, cuando vas a trabajar, dentro de tu coche o del autobús o tren que te lleva.

Puede ser por la tarde, en cualquier habitación de tu casa.
No hace falta que estés físicamente solo o sola.
Nada más que has de estar dispuesto a dedicarte unos minutos a ti mismo.
Cuando estés preparada, cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Entonces, cuando haya silencio en tu mente, dite hola.
Salúdate como si tú fueras otra persona.
Pregúntate como estás. Si deseas algo. Si te falta algo. Si todo está bien.
Espera tu respuesta y hazte caso. Haz caso a esa parte de tu cuerpo que desde hace tiempo “te habla”, te duele o molesta. Haz caso de esa parte de tu mente que no está conforme, que no tiene buenas sensaciones. Haz caso de ti mismo.

Y cuando estés listo, abre los ojos de nuevo. Respira tres largas veces y sonríe.

Tú eres importante.Tanto como los demás lo son para ti.
No lo olvides.No te olvides y escúchate cada día.

Hacer lo que nos gusta


Reflexiona un momento…
¿Qué te hace feliz?
¿Leer un buen libro, pasear con la familia, escribir, cantar, bailar…?
¿Cuántas veces al día haces lo que realmente te hace feliz?
Tal vez dos veces, una… Ninguna…
El día a día suele pasar muy rápido. Cuando quieres acordar ya son las 9 de la noche, y no has hecho nada que te haga sonreír.
Piensas: Ya tendré tiempo cuando llegue el fin de semana, o las vacaciones, o cuando me jubile haré lo que me gusta de verdad…
Y vas posponiendo. Y posponiendo. Y el fin de semana no puedes hacerlo, por que has de hacer miles de cosas (la casa, estudiar, trabajo atrasado, salir de fiesta aunque no te apetezca…), y en las vacaciones tampoco sacas tiempo para ti.
Y llegas a la época de la jubilación, con millones de cosas pendientes por hacer. Son tantas, que ya ni te acuerdas. Intentas hacer lo que de verdad te gusta y te entusiasma, pero tampoco hay tiempo para ti. O eso crees. Y sigues posponiendo.
Y un día llegas a la antesala de tu muerte, y miras hacía atrás y ves todo lo que habías deseado y no has hecho: escribir, viajar, pintar cuadros, leer miles de libros, bailar, poner un negocio… y te das cuenta de que ya no hay más tiempo para posponer.
Como escribió Elisabeth Kübler-Ross llegando al final de su vida (en su libro “La Rueda de la Vida”):
“Debemos vivir hasta morir.Es importante que hagamos solamente aquello que nos gusta hacer. Podemos ser pobres, podemos pasar hambre, podemos vivir en una casa destartalada, pero vamos a vivir plenamente. Y al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque hemos hecho lo que vinimos a hacer”.
No pienses más. No pospongas más. Haz hoy algo que te gusta, sal, grita, baila, canta… ¡Vive!

Cambia el mundo


Si deseas cambiar el mundo, primero comienza a cambiar tú mismo.

Muchas veces nos quejamos de la sociedad en la que vivimos. Nos “gusta” criticar a los demás, sin mirar nuestra propia vida. Todo lo que viene de fuera, es malo. Todo lo que nosotros aportamos a la sociedad y hacemos, es bueno…

Y ahí comienzan las distinciones:
Yo no me parezco a nadie. Yo soy único. Nunca cambiaré. Son frases que he escuchado más de una vez.
A veces, nos identificamos con alguien o con algo, y pensamos que sólo eso es lo correcto. Lo que no vaya con nuestras ideas no es bueno. Miramos mal a quién nos dice que es de otros pensamientos o aficiones.
Nos separamos. Nos alejamos poco a poco. Y seguimos en nuestro mundo, pensando que lo nuestro es lo único que existe. Que estamos en el centro del mundo y del universo, rodeados de la nada.

Pero, realmente no estamos solos. Nos parecemos más de lo que nos creemos, y no estamos solos en ese centro del universo. Millones de personas de todas las partes del mundo nos rodean. Y además, tienen las mismas motivaciones que nosotros y viven con el mismo deseo de felicidad y amor para nuestros seres queridos y para nosotros mismos.

