martes, 30 de agosto de 2011

Experiencia


No creas nada de lo que no experimentes.

Un científico en el laboratorio, realiza investigaciones para llegar a una conclusión, siempre avalada por la experiencia. Su pensamiento es crítico y vacío de sus propias ideas. En realidad no las necesita. Los resultados de los experimentos, dirán lo que quiere saber. Tal vez refuten sus ideas o las expectativas que tenía, o tal vez no.

Tú, al igual que ese científico, puedes ser un investigador de los acontecimientos de tu vida y de los pensamientos que te mueven.

Quizás no te hayas parado a pensar, si realmente lo que crees o piensas está avalado por tu experiencia. 

Es posible que muchos de tus pensamientos estén instalados en tu mente, como un hábito (“Es lo que hay que pensar”, “Siempre he hecho esto, tengo que seguir haciéndolo”). Y es probable que muchos de esos pensamientos habituales, no los necesites.

Cuando alguien te diga que conoce un método mágico para ser más feliz, por ejemplo, no lo creas sin más.

En primer lugar, observa la experiencia de esa persona (si realmente lo aplica a su vida y es alguien feliz o solo se queda en palabras).

En segundo lugar, escribe en un papel diversas hipótesis de porqué esa persona es o no feliz (realiza afirmaciones positivas cada día, utiliza su método en cualquier situación, hace cosas que le gusta…).

En tercer lugar experimenta por ti misma esas hipótesis durante un tiempo determinado (haz tú las afirmaciones positivas, haz todos los días algo que te gusta mucho…).

Una vez que has realizado todo lo anterior, podrás descartar las hipótesis que no han funcionado en ti. Te quedarás únicamente con las que has experimentado y has obtenido resultados positivos. Entonces 
podrás seguir practicando esas teorías todos los días y podrás saber si son o no leyes que se adaptan a tus pensamientos y a tu forma de vivir.

Que no te cuenten las cosas. Vívelas.


martes, 23 de agosto de 2011

El Creador De Tu Historia


Observa la habitación en la que estás.

Mira con detenimiento los muebles, los cuadros, las fotos…

Ahora, cierra los ojos y respira profunda y conscientemente tres veces.

Imagina que estás dentro de un cuadro. Sigues en la misma habitación, y todo está en su lugar, pero ya no eres real. Estás hecho de acuarelas sobre un lienzo arrugado.

Te sientes observada. Tu cuerpo inmóvil está con los ojos cerrados en el cuadro, y a pesar de ello te sientes observada.

Con algo de esfuerzo abres un ojo y consigues ver a quien te observa.

Es el pintor. Mantiene en su mano una paleta llena de vivos colores. Tú estás tranquilo, y sonríes.

El cuadro cambia. Tu cuadro cambia.

Sin entender muy bien el porqué, el pintor se aleja.

Es el momento adecuado para convertirte no solo en protagonista de la obra, sino también en su autor.

Con tu pensamiento, vas cambiando los muebles de la habitación. Primero, cambias los colores, y poco a poco, vas transformando la escena en otro lugar.

El paisaje que más te apetezca. Recuerda: tú pintas con tu pensamiento.

Unas montañas, un paraíso acuático, unas dunas de arena…

Tú sigues en el cuadro, en el mismo lugar, pero lo que te rodea ya no es la habitación en la que estabas.

El pintor regresa con tranquilidad. Se asoma a la acuarela sin expresión alguna. Su rostro también va cambiado. Poco a poco te va resultando muy familiar.

El pintor se ha convertido en ti.

Ahora estás fuera del cuadro, con el pincel en la mano y continúas pintando sin prisas.

Respira profundamente una vez.

Sonríe.

Tú eres el creador de tu historia.

¿Qué cuadro quieres pintar hoy?




miércoles, 17 de agosto de 2011

Ser Consciente



A veces nos dormimos sin darnos cuenta.

A veces no somos conscientes de lo que nos está pasando.

Sabemos que estamos despiertos, porque tenemos los ojos abiertos.

Sabemos que estamos vivos, porque respiramos.
Pero… no somos conscientes de nada de eso.

Piensa…

¿Eres consciente de lo qué haces ahora? ¿Te das cuenta de lo qué te rodea, de cómo actúas y de cómo te sientes?

 No respondas rápido. Tómate tu tiempo para hacerlo.

Porque… tal vez pienses que sí, que eres muy consciente de todo… Pero… ¿Es cierto?

¿Te has dado los buenos días ésta mañana en el espejo?

¿Has sonreído en la calle al mirar un árbol?

