miércoles, 28 de agosto de 2013

Rescátate


 
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Relaja todo tu cuerpo y deja que tu mente solo se centre en tu respiración.

Toma aire a tiempo de cinco segundos y expúlsalo muy lentamente.

Cuando te sientas preparado, quiero que visualices tu interior.

Concretamente, observa como dentro de tu estómago, hay un árbol muy anciano.

Tal vez sea una encina, o un pino. Elige el árbol que más te guste.

El tronco de ese gran árbol tiene un agujero que baja hacía las profundidades de la tierra (es decir, de ti misma).

Empiezas a escuchar un hilo de voz, muy suave, que te recuerda a alguien.

Te acercas al agujero y escuchas.

- Ayúdame – Dice la voz – Estoy atrapado.

Sin pensártelo dos veces, agarras la cuerda que llevas atada al cuerpo y te enciendes la luz que tienes en tu frente.

Atas la cuerda fuera y comienzas a descender por el profundo agujero.

La voz se hace cada vez más y más nítida y puedes reconocerla.

Eres tú cuando eras una niña o un niño.

Ahí estás, sentado al fondo del todo, encogida de piernas y con la cabeza agachada.

Cuando llegas al lado de ti mismo, le abrazas y le dices que no se preocupe, que todo va a salir bien, y atas parte de la cuerda al pequeño.

Recuerdas entonces aquellas escenas de cuando eras un niño, en las que te sentiste solo o herido por los adultos o personas de tu entorno. Vienen a tu memoria, hechos enterrados por el paso del tiempo, que nunca llegaste a digerir y que te marcaron algunos de los caminos que elegiste.

Deseas que esa niña esté bien y le ofreces tu mano.

Como por arte de magia, la cuerda comienza a elevaros hacía la salida del árbol.

Estás muy contento de estar rescatando a tu niño interior. Sabes que lo ha pasado mal, estando tanto tiempo bajo tierra, y por eso, le animas y le dices que no volverás a olvidarte de él y que te comprometes a recordar aquellas cosas que de pequeña te hirieron y que nunca dijiste.

El camino de la sanación ha comenzado.

Poco a poco, la cuerda llega a su destino y ambos salís del agujero del árbol, abrazados el uno al otro.

Sientes el tacto y el olor de cómo eras entonces. Sonríes. No hay tiempo. Se ha parado todo y te sientes protegido y a salvo.

Le das las gracias a tu niña interior por estar ahí y sabes que nunca más se hundirá en la tierra.

Respira profundamente una vez.

Regresa al ahora.

Abre los ojos.

 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Aprende a amarte

Muchas veces nos disfrazamos de superhéroes o de superheroínas, tapando nuestras verdaderas motivaciones.
Pensamos que podemos con todo y decidimos llevar el peso del mundo en nuestros hombros y espalda. No pedimos ayuda de nadie ¿Quién mejor que yo mismo para hacerlo?, pensamos.
La mente, como sabemos, es muy poderosa. Tanto para lo positivo como para lo negativo. Pero nuestra tendencia, seguramente por hábitos adquiridos, es volver a caer en los círculos viciosos de nuestros pensamientos y sentimientos insanos.
Podemos tenerlo todo a nivel físico, que nuestras necesidades de apoyo estén cubiertas, podemos incluso ser personas con éxito social o personal, pero si dejamos que nuestra mente nos controle y nos lleve de regreso a situaciones pasadas, si no nos queremos lo suficiente, nuestra felicidad y alegría por vivir, se verán alteradas.
Ahora estamos aquí. Siéntelo. Observa tu cuerpo y sé consciente de tu respiración.
No existe otro momento que no sea este.
Lo que viviste quedó atrás, en aquel camino que se difumina en tus recuerdos. Y lo que vivirás no se ha producido realmente, nada más que en tu fantástica imaginación.
Los miedos del pasado, aquellos que te hacían sentir no ser lo suficiente, están en las cunetas de esos caminos que te empeñas en recorrer una y otra vez.
Es yo era mucho más feliz de joven”, podemos pensar, “Aquellos sí que eran buenos tiempos”.
 Mientras tu cabeza está centrada en como eras, lamentándote de quien eres ahora, estás dejando de estar vivo… Y no vives porque en el pasado no hay vida. La verdadera vida está aquí. Ahora. En este preciso instante. Ni siquiera existe una realidad dentro de un par de minutos, ya que es el futuro (solo existente en nuestras proyecciones mentales).
Ocultarte detrás de una máscara de persona fuerte, no te hará ningún bien.
Todos tenemos miedos, todos sentimos en algún determinado momento, desconfianza o incertidumbre. Nadie es un superhombre o una supermujer. Todas y todos, somos igual de humanos, y todas y todos, necesitamos de los demás.
Por eso, cuando no pides ayuda, cuando decides encerrarte en ti mismo y seguir con tu disfraz, sin prestarle atención a tus necesidades, ese traje o esa máscara que te has inventado, se adhiere cada vez más a tu piel.
Tal vez creas que eres una persona que se ama a sí misma. Puede que pienses que eres tan fuerte que nada ni nadie te influencia. O sientes que todo lo haces bien, sin pararte nunca a reflexionar otros puntos de vista…
Obsérvate…
¿Estás a menudo en el pasado? ¿Imaginas un futuro cada día, sintiéndolo como si estuvieras allí? ¿Te amas realmente?
Aprende a escucharte. Aprende a oír tus necesidades y a hacerles caso.
Todos tenemos en algún momento que pedir ayuda, todos tenemos nuestra propia kryptonita (el mineral que hacía que Superman se debilitará y no pudiera actuar solo). Y no es algo de lo que avergonzarse. Al contrario.
Acepta tus “debilidades” y acude a los demás cuando los necesites.
Deshazte de las máscaras, y vuelve a vivir en el ahora, vuelve a amarte y a sentirte vivo.
Es tu momento.
Tú puedes.