Sólo tenemos que observar. Mirar lentamente a cada lado y ver a cada persona, como si realmente fuéramos nosotros. No es difícil. Es tan sencillo como dejarse llevar por la fluidez de un río. Sin resistencia al cambio. Adaptándonos a las circunstancias del río. Si viene una gran piedra o una gran maleza, esquivarla o atravesarla sin miedo y con confianza.

Vivir siendo únicos, siendo conscientes de que nos rodean otros seres que también son únicos. Ser como un gran río. Ser cada uno una gota de agua, formando ese gran río, para cambiar el mundo.

¡Actúa!

Para que algo que deseas ocurra, tienes que ser una persona activa y positiva.

Si eres activa, no te conformas con quedarte cruzada de brazos ante las dificultades o deseos.
Si eres una persona positiva, puedes ver más allá de los problemas momentáneos y aceptar las circunstancias con una mentalidad abierta y optimista.
Esta es la diferencia que hay entre las personas que consiguen sus deseos y las que no:
Actúan para conseguirlos (en vez de quedarse quietas, lamentando su mala suerte), y aunque existan “pequeñas piedras en el camino” (también llamados “problemas”), a todo le ven su lado positivo (en lugar de sufrir viendo lo negativo que les rodea).
Escribe en un papel: ¡Activo y Positivo!!! o ¡Activa y Positiva!!!.
Cuélgalo delante de ti, para que cuando tus ojos desvíen la mirada del trabajo, los estudios o la televisión, vean ese letrero diciéndote a gritos que te muevas, que tomes decisiones, que seas positivo, que no te preocupen los problemas...En una palabra diciéndote: ¡Actúa!

Vive el momento

¡Escucha el reloj!
Escucha cada sonido.

Con cada segundo que pasa te acercas más al momento de tu muerte.
Vive el momento.
No te lamentes por lo que fue, ni por lo que no será.
Este momento es perfecto.
Es justo este momento por el que tenías que estar pasando ahora.
Díselo a tu mente.
Dale las gracias por estar siempre tan atenta, pero recuérdale que tú eres el que decide que pensar y cuando.Vive cada segundo como si fuera el último.
Haz todo lo que harías si eso fuera así de verdad.
Por ejemplo dile a las personas que amas que las quieres, y ofréceles un gran abrazo.
Aprovecha el momento.

Todo es cambio


Desde que nacemos vamos cambiando. Día tras día. Hora tras hora.
El cambio es una parte muy importante de la vida, porque sin él, las experiencias no serían únicas.
Con los años, cambia nuestro aspecto físico. También cambian algunas preferencias que teníamos.
Dentro de todos estos cambios, hay algo que se mantiene inalterable: nuestros deseos y anhelos más profundos y la vitalidad del primer día. Ellos siguen ahí, esperando la menor ocasión para recordarnos nuestros sueños.
No somos nuestros cuerpos físicos. La edad no es importante. Pero que ir cambiando en nuestra vida, si lo es. Si no, nos estancamos.
Si deseamos cambiar, no hemos de ser impacientes, pues no se produce de la noche a la mañana, y se necesita mucho de nuestra parte para que pase.
Pero nada es imposible. Tenemos que ser conscientes de ello. Nuestros deseos terminan por cumplirse. Y nuestros deseos de cambio, también.

Sin Miedo


Pasos en la calle. Soledad tras la ventana.
Para muchos, un nuevo día comienza sin nada.
Viven sin su reflejo. Caminan sin prisa pero con miedo.
No se reconocen, por que no son lo que fueron.Recuerdan sin nostalgia. No piensan, sólo actúan. Tras esa máscara de piedra que se han hecho con los años. Tras ese cuerpo lleno de baches y de líneas marcadas.
El pasado era mejor o eso creen. El futuro… una ilusión de la mente más sola.
Sólo les queda un ahora lleno de nada. Sin pasado, sin futuro, sí; pero también sin presente.
Son sombras de lo que desearon y cuando caminan parece como si el peso del mundo, estuviera sobre sus espaldas.
¿Reconoces a alguien en estas líneas? Vivimos muchas veces sin vivir. Ya ni siquiera nos lamentamos… para que… Somos como sonámbulos en busca de nada.
Llegó el momento del cambio. Sonríe, es para ti :-)
Tú y sólo tú, puedes dejar de ser aquello a lo que tanto temías. El miedo es lo que hace: terminamos siendo o haciendo aquello que nos da temor.
Casi todos tenemos miedo a algo. Ya sea a algo pequeño o a algo grande, racional o irracional. Ya sea un miedo por los demás o un miedo propio. Al tener esos pensamientos y sensaciones de miedo, le damos poder. El miedo se hace fuerte en nosotros y de ser algo nimio, termina convirtiéndose en parte de nuestra existencia. Tan arraigado en nosotros, que casi no nos damos cuenta. Pero ahí está, y cada vez que actuamos o pensamos con ese miedo, nos acercamos un poco más a esa sombra que nos asusta.Es mejor vivir sin miedo. Pruébalo. Seguro que repites.