¿Has jugado a pisar solo las baldosas azules?

¿No?

Ah… ¿Es qué piensas que eres una persona mayor? ¿Eres alguien demasiado adulto para jugar en la calle? ¿No tienes tiempo de sonreírle a los árboles?

 Piensa…

¿Estás dormida? ¿Eres consciente de lo qué haces ahora? ¿Te das cuenta de lo que te rodea, de cómo actúas y de cómo te sientes?

Todo es así de simple. No hay que darle más vueltas.

Cierra los ojos, respira profundamente una vez y relaja tu cuerpo.

Estás aquí.

Eres consciente.




miércoles, 10 de agosto de 2011

Tu Casa Interior


La calma y la seguridad que buscas no están en tu entorno exterior.

La ansiada tranquilidad no se encuentra en las personas que te rodean.

Tu casa física, es tan solo un techo que te protege del frío o del calor.

No necesitas tanto como crees que necesitas.

Has llegado a este momento de tu vida, acumulando cosas materiales.

Tienes muchos objetos y muchas necesidades que cubrir, todos los días o cada semana.

Te aferras a ese cuadro, a esa silla, a ese mueble, como algo real.

Sientes la pérdida o el deterioro de alguna de tu ropa.

Todo tiene que estar arreglado y en su sitio, para tener estabilidad mental.

Eso piensas. Eso crees. Y limpias, decoras y redecoras el espacio en el que pasas la mayor parte del tiempo.

Pero…

La calma y la seguridad que buscas están dentro de ti.

No necesitas ese rincón especial para meditar. Puedes hacerlo en cualquier lugar.

No te hace falta tenerlo todo en orden para sentirte bien.

Todos esos objetos materiales no son importantes.

Nunca lo han sido.

Tú eres importante.

Tú y la felicidad que irradias.

El cobijo que tanto deseas, ya lo tienes.

Eres tú.

Siempre has sido tú.

Olvídate de los espacios físicos. Deja de lado tus obsesiones.

Céntrate en tu interior. En tu alegría interna.

Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Con la espalda erguida, dirige tu atención al centro de tu estómago.

Imagina que una potente luz amarilla, comienza a dar círculos en tu interior.

Lo sientes como si realmente estuviera pasando.

Cuando la luz se para, observas que hay un paisaje con un gran árbol al final de la ladera.

Acércate despacio al árbol. 

Cuando llegas, lo tocas. Sientes el tacto del tronco.

Abraza el árbol. 

Respira profundamente una vez.

Aquí estás segura y feliz.

No necesitas nada más. 

Disfruta de la sensación, y quédate el tiempo que desees.

Cuando te sientas lleno de energía, abre los ojos. 

Ese rincón te estará esperando cuando desees calma.

Te sentirás bien…

En tu casa interior.




miércoles, 3 de agosto de 2011

Viajar Sin Moverse Del Sitio



Eres un universo en medio de la nada.

Dentro de ti misma, hay miles de mundos.

Solo tienes que cerrar los ojos e imaginar.

Aunque no puedas viajar físicamente, en el silencio de tu mente, puedes hacerlo.

Te invito a ir a la orilla del mar. En silencio. Sin prisas.

Aunque realmente no tengas el mar delante, puedes llenarte de la energía del agua salada.

Ahora, cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Sentada en donde estás, comienza a sentir que el material de la silla o de la cama, están cambiando. A un ritmo muy lento, te vas hundiendo poco a poco.

Ahora puedes sentir el tacto de la arena cálida en tus manos y en tu cuerpo.

Respira tranquilamente una vez.

Siente la brisa en tu cara. Escucha el murmullo de las olas.

Estás aquí. Sentado delante de la orilla del mar.

Tu cuerpo se llena de calma y de energía. Observa tú alrededor.

Hoy es un día perfecto y te sientes muy feliz. Sonríes.

Túmbate en la arena templada y hunde tus pies y tus manos en ella.

Te quedas en esa posición por un rato, con los ojos cerrados.

Poco a poco, vas escuchando ruido.

Primero, un niño pequeño hablando. Luego, un grupo de jóvenes riendo. Sonidos de metal, cayendo en la arena.

Estás rodeado.

Decides regresar a tu silla o a tu cama.

Sin abrir los ojos, te incorporas lentamente y dejas que tus manos rocen la arena.

En breves instantes, la arena vuelve a ser de nuevo tu silla o tu cama.

Escuchas.

El ruido de las personas, de las olas y de la brisa del mar, ha desaparecido.

Estás aquí y ahora.

Ya has vuelto de tu viaje.

Abre los ojos.