miércoles, 25 de mayo de 2011

Reacciona



Todos los cambios son positivos.

Buenos o malos, aprendemos de cada situación y momento de nuestra vida.

“Después de la tormenta llega la calma”
Después de una gran crisis, llega un nuevo amanecer…

Si somos capaces de mirar los cambios de modo positivo y constructivo, podremos avanzar y ser más felices.

Pero siempre se requiere de nuestra actuación para que eso ocurra.

Tú decides si quieres aceptar el cambio o no.  Lo más sano, es aceptarlo, pues agarrarnos a lo que fue o a lo que podría haber sido, no nos hace bien.

Mira a tu alrededor… todo cambia. Pasa constantemente… tú cambias cada día, y tu familia también, y tu grupo más cercano, y  la sociedad en la que vivimos…

Y el mundo, está a cada instante cambiando…

Todo está en movimiento. Y aunque en algunos momentos de desánimo, pienses que no hay solución:

¡Reacciona! Hay solución. Todos los “problemas” tienen una solución.

Si ya has comenzado a imaginarte que cambias, si así lo deseas, no lo dudes, cambiarás.

Si los cambios son impuestos por circunstancias externas, no tengas miedo, de todo se sale y todo pasa.

Los momentos bajos, son oportunidades de crecimiento. Date impulso hacía el siguiente escalón.

¡Todo está bien!

¡Todo va a salir bien!

¡Tú puedes!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Amor sin condiciones


Aprende a valorarte.

Tú eres alguien especial y lleno de cosas buenas y positivas.

Nadie es mejor que nadie.

Tú no eres menos que otras personas.


Algunos viven sin amor. No saben, no quieren o les da miedo amar.

Otros dicen que el amor no existe. Que eso es cosa de románticos, nada más.

Muchos se esconden en sus quehaceres diarios, para ocultar que no saben dar cariño a nadie. Ellos no se quieren. No se valoran como merecen.


Saber amar sin condiciones, es un paso para ser más felices.

Es difícil amar a otros sin condiciones, si no te amas a ti mismo de igual forma.


A veces, el amor se maquilla de necesidad o de deseo. Pero no deja de ser una ilusión.

Dependemos de los otros, y les ofrecemos nuestro cariño, si y solo si, creemos que lo merecen. No antes.


Ese amor con condiciones, nos paraliza y nos ata a todos los niveles (sobre todo a nivel emocional).

Y no solo ocurre, en relaciones de pareja, sino en cualquier tipo de relaciones (con tus hijos, tu madre, tu padre, tus hermanos, tus amigos…):

- Si lo haces bien, te lo compro…


- Si no me haces caso, es que no me quieres…

Y el condicionamiento se va haciendo más y más grande. Llegamos a veces al chantaje emocional (y sin darnos casi cuenta). Decimos que amamos a esos seres que nos rodean y que tenemos más cercanos. Pensamos que nos amamos a nosotros mismos. Decimos que somos felices… que ese amor es suficiente. Pero… ¿Es realmente amor? ¿Es de verdad suficiente?


Todos necesitamos amar y que nos amen. Y sobre todo, todos y todas, necesitamos amarnos a nosotros mismos sin condiciones.

Muchos de los problemas que tenemos o que generamos, vienen de esa falta de amor hacia nosotros. Si no sabemos amarnos, nos cuesta amar a los otros, ya que una parte importante para amar al que tenemos delante, es ser feliz. Y si no nos mimamos o no nos valoramos o si no nos queremos a nosotros mismos… ¿somos de verdad felices?


Tus pensamientos negativos hacia ti misma, no te ayudan para que esa felicidad aumente. Tu entorno, lo ve. Lo sabe. No eres del todo feliz. Te falta algo y no sabes decir qué (“pero si tengo una familia estupenda”, “si mi trabajo me llena”, “si me encanta leer y disfruto con ello”). Y te preguntas… ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo ser del todo feliz?


Obsérvate. Analiza como te tratas a ti mismo. Lo que te dices, como son de altas tus metas y tus expectativas de cómo deben de ser las cosas, tu modo de reír o de andar.