Tú eres el creador de tu historia


Deja de pensar.
Observa lo que pasa por tu mente.
Date cuenta de este preciso momento.
El tiempo no existe.
El reloj está parado.
Sólo estás tú, ahí sentad@, leyendo estas líneas.
Disfruta de este instante.
Mira tus manos.
Siéntelas.
Siente tu respiración. Sé consciente de ella.
Piensa en una flor.Imagina como crece lentamente.
Vuelve a observar tus pensamientos.
¿En qué estabas pensando? ¿En la flor?
La mente se puede cambiar.
Somos lo que pensamos y podemos pensar lo que deseamos.
El pensamiento positivo lleva consigo una mente sana y entrenada.
Si lo puedes imaginar, puedes conseguirlo. Si eres constante con tu entrenamiento mental, pronto obtendrás resultados satisfactorios.
Empieza AHORA a cambiar tu mente.
Obsérvala a menudo y deja pasar a tus pensamientos repetitivos e insanos. Salúdalos y cambia el no puedo por el YO PUEDO.Ya sabes…Tú eres el creador de tu historia,¿Qué personaje quieres ser hoy? ;-)

"Un día lluvioso"


Allí estaba yo, como una sirena en el mar. Chapoteando entre las olas, mientras la lluvia caía sobre mi ya mojado pelo.
Una vez más, se había hecho tarde. Me sentía como una esponja. Cuanta más lluvia caía, más quería yo.
Pero ahí no quedaba la cosa. Por el camino a la playa, había visto una roca llena de piedras brillantes. No sabía si el brillo era real o debido a las gotas de la lluvia, pero sí sabía que no podía apartar los ojos de tanta belleza. Tal vez, no había sido buena idea caminar descalza hasta la orilla. Ahora tenía que regresar por el mismo camino, pero esta vez, tendría que sortear litros de agua y espuma blanca, que con fuerza chocaban una y otra vez contra la preciosa roca.

La lluvia era cada vez más torrencial. Me aparté el pelo de la cara y miré alrededor. Las gaviotas habían dejado de volar buscando peces que comer. Las olas habían dejado de hacer ruido cuando chocaban contra la roca… no escuchaba nada. Ni tan siquiera mi respiración entrecortada por el frío del mar. Miré hacía arriba, las nubes se estaban alejando cada vez más, pero la lluvia seguía cayendo. La sensación de quietud era tal, que no tenía intención de moverme de aquel paraíso. Pero la calma que precedía a la tormenta, se acabó.
Y allí seguía yo, en medio de la nada, rodeada de nada, y sin ruido alguno, cuando una ola gigante me vino a ver. Creo que me habló. O eso recuerdo.

- Hola – Me dijo la ola - ¿Cómo es que no te has ido con las demás gaviotas? ¿No sabes que venía?
- Uy. Creo que te has confundido. En todo caso soy una especie de sirena, no una gaviota. ¿Por qué iba a saber que venias? – Pregunté curiosa.
- Acércate a mí y mírate. Si no eres una gaviota, ¿qué eres?

