miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo que no sabemos

Pinturas del Sahara
¿Cuánto crees que sabes?
Desde que somos pequeños no educan y nos enseñan. Nos dicen y nos explican aquello que tiene explicación científica. Muchas otras cosas que escapan del conocimiento de los adultos, se callan e incluso se ocultan…
Sin embargo, hay cosas inexplicables pero eso no significa que no sean científicas o que no se puedan explicar. Muchos de los avances de ahora han ocurrido porque alguna persona no se conformó con la falta de respuestas y siguió investigando.
Las preguntas que ahora están sin respuesta algún día las tendrán. Lo que crees conocer ahora porque te lo han contado, quizás algún día resulte ser falso.
Necesitamos tener una mente abierta y curiosa a los cambios. Indagar como un detective y no conformarse con lo que nos dicen que es.
Abre tu mente y abre los ojos a nuevas experiencias y a conocimientos que no sabes.
Deja de cerrar puertas y comienza a abrirlas.
No tengas miedo a lo que no conoces.
Tal vez no sabes nada del mundo de las abejas porque nunca has leído sobre ello o nunca has visto un documental que te lo explique… Eso no significa que no tengan una forma de vida organizada.
Por ejemplo, las pirámides y la esfinge de Egipto ya estaban ahí hace mas años de lo que creemos. Sin embargo la cronología oficial nos dice otra cosa.
Como con otros temas o contenidos, cuando se encuentran evidencias que no cuadran con lo oficial se calla... Quizás para no cambiar la historia que nos han contado o porque se piensa que así todo es más sencillo…
Qué sigan creyendo todo tal y como se lo hemos contado… Es mejor que vivan con los ojos cerrados”.
Esta frase puede estar tanto fuera de ti como dentro de tu mente.
Nosotros mismos somos nuestros mejores censuradores. Si algo no nos convence porque es nuevo o desconocido, echamos un paso hacia atrás y después salimos corriendo.
Sin embargo, cuando hacemos eso estamos escapando de nosotros mismos y de la realidad.
No tengas miedo a conocer. No tengas miedo al cambio.
Abramos la mente y los ojos a lo que no sabemos.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar”.
(Antonio Machado)


miércoles, 22 de octubre de 2014

Eres como vives

He conocido un anciano que vivió una guerra.
Sus manos huesudas y su tez oscura, resaltan las horas de miedos, dolencias y preocupaciones que ha vivido.
A pesar de todo, ese hombre es una persona con una visión clara y una mente optimista.
Cree en el poder de cada uno para superar lo indecible. Siente que todo lo bueno siempre está a la vuelta de la esquina.
Él ya está solo en su día a día. Camina despacio en la residencia donde está aparcado, y sin embargo no se siente apartado.
Conoce bien las nuevas tecnologías y a cada rato, mira el teléfono con intención de intervenir en las redes sociales.
Está encendido en su afán por ser escuchado. Dice que hay tanta gente como él viviendo fuera de la sociedad, y que conocen tantas experiencias pasadas, que no entiende porque no quieren escucharlos.
Si no aprendemos del pasado, comenta, no seremos capaces de hacer el futuro.
Sus hijos van a verle solo ocasionalmente, y como cada tarde se acerca a la sala de rehabilitación a ejercitar su limitado cuerpo.
Me cuenta que de joven estuvo viviendo lejos. Tuvo que buscarse la vida fuera. Hoy está feliz de estar de vuelta. Y observa con recelo como todos los recursos que necesitamos están aquí. No hay necesidad, apunta, de ir a ninguna parte. Tan solo es necesario que se equilibren esos recursos.
Como el gran sabio que es, disfruta de las horas perdidas. Donde él vive no hay mañana. Solo el ahora, que lo rodea todo. En ocasiones la rutina fulminante de la tarde lo hace desvanecerse en el silencio de sus ojos. Y cae en un profundo sueño. Cuando despierta tiene ganas de jugar al dominó, de merendar y de seguir contando sus experiencias.
Nada le calla. Y casi nada le cansa. Tan solo la quietud de quienes dicen ser jóvenes y adultos.
No hay diferencias entre él y sus hijos o entre sus hijos y sus nietos. Él lo ha vivido y sabe que su cuerpo es solo eso… Un cuerpo. Nada más que una funda rellena de quién siempre ha sido. Dice que se siente más atlético y fuerte que nunca. A pesar de su aspecto, el anciano es un niño.
Pienso en quedarme con él toda la noche escuchando sus pericias por vivir, cuando una amable señorita me invita cortésmente a irme. No se permiten más visitas… Y aunque no son ni las 8 de la tarde, el grupo de quienes seremos muchos de nosotros en pocos años, se ponen en fila esperando para entrar en el comedor.
Algunos no saben si tienen hambre, otros tienen los ojos empañados por el adiós de sus familiares, y otros caminan con el ímpetu de alguien que nunca ha comido.
Todos ellos somos nosotros mismos. Tú, tu pareja, tus padres, tus hijos, tus nietos… Todos y cada uno de nosotros, viviremos en esos experimentados cuerpos. Tú también te sentirás joven a pesar de tu experiencia, aunque los demás te traten como si no supieras nada. Vivirás más pronto que tarde en un lugar que no es tu casa, con personas que no conoces, con dolencias que no alcanzas a imaginar. Serás parte de esa parte de la población que grita para ser oída, que lucha cada día por vivir feliz sin más miedos y preocupaciones.
De hecho… ya eres uno de ellos. Todos somos ese anciano y anciana que conocemos.
El pasado no existe. Es solo una ilusión. El futuro solo está proyectado en tu mente. El presente te envuelve a cada respiración. Eres una luz en el camino. Una fuerza similar a una enorme ola, que nunca termina de romper en las rocas.
Vive cada día como si fuera el último. No esperes para hacer las cosas que deseas. Hazlas.
Eres como has vivido. Eres como vives.
Disfruta de cada instante y aprende a cada momento.
Hay tantas cosas por descubrir…
Recuerda: ¡Vive ahora!



