Dirígete a una habitación en la que sepas que no te van a molestar durante unos minutos.
Ponte ropa cómoda o desabróchate para estar lo más a gusto posible.
Elige una música que te guste, puede ser tranquila, de relajación o todo lo contrario. No importa. Tan solo pon música.
Cuando lo hayas hecho, sitúate en el centro de la habitación y cierra los ojos.
Respira profundamente tres veces.
Escucha.
Olvida que tienes pensamientos. Aunque estén, déjalos pasar.
Tú céntrate en la música. En las sensaciones que te produce.
Lentamente comienza a balancearte de un lado a otro.
Nota como en el centro de tu pecho, empiezas a sentir un leve cosquilleo y un estremecimiento de alegría. Sin poder evitarlo, sonríes.
Déjate llevar por la música.
Muévete como te apetezca en ese momento.
Haz muecas, ríe a carcajadas, mueve la cabeza, los brazos…
Disfruta de tu cuerpo y de este instante sin pensamientos.
Poco a poco, tu cuerpo se va soltando más y más. Cada vez estás más relajado y lleno de felicidad.
Sientes como la música está dentro de ti.
Incluso notas como si flotases.
Respira profundamente una vez.
Sigue siendo feliz.
Abre los ojos.