Me acerqué con sigilo a la enorme ola y me vi. Pues sí, pensé, tengo el pelo demasiado emplumado para ser una sirena y demasiado corto para que sea mi propio pelo.
- Vaya – dijo la gran ola – Parece que hace tiempo que no te miras en ninguna parte. ¿No es así? ¿Hace cuánto tiempo que olvidaste quién eras?
- ¿Tiempo? ¿Qué es eso? No lo sé. He de ir a la roca brillante. ¿Me esperarás aquí amiga ola?
- No. Yo sólo paso una vez cada vida. No creo que nos volvamos a encontrar. Además, la roca de la que hablas ha dejado de ser brillante. ¿No ves la oscuridad que la envuelve?
- Ah, sí. De eso me acuerdo. La noche, ¿no? Así se llama. Pero cuando haya luz, la roca volverá a brillar y allí estaré yo para verla.
- Puede ser que vuelva a brillar, amiga. Pero dudo mucho que tú estés ahí para verla.
- Claro que estaré. ¿Por qué lo dudas? Sea quien sea, sé que quiero estar ahí mirando a la roca.
- No lo dudo – Respondió la ola gigante – Aunque no te has dado cuenta, ha pasado muy poco tiempo, y tú decidiste quedarte quieta y no volar con tus demás compañeras. Tengo que tragarte aún a mi pesar. Estabas en mi camino

Sin más, la gran ola, me tragó. Y yo confundida, desperté de aquel lluvioso sueño.

La Libertad


A veces la vida pasa delante de tus ojos como una película. A veces creemos ver lo que los demás ven y pensamos que nos deparará el futuro. A veces nos sentimos encerrados aunque seamos libres…

A pesar de tener todo lo que cualquiera podría desear, no estamos satisfechos. Algo nos falta. Siempre nos falta algo más.

Hay personas que a pesar de no tener libertad, viven libres. Y hay otras que teniendo libertad y capacidad para cambiar su mundo, viven encerrados.Hay otros, que a pesar de vivir limitados se sienten y actúan como personas libres.

¿Dónde está la libertad? ¿Cuándo somos realmente libres?:
¿Cuándo lo tenemos todo?¿Cuándo somos poderosos?¿Cuándo terminamos por comprendernos y comprender nuestra mente y todo lo que la rodea?
Creo que sí. Ser libre no es más que un estado de la mente.
Sentirse libre no es lo mismo que estar en libertad.
Cuando nos sentimos libres, da igual donde estemos, da igual como estemos, da igual lo que tengamos. No necesitaremos nada más. Sólo ser. Sólo estar en al ahora. Sin pasado, sin futuro. Seremos como una gota caída en el mar. Bailaremos al son de las olas, dejando que el agua fluya. Sin amarrarnos a ella. Sintiéndonos libres. Siendo libres.

La intuición es lo más importante


En 2005 la abuela Ana era vecina de mis padres y mía. A menudo me sentaba a su lado y charlábamos durante mucho rato.La madre de mi madre (la abuela Ana), nació en 1919.
Una tarde del verano del 2005 me dijo:
- Cuando no he hecho caso de mi intuición, las cosas han ido mal.Ana era realmente una mujer muy intuitiva, y sabía en cada momento lo que hacer.
Escuchaba esa voz interior que todos tenemos y la solía hacer caso. Sin embargo, en alguna circunstancia de su vida no lo hizo, y así llegó el consejo:
- Haz siempre caso de tu intuición – Recalcó – Es sabia.
No importa en que año hayamos nacido. No importa que seamos ahora mismo viejos, jóvenes o niños. Lo importante es lo que sentimos. Esas sensaciones que todos tenemos, de una vocecita que te habla para guiarte. Si no le hacemos caso terminamos por no ser felices, pero si la hacemos caso, los acontecimientos surgen sin problemas. Aunque tengamos que pasar supuestas calamidades, si nos escuchamos, nos sentimos libres. Si nos escuchamos, al final de nuestras vidas podremos echar la vista atrás, convencidos de que lo que hicimos fue lo acertado.

"Un Suspiro"