miércoles, 14 de agosto de 2013

La Llave de tu Encierro

Llevamos viviendo en nuestra jaula particular tanto tiempo, que muchas veces ya no nos damos cuenta de nuestro encierro.
Reflexiona…
¿Cuántas veces has deseado una palabra de afecto por parte de otra persona?
¿Cuántas veces te habría encantado recibir un abrazo de tu ser querido en vez de pelear?
Tal vez en más de una ocasión.
Pero… ¿Lo dijiste? ¿Verbalizaste en voz alta a esas personas lo que deseabas?
Es probable que la respuesta sea no, ya que expresar nuestras emociones o aclarar los problemas, los solemos dejar pasar de largo, para que no molesten.
Pero cuanto más evitamos nuestros sentimientos, más se esconden en nuestro interior.
Los relegamos a la jaula con rejas fuertes que llevamos dentro.
- Me harán daño si la abro – Podemos pensar – No es posible que sea la única tonta que diga lo que siente en todo momento.
Y callamos y tragamos. Y volvemos a tragar.
El aire que entra por nuestra nariz ya no nos produce el bienestar de antaño. La ansiedad y los miedos salen de la cárcel que hemos preparado durante tanto tiempo, pero nuestros deseos, anhelos y sentimientos, se quedan bien encerrados dentro.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina que dentro de ti, en el centro de tu estómago, hay una puerta de hierro con un gran candando. Al otro lado miles de pensamientos censurados, de deseos no realizados, de sentimientos enterrados, se te aparecen como ondas de energía de colores.
Al otro lado de la cancela, está todo lo que creíste que no te convenía en un determinado momento. A ti o a los que te rodean.
Más adelante lo haré. Lo primero es él”, pensamos.
No es tiempo para lamentarse. Seguiré aguantando por ellos”.
Y abrimos la puerta con nuestra llave maestra, que cada vez se hace más y más pesada.
A pesar de que la has abierto muchas veces, para dejar encerrados a tus recuerdos y anhelos, esta vez es diferente.
Como si la llave y la puerta supieran que van a escapar sus prisioneros, se resisten a abrir.
Pero tú, con toda tu fuerza y con tus ganas de vivir más plenamente y feliz, consigues derrocar a la reja y abrirla de par en par.
Poco a poco, todo aquello que no quisiste ver o que no deseaste afrontar, va saliendo en borbotones de energía. Y poco a poco, esos miedos y esa ansiedad que sentías, se va disipando.
Eres capaz de lo que te propongas.
Abre las puertas de tu encierro.
Tú puedes.



miércoles, 7 de agosto de 2013

Respira Salud


Ponte en una posición cómoda, y con la espalda recta.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Repite para ti mientras lo haces, la palabra relax.
Nota como todo tu cuerpo se va relajando poco a poco.
Disfruta de la sensación de quietud.
El tiempo ahora se ha parado.
Imagina que eres un niño de unos tres años.
Observa tus pies. Ves que no llevas calzado y te sientes muy a gusto.
Estás desnudo y comienzas a correr.
De repente a tus lados, un bosque de flores silvestres de todos los colores, crece a tu paso.
Notas la energía que hay en tu cuerpo y respiras el aroma de las flores.
Estás muy contenta de estar allí.
No piensas.
Nada te ata ni a nada temes.
Estás.
Solo eso.
Mientras caminas vas tocando las flores con tus manos.
Respira profundamente una vez.
Cada vez que lo haces, una bocanada de aire fresco y revitalizante inunda tu cuerpo y tu mente.
El campo de flores es inmenso. Tanto, que no divisas el final.
Los colores son tan llamativos que a veces te deslumbran.
Estás protegido y rodeado de colores vivos que te ofrecen vitalidad y confianza.
Cada vez, te sientes mejor y mejor.
Repite para ti:
Cada vez me siento más y más sana y llena de alegría”.
Todo está saliendo bien”.
Todo sigue su curso”.
Todo está bien”.
Cuando te sientas con fuerza para regresar del bosque de flores, abre los ojos.
Y cuando estés agobiado o estresada, vuelve con tu imaginación a ese lugar mágico.
Sigue respirando salud.