miércoles, 2 de enero de 2013

Tu cuerpo es tu templo


Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Ahora, que te sientes relajado y tranquilo, abre los ojos.

Imagina una habitación completamente vacía.

Casi no distingues lo que está arriba de lo que está abajo.

Nota las sensaciones del vacío de esa sala.

Entra dentro y dirígete a una de las esquinas.

Acurrúcate allí.

Ahora tan solo observa:

Un grupo de personas entran en la habitación, haciendo mucho ruido y se sitúan de pie en medio de la sala.

Algunos llevan comida y bebidas en sus manos. Visualiza los alimentos que traen: carnes, pescados, panes, dulces... Grandes cantidades de comida que desborda las manos de quien los llevan.

Dirige la atención de nuevo a la puerta:

Varios elefantes y cerdos, entran con algo de dificultad por la puerta.

Los animales se sitúan en otras de las esquinas del lugar, aunque ocupando mucho espacio y se ponen a comer restos de comida y frutos secos, que hay en el suelo.

Tú continúas en cuclillas, en un rincón, observando la escena.

Respira profundamente una vez.

Una mujer con una fumigadora repleta de humo, entra en estos momentos en el cuarto y llena todo el ambiente de humo negro irrespirable.

Sin embargo, nadie parece darse cuenta al principio de ello, hasta que poco a poco, comienzan a toser y a respirar con dificultad.

Un gran tubo aparece por la puerta y enseguida, comienza a fluir de él, gran cantidad de líquido.

Todos los de la habitación, intentan continuar con lo que hacían, aunque pocos lo consiguen.

Tú ya no puedes mantenerte en el suelo y comienzas a subir con el líquido que acaba de entrar en la habitación.

Estás empapada y cada vez más cansada.

Sabes que necesitas salir de ahí para poder respirar y sentirte mejor.
Vas nadando hacía la puerta y con mucho esfuerzo consigues salir de allí, aunque el resto de los que hay en la habitación no lo logran (y muchos ni lo intentan).

Cuando sales, observas que en la puerta por fuera, hay un letrero grande, que pone:

"Estómago".


Vivimos cada día con nuestro cuerpo y apenas le prestamos atención.

Menos atención aún le damos a nuestro sistema digestivo, siendo una de las partes más importantes para mantener nuestro cuerpo estable y saludable.


Visualiza ahora una habitación o sala que te produzca tranquilidad y relajación.

Puede ser tu cuarto, el lugar en que haces meditación o un templo.

Imagínate entrando en ese lugar y dirigiéndote a una de las esquinas.

Nada más entrar sientes el aroma y la paz que se respira en ese sitio.

Hay una mesa con algunas comidas, frutas y verduras, y alrededor de ella, un grupo de personas sentadas, dialogan en voz suave y sin aspavientos.

Algunos animales, reposan plácidamente en una de las esquinas, relajados y apacibles.

Un poco de humo que sale de un incienso, colocado en una pequeña mesa, hace que la estancia aparezca más tranquila.

Estás muy relajada en tu esquina y feliz de estar en aquel lugar, del que no deseas salir huyendo.

Uno de los grifos que hay en la pared, se abren de vez en cuando para llenar los cuencos de los que beben las personas y animales allí presentes.

La calma te hace sentir alegre.

Respira profundamente una vez.


Disfruta de cada momento y ofrécele a tu cuerpo lo que necesita para tu bienestar físico y mental.

Recuerda:

Tu cuerpo es tu templo. 



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