“ Cuando Anita abrió los ojos aquella mañana, un aroma conocido inundó su cuerpo. Tal vez, era el pan recién hecho, o era la tierra mojada por la lluvia (caída durante toda la noche).
Anita, muy contenta, fue en busca de su padre, que trabajando, la sonrió de lejos.
- Hola hijita. ¿Como que te has levantado tan temprano?
- No sé papá – respondió Ana – He sentido un aroma conocido, y he recordado que hoy era mi cumpleaños. ¿Dónde está mamá?
- Aún duerme cariño. No la despiertes. Ayer fue un día duro para ella. Ya sabes, que la abuelita se ha ido. Y creo que lo ha hecho demasiado pronto para tu madre.
- Sí papá. No haré ruido. ¿Puedo quedarme a tu lado? Lo necesito.
- Claro, siéntate en esa butaca. Hoy haremos un gran bizcocho para tu cumpleaños.
Ana, muy feliz, abrazó a su padre, que seguía trabajando sin descanso ”.
Anita suspiró… recordó que la vida era como ese suspiro. Se miró el cuerpo (ya viejo y cansado) y sonrió. Había tenido una larga y hermosa vida. No había dejado de trabajar como hizo durante muchos años su querido “papá”. Había dado mucho amor y había conseguido que todos sus hijos fueran felices. Las cosas estaban bien. Había llegado el momento. Se miró las manos arrugadas y sintió la mano de su madre en ellas. Se tambaleó en su sillón y respiró de nuevo (ahora, de modo lento y prolongado).
- Despídeme de todos – susurró al aire.En pocos segundos su mamá, su papá, su esposo, sus suegros (su “papá”) y todos sus seres queridos, la estaban ya esperando con una gran sonrisa en la boca. Anita sonrió con alegría. Allí estaba. Cuanto tiempo sin verlo (se dijo). Apretó su desvalido cuerpo y lo dejó caer en el sillón.
(Con mucho amor para la abuela Ana. ¡Te quiero!!!)

Nuestra voz interior


Todos tenemos una voz interior que nos habla. Muchas veces no la hacemos caso, pensando que no tiene razón. Nuestra parte más racional nos para y nos dice que no la escuchemos.

- Es una trampa – dice – Si le haces caso sufrirás, tendrás problemas de todo tipo.

Queremos estabilidad en nuestras vidas, y es por eso que vamos a lo “seguro”. Hacemos lo que hace todo el mundo que se supone que da seguridad. Hacemos lo que todo el mundo hace.Cuando se nos ocurre una gran idea, muchos de nosotros no la ponemos en práctica por miedo. Por el miedo al fracaso, el miedo al que dirán, el miedo a perder, el miedo al miedo…

El silencio que buscamos no lo encontramos en el exterior, sino en nosotros mismos. Nosotros somos nuestros maestros, nuestros guías más potentes.Es nuestra guía interior la que normalmente lo da todo por nosotros y nos empuja a ir hacia delante. Nos anima a que nos arriesguemos y a ser positivos. A que no tengamos miedo. A ser nosotros mismos en todo momento.

Cuando somos pequeños la intuición nos guía a menudo. Sabemos las cosas que nos van a ir bien. Comemos lo que tenemos ganas y cuando tenemos ganas. Jugamos y aprendemos constantemente, sin aburrirnos. Sabemos perfectamente que deseamos ser en cada momento.Pero nuestro entorno está ahí. Y queremos acomodarnos a él. Entonces, comenzamos a controlar a nuestra “alocada” voz interior, y le damos cobijo. El bien y el mal entran en nuestra vida. Y normalmente en el lado del mal, pensamos que está nuestro guía interior.

En realidad es esa voz que muchas veces acallamos, la que está en lo cierto. Si aprendemos a distinguir las “voces” de la intuición de las demás voces que nos bombardean la cabeza (ya sean internas, o externas), habremos dado un gran paso para lograr aquello que deseamos.

El cisne feliz y el cisne triste

Érase una vez dos pequeños cisnes.

Cuando aún no habían llegado a la madurez se conocieron.Un cisne era un gran idealista. El otro sin embargo hablaba de las penurias de sus congéneres.El cisne idealista vivía feliz. Creía que las cosas podían cambiar y que con el poder del pensamiento positivo todo lo que él quisiera se haría realidad.

El otro cisne vivía triste. Apenas levantaba la cabeza para ver un nuevo amanecer. Este cisne increpaba al idealista. No entendía como podía ser tan poco realista y no darse cuenta de los dolores que conlleva estar vivo.- No ves más allá de tus ideales – Le decía el cisne infeliz.

- Soy lo que mis pensamientos crean, igual que tú – Le respondía el cisne idealista.

- Eso no es cierto. Tú no sabes lo que es la realidad, no entiendes que la vida no es un camino de rosas. Hay muchas espinas por el camino. El pensamiento positivo no te lleva a ninguna parte, solo a vivir en un mundo de sueños irreales.

