Todos deseamos creer en algo.
Deseamos creer que todo va a salir bien, que los deseos se cumplen, que los pensamientos negativos se pueden trasformar en otros positivos…
Tenemos ciertos hábitos adquiridos, que nos hacen pensar de un modo negativo o positivo.
Todo se puede aprender y desaprender.
También las cosas que nos decimos.
Solemos quedarnos con los pensamientos negativos, porque en muchas ocasiones parece lo más fácil. Y claro que nos resulta más fácil… tenemos ese hábito adquirido y apenas si tenemos que hacer esfuerzo por pensar así.
Pero, cualquier hábito por fuerte que sea, puede cambiarse con la práctica, por otro hábito más positivo y saludable.
Tal vez los comienzos no sean sencillos, pero los resultados aparecen poco a poco (y lo hacen para quedarse).
Es un proceso lento, que requiere de toda nuestra atención y actividad.
Para ello, hemos de ser constantes y conscientes de los pensamientos que tenemos a lo largo del día.
Plantéate metas pequeñas al principio.
Por ejemplo, cada vez que te cepilles los dientes (o estés haciendo el desayuno, o de camino al trabajo o a clase), repite para ti: hoy me daré cuenta de los pensamientos negativos e intentaré no hacerles caso…
Cuando hayas interiorizado el darte cuenta de esos pensamientos negativos que te atan, a la semana o más tarde (cuando estés preparado o preparada), cada vez que hagas esa actividad, repite para ti: hoy me daré cuenta de los pensamientos negativos e intentaré sustituirlos por otros positivos…
Poco a poco, ante situaciones que creías negativas (como encontrar aparcamiento: “
no voy a encontrar ninguno”, o esperar tu turno en el banco: “
no voy a terminar nunca”…), aparecerán casi sin esfuerzo esos pensamientos positivos que has ido reforzando en ti (“
sé que hay un aparcamiento para mí”, “
paciencia, la espera no será eterna”…).
Recuerda: con constancia, día a día y poco a poco, lo conseguirás.
Sólo tienes que creerlo :-)