miércoles, 28 de marzo de 2012

Comunícate


La comunicación es muy importante para mantener relaciones sociales y personales satisfactorias.
Si no sabemos comunicarnos, nuestro mensaje no llegará a su destino y los demás no sabrán quienes somos, como estamos o cuáles son nuestros proyectos.
En muchas ocasiones damos por hecho que los otros nos tienen que entender, a pesar de que no hablamos con ellos ni les expresamos nuestras sensaciones.
Entonces surgen los conflictos…
El hijo se encierra en su habitación, el amigo deja de llamarnos, la pareja apenas habla, los compañeros de trabajo te evitan…
¿Has pensando alguna vez? … “¡Es que no me conoce…!”
Te pregunto: Pero, ¿te has dado a conocer? ¿Has contado quién eres, cuáles son tus deseos, como te sientes…?
A veces esperamos que los demás den el primer paso…
“Ya se acercará ella”, podemos pensar, o “tiene que saber cómo me encuentro… llevamos años juntos…”.
Pero no es así. Tú eres también parte activa en una relación.
Aprender a expresar las emociones que sentimos y hacerlo en el momento adecuado, hará que nuestras relaciones sean más fluidas y felices.
Porque no solo basta con decir: “Hoy estoy algo triste por un problema en el trabajo”, sino que tienes que encontrar la situación mejor para ti y para la persona o personas a las que se lo vas a contar. Tal vez ella o él se encuentre en ese momento ocupado o haciendo cualquier tarea… espérate entonces. Espera a que tú amigo, hijo o pareja estén más tranquilos o con menos ocupaciones.
Comunícate sin miedo.
Recuerda: Hay muchas personas que están deseando escucharte.







miércoles, 21 de marzo de 2012

Sé tu propio amigo



Siéntate en un lugar cómodo, donde sepas que no te van a molestar, aunque estés rodeada de gente. Puedes hacerlo en tu dormitorio, en tu cuarto de baño o en el banco de un parque.

Una vez que hayas elegido el sitio, cierra los ojos y respira tranquilamente tres veces.

Con cada respiración tu cuerpo se relaja cada vez más y más.

Céntrate en los ruidos o sonidos que te rodean. Tal vez sea el sonido de un reloj pasando los segundos, el ruido del motor de un coche o el canto de un pájaro. Haz que ese sonido te traiga al ahora, a este preciso momento.

Siente tu respiración. Observa cómo poco a poco se va haciendo más lenta y sosegada.

Ahora imagina como desde el centro de tu pecho, sale una copia exacta de ti mismo y como se sienta enfrente de ti.

Haz que esa sensación de tenerte enfrente de ti sea real. Utiliza el tiempo que consideres necesario para hacerlo.

Cuando lo hayas hecho, aún con tus ojos cerrados, observa a la persona que tienes delante. Recorre su rostro, sus gestos, su cuerpo, su forma de sentarse…

Ella también te está mirando y te sonríe.

Después de un rato mirándoos, comienza a preguntarle cómo se siente y si hay algo que le preocupa.

No dejes de mirar a tu otro yo, mientras te relata sus experiencias y sus molestias. Escúchala detenidamente y asiente con cada una de sus palabras.

La otra persona que está sentada enfrente de ti, entonces, empieza a darte las gracias por escucharla y te comienza a decir todo lo bueno que tienes y que te hace ser quién eres.

Tienes una conexión especial con aquel reflejo de ti mismo y estás seguro y protegido. Te sientes como si estuvieras con uno de tus mejores amigos.

Mírate con simpatía y comprende que esa persona que miras eres tú misma.

Dale las gracias por estar siempre ahí y dale la palabra de que tú también estarás pendiente de ella todos los días.

Recuerda: no te olvides de ti mismo, escúchate y quiérete como lo haces con los que te importan.

Si tú estás bien, los demás también lo estarán.

Respira profundamente una vez.