- Soy como tú – Repitió de nuevo su amigo – Mi percepción positiva de la vida, es tan real como la tuya. Tú interpretas todo de modo negativo, mientras que yo opto por quedarme con el lado positivo y optimista.El cisne triste lo miraba con compasión.

- Pobre – Pensaba – No entiende que así no se puede vivir… Como yo pienso es real, aunque él diga lo contrario. Yo sé que tengo razón. He vivido muchas penas y dolores. Sé de lo que hablo. La vida no es justa.Una mañana, mientras el cisne idealista cantaba por su casa, el cisne infeliz, lo llamó.

- Amigo – Gritó – Te necesito. Estoy muy triste. Ayúdame a ver lo que tú ves. No puedo vivir así. No hago más que llorar y llorar y apenas ya me quedan lagrimas. Necesito que me digas como lo haces. Como hay que hacer para no pensar, para ser un cisne feliz…
- No hago nada – Le contestó el cisne idealista – Tan solo canto y río y a veces lloro. Hago lo mismo que tú. Yo también estoy a veces triste, pero la desidia no me ahoga por que yo soy él que decide. Hay muchos lugares hacía donde mirar. Sólo dirijo mi mirada hacía el lugar que más agradable me resulte en ese momento.El cisne infeliz volvió a gritar:

- Pero, así no me ayudas. Quiero ver lo que tú ves. Ayúdame te lo suplico.

- Tienes que ser tú el que te ayudes a ti mismo. Yo no puedo ser tu mente. Solo con el hábito de tus pensamientos positivos conseguirás ser como te propones. Pero es un esfuerzo que has de soportar. El hábito es una fuerza muy poderosa. Comienza cambiando tus pensamientos negativos y tristes por otros alegres y positivos. Aunque no los sientas, aunque no creas en ellos. Te aseguro que con la práctica y mucha paciencia llegarás a ser un cisne feliz.

- ¿Tengo que practicar? Uf, eso es muy cansado. No me apetece. Quiero una solución ahora. Sino, significa que no eres mi amigo y nunca lo has sido.

- Pero si te he dicho lo que yo hago. No sé que más quieres. Por favor, no te enfades conmigo y volvamos a ser amigos – respondió el cisne idealista.

- No – Gritó el cisne triste, muy enfadado – Eres un cisne inmaduro y egoísta. Nunca llegarás a nada.

Desde entonces ambos cisnes no son amigos. A veces se ven. El cisne idealista sigue cantando y riendo por donde va, mientras que el cisne triste sigue sumergido en sus pensamientos y “viviendo” en la “realidad” a la que está acostumbrado.

“Si tú no cambias lo que no te gusta de ti mismo, no responsabilices a los demás de tus pensamientos y conductas”.

Alguna parte


Aquella persona vivía cerca de mi casa. Era un hombre algo mayor y bastante corpulento. Cada mañana muy temprano, lo veía caminar rápido hacía alguna parte.Hace unos días que ya no lo veo. Imagino que habrá llegado hacía alguna parte.


Cuando me asomo a la ventana ahora, lo echo de menos. Cuando lo veía no sabía que pronto dejaría de hacerlo. Tampoco sabía que aquella persona era yo misma.Tuve que haberlo intuido, ya que una tarde, nos cruzamos por el barrio. Él me sonrió y levantó una mano para saludarme. Convencida de que no era a mí, yo no le respondí. Éramos casi vecinos, pero nunca nos habíamos visto cara a cara. Yo seguí mi camino…Hasta hace unos días que me dí cuenta de su total ausencia.Aún así, sigo asomándome a la ventana para ver si aparece. Pero sólo veo a una mujer mayor y a un chico caminando rápido hacia alguna parte. Toda la gente que suele andar por la calle, parece que tiene prisa y lo mejor de todo, es que parece que saben donde está alguna parte. Yo nunca he ido hacía allí. Pero es posible que alguna mañana temprano, baje a preguntarles donde está alguna parte y si queda lejos… tal vez si lo hago, llegue hasta donde está aquel hombre al que ahora echo de menos…


Supe que ese hombre soy yo misma, anoche. Fue cuando soñé con él y me sonreía con encanto cuando lo vi. Me decía que sabía quién era yo y por que miraba tanto por la ventana de mi casa. Me dijo mi edad y cuanto tiempo hace que le observo. Me dijo que no hace falta que corra como hacía él, para ir a alguna parte. Me dijo que sintiera mis pasos, más que contar cuantos daba por minuto. Sabía que no me gustaban las prisas, pero que muchas tardes, me iba a la calle y me incorporaba al tráfico que formaba la gente que pasaba por allí, y corría como ellos, sin saber realmente a donde iba. Por supuesto que nunca llegaba a alguna parte. Regresaba a mi casa después de varias vueltas al barrio, sintiendo que alguna parte no estaba en el mapa.