miércoles, 15 de octubre de 2014

Sánate a ti mismo

No hay soluciones rápidas. Todo necesita un proceso, que requiere de nuestra acción.
Sé qué esperas encontrar en otros esa varita mágica para estar y ser feliz.
Sin embargo tú sabes que eso no es así.
Tú eres responsable de tu salud y de tu felicidad.
Te conoces bien. Sabes lo que necesitas y cuando lo necesitas.
Sabes lo que te conviene. Sabes quién no te conviene.
Y sin embargo, sigues atrapada en un pasado que ya se fue. Adherida a una forma de pensar que no te beneficia.
¿Hasta cuándo crees que tu cuerpo y tu mente aguantaran?
Quizás piensas que la delgada liana por la que vas caminando, seguirá soportando el peso de tu pasividad y falta de acción, por mucho tiempo. Pero tienes que ser consciente de que al final todo cede.
Responsabilizar a otros de tu salud tanto física como psicológica no es la mejor opción para que ese puente siga en pie.
Imagina que estás en ese puente construido con una frágil liana. Aunque te quedes quieto, impasible ante los cambios y los avisos de tu cuerpo, tu peso hará que la cuerda se rompa.
Visualiza ahora la escena de querer que otra persona te coja en brazos y juntos comenzar a caminar por el puente… ¿Qué crees que pasará? La cuerda seguirá estable por unos segundos, pero pronto terminará cayendo. Al igual que tu salud (y la de aquellos a los que responsabilizas).
Toma la responsabilidad de tu salud. Adquiere la fuerza que ya tienes para dar esos pequeños pasos que te ayuden a cruzar el puente.
Al otro lado estás tú, más viva y saludable que nunca. Sanándote a ti misma y siendo consciente de tu poder.
Entonces… ¿Cómo comenzar a sanarte a ti mismo?
Para empezar puedes seguir estos sencillos pasos:
1. Sé consciente de que tu estado de salud depende de ti misma.
2. Acepta que el cambio es lento.
3. Alberga expectativas realistas sobre ese cambio o no tengas expectativas de lo que va a pasar.
4. Busca los recursos que te ayuden a avanzar por el puente hacia tu sanación.
5. Pide ayuda cuando la necesites, sin volcar sobre los demás esa responsabilidad que tienes sobre tu estado físico y mental.
Y sobre todo, sonríe.
Disfruta de las pequeñas cosas que te rodean.
No te dejes. No te pares encima de esa frágil liana.
Sigue caminando.