Observa cuanto te juzgas a ti mismo y cuanto juzgas a los demás.

Baja el listón si lo tienes muy alto. Deja de juzgar y la vida será más sencilla.


Comienza a quererte un poquito más.

Eres una persona maravillosa y mereces todo lo bueno que te pase.

No lo dudes.

miércoles, 11 de mayo de 2011

A vivir, que son dos días


¿Cuántas veces has aconsejado a otra persona que no se preocupe?

¿En cuántas ocasiones has recomendado a alguien más joven que tú, que disfrute de la vida por qué se hace muy corta?

Y a ti… ¿Cuántas veces te lo han dicho?

Imagino que más de una vez.

Pero… ¿Has hecho caso a tus recomendaciones o a los consejos de los otros?...

Es cierto que la vida pasa rápido. Cuando te quieres dar cuenta, han pasado los años y aunque tú sigas siendo igual por dentro, por fuera tu aspecto ha cambiado.

“A vivir, que son dos días”, “Carpe Diem”, Vive el momento… La vida es bella y merece ser disfrutada cada segundo…

Pero… ¿Pensamos todos los días en ello? ¿Nos levantamos cada mañana como si fuera la primera que vamos a vivir?

Pronto se nos olvida que el tiempo pasa, y dejamos que las preocupaciones y miedos nos paren y nos cierren los ojos ante lo bueno de vivir.

Te animo a que todos los días, te “conviertas” en un niño, en un árbol, en un pájaro, en una roca…

Imagina que eres un bebé o un gato… Cada día es único para ellos.

No hay preocupaciones, obligaciones, ansiedad o deseos sin cumplir.

Cada día es una aventura. Cada mañana es la primera mañana de tu vida.

Haz algo que te guste. Sorpréndete como si fuera la primera y la última vez que lo haces o lo experimentas.

Disfruta de cada segundo.

Ya sabes…

Como dice el dicho: ¡A vivir, que son dos días!

miércoles, 4 de mayo de 2011

Sin Pensamientos



¿Qué pasaría si de pronto te convirtieras en una pelusa?
 
Seguramente las cosas que ahora te preocupan, dejarían de tener importancia.

Ya no pensarías. Ni sentirías. Ni tendrías necesidades como comer o beber agua.

Podrías ver el mundo desde todas partes. Creyendo que lo que te rodea, es lo único que existe.

Veamos qué ocurriría:

Dirígete a tu habitación. Deja la ventana un poco entreabierta, pero con la persiana algo bajada.

Intenta que nadie te moleste durante unos pocos minutos.

Túmbate en la cama, cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Relaja todo tu cuerpo y siente como poco a poco, te vas hundiendo en la cama en donde estás.

Con los ojos cerrados, visualiza la ventana e imagina que te elevas muy lentamente y te diriges a la pequeña rendija.

Te sientes cada vez más ligero. Tu cuerpo ya no pesa. Giras la cabeza y observas la cama. Allí estás. Tumbada…

Te observas y compruebas que eres una minúscula pelusa. Tan pequeña y ligera, que el poco viento que hay en el cuarto, te lanza al exterior sin tú poder hacer nada para impedirlo.

Poco a poco, vas cogiendo altura. No sientes miedo. Flotas cada vez con más facilidad.

Descubres que a tu lado, muchas otras pelusas, te acompañan.
Voláis  a ninguna parte. Pero todas movidas por el mismo viento, vais en el mismo sentido.

Respira profundamente una vez.
Déjate llevar. Déjate mecer por el aire.
Comprende qué significa ser tan solo una pelusa.
Observa tus preocupaciones ahora. Ya no están.
Intenta pensar en tu pasado o en tu futuro… No existen.
Tan solo te dejas llevar por los cambios en el viento.
Disfrutas de la sensación de paz y tranquilidad.

Flotas encima de las casas, de los árboles y te meces con el sonido de las nubes.
Quédate con esa sensación, mientras comienzas a mover lentamente tu cuerpo.

Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.