Es posible que este hombre se me vuelva a aparecer esta noche. O tal vez no, pero por lo menos, aunque no sepa donde está alguna parte, sé como he de ir hacía allí… despacio, sin prisas y dándome cuenta de mis pasos. Un pie delante de otro, un silencio tras otro. Poco a poco y con confianza en llegar, el camino se aparecerá ante mí.


Mañana volveré a la calle temprano y seré consciente de lo que me rodea. Lo importante no es llegar a alguna parte, sino ver lo que rodea el camino. La calle parece vacía… voy a asomarme a la ventana, tal vez hoy lo vea.

El día del encuentro


La calle empedrada, en los balcones geranios...Todo parecía igual que siempre en aquel barrio. Los comerciantes y la algarabía de la gente que andaba y entraba a comprar diversos artículos en aquellas tiendas, con ese aspecto de inalterables...Yo, allí sentada, esperando que llegara mi madre de la casa de su tía... observaba a mi alrededor... sin nostalgia... todo el barrio que me había visto crecer.Mi historia se remonta a hace varios años.

Yo aún no había salido de casa sola, ni tan siquiera a la vuelta de la esquina a comprar el periódico. Mi mente divagaba por aquellas calles tan bulliciosas y mi corazón me latía fuertemente. El día del encuentro se aproximaba y yo no sabía aún que decirle. El sonido de la gente me impregnaba y me hacia sentir bien. No estaba sola, aunque en pocos días tal vez si lo iba a estar.Caminaba despacio para sentir cada una de las piedras de la calle. Suponía que si así lo hacía el tiempo sería amable conmigo y correría lento. Pero no era así...El tiempo me llevó de nuevo al presente, a aquel presente en el que yo esperaba sentada a mi madre (que estaba en casa de su tía), y no había sido amable con mis recuerdos... desperté de ellos soñando aún que era más joven... Mi madre no había vuelto, pero en la calle empedrada ya había menos gente... Miré al cielo nublado y respiré profundamente...Al fin se acercaba mi madre por la lejanía. Venía sola, sin su tía, y caminaba con paso firme y rápido hacía mí.


Cuando llegó poco nos dijimos, ella me cogió del brazo y continuamos nuestra marcha...Al día siguiente me desperté temprano, con unos años menos y sintiéndome la persona más feliz del mundo. Era el día del encuentro... por fin... mi mente había sido generosa y volvería a vivir aquella hermosa experiencia. Creía tener los ojos abiertos y casi no recordaba el futuro incierto que ya había vivido. Fui al servicio y me eché agua en la cara, me miré al espejo y me susurre sin esfuerzo: buenos días ser humano estupendo, hoy es el día del encuentro.

Paulina


Creo que no somos nuestra edad física. Cuando yo era niña, no me sentía una niña, y ahora no siento que sea una mujer adulta. Simplemente somos personas. Unos de 10 años, otros de 30, otros de 60...

Cuando somos niños, las personas "adultas" nos suelen tratar como si fueramos una molestia o como si no supieramos nada. Esta actitud en nuestros mayores no nos gusta, y nos prometemos a nosotros mismos que no seremos como ellos.
Pero pasa el tiempo, y algo ocurre. Creemos que por cumplir años, tenemos que cambiar y actuar como lo hacían con nosotros.

Si tenemos hijos les tratamos como nos trataban a nosotros (también con indiferencia en algunas ocasiones) y en contados momentos nos paramos a escucharlos. Las excusas siempre son las mismas: es que no tengo tiempo, ve tú que yo no puedo, ahora voy... pero casi nunca vamos. Terminamos sin oirlos y sin aprender a ser como ellos. Porque en realidad, es eso lo que nos trasmiten los niños: convertios en lo que erais de niños, sed vuestros sueños... Pero "no tenemos tiempo"...

