miércoles, 25 de julio de 2012

Efímero



Has vivido mucho. Has tenido muchas experiencias. Algunas más positivas para ti, que otras.


Tal vez, te sientas cansada o tal vez no tengas ganas de seguir moviéndote.

Es normal. Todos necesitamos un respiro de vez en cuando.

Sé que parece complicado hacerle caso a tu intuición y a tus necesidades, pero tienes que hacer el esfuerzo.

Deja de pensar lo que no te conviene.

Nada es tan grave, que no se pueda solucionar. Si tienes un problema, tienes una solución, aunque en estos momentos no la veas.

Recuerda que eres el creador de tu historia. Que no se te olvide que tú eres quien controla tus experiencias.

Sigue feliz, mirando ese objetivo que es vivir día a día.

Hoy, cualquier cosa, por pequeña que sea, te hará sentirte bien.

Da un beso, un abrazo, detente a mirar a los pájaros…

Respira consciente y haz lo que deseas. Justo aquí y ahora.

Ya eres lo que quisiste ser, aunque no lo sepas.

Aunque algunas capas de máscaras, que no representan quien eres tú realmente, te tapen la visión.

Tu vida es un cuento. Una balada rockera. Una historia contada por ti misma.

Recuerda quien eres y como eres, cuando estás alejada del estrés y de los problemas, y agárrate a esa persona. Ella sabrá ayudarte cuando lo necesites.

No pasa nada si regresas a tus obsesiones y dudas, por un tiempo. Ese ser no eres tú. Son solo tus miedos que te empujan a dejarte llevar por la desidia.

Tú eres el cielo claro. No las nubes que lo tapan.

Tú eres mucho más de lo que dices ser. Y lo sabes.

Quítate las máscaras.

Aprovecha el momento.

Se feliz.


miércoles, 18 de julio de 2012

El Elixir De La Eterna Juventud

“Ponte cómodo.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Relaja cada tensión que tengas acumulada. Nota la presión en tus hombros, en tu espalda, en tu cuello…
Ordena a esas partes de tu cuerpo que se relajen.
Repite para ti: “No tengo de que preocuparme. Todo está bien. El peso del mundo deja de estar sobre mis hombros. La vida aquí y ahora, es maravillosa”.
Visualiza como del centro de tu estómago, surge una luz blanca muy potente, que te rodea en cuestión de segundos.
Te sientes protegida.
Respira profundamente una vez.
Nota como todo tu cuerpo se estremece ante esa luz.
Imagina que en ese centro de tu estómago, hay un gran árbol o una enorme montaña con una cueva.
Sientes curiosidad y sin quererlo te encuentras dentro de esa cueva o de ese majestuoso tronco.
Dentro estás tú. Con unos años menos… eres un niño.
La niña que fuiste y que eres, te ofrece su mano y te anima a que vayas más adentro con ella.
Sonríes.
Esa pequeña persona, tiene una gran sabiduría. Con solo mirarla a los ojos, sabes todo lo que está pensando.
Conoce cada rincón de tu cuerpo y de tu mente. Sabe a qué le tienes miedo, que es lo que te apasiona, cuantas veces te has sentido triste y alegre…
Estás disfrutando de cada momento que pasa.
Recuerdas como eras… y te gustas.
Le das las gracias a tu yo pequeño y te recuerda que él no se ha ido nunca. Que cuando lo necesites te estará esperando para seguir jugando.
Respira profundamente.
Vuelve a notar tu cuerpo en la silla o en la cama.   
Todo está bien.
Abre los ojos”.

El elixir de la eterna juventud, está dentro de ti. No importa la edad física que tengas. Eres y seguirás siendo ese niño que acabas de ver en tu interior.

Algunos te dirán que ya eres adulto, que la verdadera realidad está en el exterior… pero tú sabes que no es así.