miércoles, 8 de octubre de 2014

Eres una persona con suerte

Todos hemos escuchado la frase: “Todo es según el color del cristal con que se mira”.
Seguramente, muchos de nosotros no nos hemos parado a pensar en su significado detenidamente.
Todo hecho tiene una interpretación diferente según quién lo percibe.
Nuestra percepción es diferente de la de nuestra amiga, y también es distinta según nuestro estado de ánimo.
Podemos encontrar en nuestro camino personas con suerte que nunca diríamos que son afortunadas. A pesar de nuestra percepción, esa persona ríe cuando nosotros estaríamos llorando y canta cuando parece no tener razones para ser feliz.
¿Qué diferencia hay entre esas personas y nosotros?
Quizás la frase del principio tenga mucho que decir al respecto.
Como he comentado otras veces, siendo niña una enfermedad llegó a mi vida y a la de mi familia. Todo pareció truncarse cuando el dolor no me dejaba dormir o mi cuerpo comenzaba a tener limitaciones cada vez más tangibles. Y pronto observé como las percepciones de quienes me miraban tenían sentimientos de pena o de reproche (“Pobre niña. Tan pequeña… que mala suerte ha tenido” o “¿Por qué le ha tenido que pasar a ella?”).
Sin embargo mientras el dolor no estaba presente, yo me sentía feliz. Sabía que era una persona con suerte y seguía jugando y disfrutando de mis aficiones.
Entonces, ¿todo es según el color del cristal con que se mira? Yo creo que sí. Eres tan afortunado como tú creas que lo eres.
De las experiencias (incluso de las dolorosas) se aprende a seguir avanzando.
Sé que mi percepción puede estar sesgada por mis vivencias pasadas… Pero ¿qué percepción no está sesgada o es potencialmente subjetiva?
Cuando ves al chico que nació sin brazos y sin piernas ¿qué piensas? ¿Qué sentimiento te produce observar a otros a la hora de afrontar sus vidas?
¿Crees que son diferentes a ti? ¿Piensas en la suerte que tienen o por qué a ti no te ocurren cosas maravillosas?
Quizás todo depende de tu percepción. Tal vez no aproveches el momento (“Carpe Diem”) o simplemente no había llegado el instante para cambiar tu mirada.
Es posible que esas preguntas que tienes, sean el inicio del cambio.
¿Te has dado cuenta ya?
Eres una persona con suerte.



miércoles, 1 de octubre de 2014

El final puede ser el principio

Detrás de la puerta está la llave…
Entonces… ¿Cómo abrir la puerta?
La respuesta a esa pregunta la tienes tú.
Todos somos la llave que abre la puerta a la siguiente experiencia en nuestra vida.
Detrás de esa pared que nos da miedo atravesar, hay un sinfín de nuevos proyectos, amor y vida.
Aunque sean tus últimos pasos por esta realidad, tu puerta también te está esperando llena de nuevos amaneceres.
Los pies descalzos con los que hemos andando tantas veces, nos hacen estar en contacto con la tierra.
Lo que importa cuando nos vamos lejos o cuando esa etapa de nuestra vida se ha terminado, son esos momentos de felicidad y aprendizaje que hemos vivido.
De todo lo que poco positivo que te ocurre, puedes sacar alguna conclusión constructiva.
Imagina que detrás de esa puerta ya no hay miedos ni dudas.
Visualiza tu vida como te gustaría que fuera…
¿Días llenos de amor?, ¿Noches con poco dolor?, ¿Sueños llenos de esperanzas?
Todo está detrás de ese nuevo recorrido que vas a emprender.
Tus anhelos más profundos, esos con los que sonreías de niño, están ahí. Nunca se fueron.
Tan solo hicieron una pausa en el camino, pero no te abandonaron.
La alegría de entonces puede ser tu motor de ahora.
Recuérdate cuando eras tan feliz que casi nada te importaba. Aunque te doliera algo, aunque tus días fueran largos… Estabas allí. En el momento. Observando a través de la puerta una realidad que aún desconocías.
Hoy estás aquí. Delante de esa puerta mágica.
Esperando para dar el siguiente paso.
Con la energía de quién sabe que no solo es un cuerpo físico y con el coraje de quién ha comprendido que solo importa el amor.
Ya eres lo suficientemente sabio como para atravesar esa puerta y cambiar tu vida.
En tu mano está seguir siendo tan feliz como siempre has deseado.
Y aunque detrás de esa puerta, haya otra más esperándote, habrás aprendido a abrirla y ya no será tan complicado.
Recuérdalo: el final puede ser el principio.
Hoy es el día para comenzar a cambiar.
¡Ánimo!