Cuando tenía 11 años, me leí la historia de Paulina (de Ana María Matute). Me gustó tanto este libro, que lo releí varias veces.
Paulina tenía 10 años, cuando la mandaron a vivir con sus abuelos a las montañas, para recuperarse de una enfermedad. Allí conoció a un chico ciego, al cual ayudó a ser indepediente.
En la época en que lo leí por primera vez, yo estaba también "recuperándome" de una enfermedad, y ya me sentía (desde siempre) una persona (no solo una niña).

Con 9 años tuve un brote de artritis reumatoide juvenil (enfermedad de Still) y el mundo se paró. Cuando "conocí" a la jovial Paulina, yo ya llevaba 2 o 3 años con la artritis, y estaba adaptandome a los dolores que aún tenía (aunque mucho más leves que con 9 años) y a las limitaciones físicas que aún tengo (a las que ya estoy adaptada). Muchas cosas cambiaron, sí, pero mi afición a escribir y a leer no lo hicieron. Paulina me ayudó entonces a recordar quién soy hoy. Quién quiero llegar a ser y porque todos somos iguales a pesar de nuestras diferentes edades. Paulina "tan sólo" era una niña de 10 años, que consiguió llevar felicidad a donde fue a vivir, y terminó siendo el empuje de su amigo ciego. Todo lo hizo ella "sola". A pesar de estar recuperándose de una enfermedad, a pesar de tener 10 años, a pesar de todo y de todos...

Paulina es como su autora: Ana María Matute. Gracias a personas como ella, hay partes de nosotros que siempre soñarán en ser lo que fuimos y en llegar a cumplir nuestros deseos. Gracias por todo.

¿Cuál es el ingrediente secreto?


- ¿Cuál es el ingrediente secreto?- ¿Sabes cual es el secreto? El ingrediente secreto no existe, solo con creer que hay un ingrediente especial y secreto es suficiente para que las cosas sean de diferente modo.Y es así, solo con creer en algo, ocurre. Somos lo que nuestros pensamientos crean.Casi todos los cuentos infantiles nos dicen cosas como esas. Podemos ser lo que creamos ser.
Sin miedos, con motivación…Piensa en ese cuento de la infancia que tanto te gustaba ¿A qué tenía un mensaje positivo detrás? Te hacía soñar en que podías ser algo que tal vez en ese momento aún no eras, o te hacía sonreír con solo ver esos dibujos en la televisión.Somos lo que creemos ser.

Créetelo, puedes ser lo que desees. Sólo con ese cambio en tu mente, ya estás consiguiendo ser aquello que te propones. Escribe las cosas que te motivan y las que deseas conseguir o en lo que deseas cambiar. Escríbelo como si ya estuviera pasando. Al fin y al cabo, el presente, pasado y futuro son solo una ilusión. Nosotros somos los creadores de nuestra historia…

Somos lo que creemos ser


Algunas veces nos miramos en el espejo y no vemos lo que creemos que vamos a encontrarnos.
Nuestro aspecto es diferente y parece más cansado de lo que pensamos. Este aspecto no se corresponde con nuestro interior.
Los años pasan por el cuerpo, pero nuestra mente y nuestro espíritu siguen siendo jóvenes.
Vives como cuando eras más joven o más niño. Cantas en la ducha, coloreas bigotes en el periódico, silbas por la calle… eres lo que deseas ser. Sin mascaras de teatro. Solo con tu ser interior creciendo cada día y encontrándose con nuevas experiencias que te hacen ser feliz.
Cuanto más practiques, más positivas serán tus creencias y pensamientos.
Un día, echaras la vista atrás y podrás comprobar con tus propios ojos de niño/a curioso/a que eres lo que ideaste ser.
Todo es posible si se cree en ello.
Levántate con una sonrisa y trabaja o estudia feliz.
Cada día es un regalo para aprender cosas nuevas.
La paciencia trae su recompensa. Cree en positivo.
Piensa en positivo.
Todo puede ir a mejor. Cada día es mejor y mejor.
Repítelo. Que sea parte de ti.
Cuando no te des cuenta, ya habrás cambiado y serás quien deseaste ser y quien deseas ser cada día.
Bienvenido/a a tu realidad.