Sigues siendo como hace años. Tu interior no ha cambiado. Tus deseos, tus sueños, siguen intactos. Algunos están muy profundos, pero están ahí.
Recuerda: los sueños son lo que tú deseas que sean. No te abandones. Vuelve a ser como quisiste de joven o de niña. Sigue siendo como deseaste. Eres perfecta. Aquí y ahora.

miércoles, 11 de julio de 2012

En silencio

¿Te has dado cuenta cómo en ocasiones, aunque haya mucho ruido en el ambiente, no lo escuchas?
Cuando estamos centrados en alguna tarea, o nos interesa mucho lo que estamos haciendo, los ruidos quedan en un segundo plano.
Sin embargo, si estamos un poco nerviosos, nos damos cuenta de cualquier sonido por pequeño que sea.
Presta atención a los sonidos que hay ahora a tu alrededor.
Intenta descifrarlos todos: el ruido del ordenador, de la gente en la calle, del ventilador, de los pájaros, de tu propia respiración…
Estás aquí y ahora.
Saborea cada sonido como si de un bocado de comida se tratara.
Si estás algo tensa, respira profundamente una vez y cierra los ojos por unos segundos.
Todos los murmullos que oyes, son parte de tu experiencia personal. Son las vidas de otras personas que no conoces, o el trabajo de otros… en cada uno de esos sonidos hay una historia distinta dispuesta a dejarse conocer.
Muchas veces no podemos estar en silencio y calmados, por eso te propongo que integres el ruido y lo hagas tuyo. Aísla tu mente de pensamientos negativos o catastrofistas acerca de lo molesto que te resultan las voces, los coches, o los tics de los demás…
Participa del sonido que llega a ti, y da las gracias por formar parte de tu día.
De todo podemos aprender nuevas experiencias. También de lo que en un principio, consideramos poco amable.
Encuentra tu silencio aunque no lo haya.
Disfruta del momento.

miércoles, 4 de julio de 2012

¿A qué tienes miedo?

Tú controlas tu miedo.
Tal vez, si en estos momentos tienes mucho miedo a algo concreto, esa afirmación, no la creas. En ocasiones el miedo parece escapar de nuestras manos y nos envuelve, dejándonos agotados y sin apenas respiración.
Es curioso como el miedo al miedo, nos paraliza casi tanto o más que cualquier otro temor.
Cuando sabemos o creemos que una determinada situación nos paraliza a causa del miedo, intentamos evitar cualquier circunstancia que nos lo recuerde.
El miedo progresa contigo.
Cuando era niña, tenía miedo a la oscuridad. No me podía dormir si estaba todo completamente apagado. Recuerdo taparme con las sabanas en pleno mes de agosto, a pesar de tener calor, por miedo a las tinieblas.
Sin embargo, cuando crecí pude comprobar lo irracional de mi miedo. No pasaba nada en la noche. La oscuridad no me atraparía sin remedio y me haría su presa.
Después, en la adolescencia mis miedos fueron muchos. Miedo a hablar en público, a relacionarme, miedo al dolor, a pasar vergüenza…
Muchos miedos se quedaron conmigo por unos años. No sabía entonces, que yo era quien mandaba sobre esos temores.
Intenta descubrir aquellos miedos que has superado a lo largo de los años. Es posible que te sorprendas de lo mucho que te afectaban y condicionaban tu vida.
Céntrate en los miedos que tienes ahora… ¿Se parecen a aquellos terrores de la infancia? ¿Has sabido distinguir entre las sombras de la noche, lo real de lo ilusorio?
Si la respuesta es no… no desesperes ni te pares.
Los miedos se pueden superar.  Y tal vez, lo que tienes que hacer es afrontarlos… en muchos casos el temor desaparecerá.
Por ejemplo, desde hace muchos años, he tenido miedo a las intervenciones quirúrgicas. Imaginarme en un quirófano, me hacía sentir mucho miedo. No quería ni pensar en que tendría que pasar por algo así…
Sin embargo, mi mente me estaba preparando para el futuro… por entonces, ya tenía serias secuelas en los dedos de mis manos, a causa del brote de artritis idiopática juvenil que me dio con nueve años, y aunque no quería verlo, sabía que tendría que pasar tarde o temprano por una o varias operaciones...
Y ha ocurrido. He pasado por dos operaciones en estos dos últimos años.
Me he enfrentado a ese miedo que me avisó desde pequeña. Y lo he superado con éxito.
Ahora tengo las manos sin los dolores de antes y vivo mucho mejor y más feliz.
Por eso, te pregunto…
¿A qué tienes miedo?
Observa tu mente y analiza tus miedos.
Ellos, con su maestría, te ayudarán a superar lo que te propongas.
Créelo.