Imagina como la persona que está enfrente de ti, se levanta y vuelve a entrar dentro de ti, por el mismo sitio por el que salió.

Sonríe.

Abre los ojos.



miércoles, 14 de marzo de 2012

“Raíces y Lluvia”



Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Descubre dentro de ti el silencio. Siente tu respiración y préstale atención.

Imagina que te conviertes en una botella vacía de cristal. Visualizará del color que más te apetezca.

Siente el frío del cristal y el vacío que te rodea.

Céntrate en tu base. Observa cómo estás situado en un suelo de tierra mojada, y como las raíces de la tierra, han atravesado el cristal que te protege.

Nota la humedad y como las raíces suben lentamente hacía tu cuello.

Respira profundamente una vez.

Las raíces se paran antes de salir de ti, antes de llegar al final de la botella.

Siente las raíces que hay dentro de ti, como si te hicieran cosquillas. Sabes que no hay nada entre tú y las raíces, pero aún así, sientes un leve hormigueo.

Ahora imagina que comienza a llover. Las gotas de agua, comienza a caer dentro de ti, en el interior de la botella. Nota como las raíces continúan creciendo y comienzan a salir fuera de ti. El agua de lluvia es cálida y eso te relaja cada vez más.

Poco a poco, la botella se va llenando de agua y las raíces cada vez se hacen más y más grandes y altas, hasta que llega el momento en que estás completamente llena de raíces y agua.

Siente el espacio lleno. Respira profundamente una vez.

Sin darte cuenta, te transformas de nuevo en ti. Tu cuerpo regresa, pero tú sigues con la sensación de las raíces del suelo dentro de tu cuerpo y del agua de la lluvia rodeándote.

Sigues siendo del color que elegiste para la botella de cristal.

Vuelve a prestar atención en tu respiración e imagina como las raíces se van haciendo cada vez más y más pequeñas, hasta que desaparecen dentro de ti, y como el agua se va absorbiendo lentamente en todas las partes de tu cuerpo.

Vuelves a ser tú, pero las raíces forman parte de ti ahora. Al igual que la fuerza de la lluvia.

Abre los ojos.

Disfruta del día.



miércoles, 7 de marzo de 2012

La fuerza está en ti


Eres una persona maravillosa y llena de fuerza.


Has llegado hasta aquí, haciendo miles de malabares, y aquí sigues.

Tu voz interior o tu intuición, te ha querido llevar hacía el lugar que más te convenía.

En ocasiones no te has hecho caso y te has dejado influir por el entorno o por el que dirán. Entonces… las cosas no han parecido fluir. Todo se ha vuelto más pesado y lento. Incluso tú te has vuelto más pesada:

“Haré lo que él me dice… Aunque sé que no debo de hacerlo… Vayamos a que se moleste”…

“Saldré con ellos un rato. Ya tendré tiempo mañana de dormir y de terminar de leer el libro. No quiero que piensen que soy un aburrido”…

Cuando estamos solos y en silencio, tranquilos y cómodos con nosotros mismos, es el momento de hacerte preguntas en voz alta:

¿Estoy haciendo lo que deseo hacer? ¿Tengo algún dolor o molestia en mi cuerpo que me esté avisando de que algo no marcha del todo bien?

Escúchate. Oye esas respuestas que aparecerán en tu mente sin tú buscarlas.

Siente esa fuerza que hay en tu interior. Nota, justo en el centro de tu pecho, como algo dentro de ti se ensancha y te impulsa a moverte hacía una dirección.

Analiza si es adecuado que hagas aquello que sientes. Evalúa los pros y los contras antes de tomar cualquier decisión. No te dejes llevar por el primer impulso. Pero tampoco te dejes convencer por motivos externos que no te convienen.

¿Lo sientes? Ya has tomado una decisión y ese es el primer paso para seguir o comenzar a escucharte.

Dentro de ti, habita un sabio…. Eres tú. Tan solo escucha, analiza y actúa.

Recuerda: la fuerza está en ti