jueves, 27 de agosto de 2009

¡Exprésate!


No te encierres.
La jaula de oro que hay a tu alrededor, no te conviene.
Si deseas dar un beso, un abrazo, decir un te quiero…
¡Hazlo!
¡Dilo!
No te guardes esos sentimientos que tienes dentro de ti.
Sácalos.
¡Exprésate!

No tengas miedo de las reacciones de los demás.
Ellos también tienen miedo a sentirse rechazados o a hacer el ridículo.

Comienza poco a poco, si ves que no eres capaz ahora de dar ese beso o ese abrazo o de decir ese te quiero: sé sincero contigo mismo; contigo misma.
Habla en voz alta cuando estés sólo.
No es de locos hacerlo.
Háblate de tus sentimientos. Dí que necesitas, que deseas, que quieres, a quién amas.
Todas las semanas, dedica unos minutos del día o de la noche, a escribir en un papel como te sientes.
Escribe:
Esta semana me siento…
Y termina el escrito con un deseo:
Esta semana deseo que… (Por ejemplo, dar más abrazos a las personas que me rodean).
Hazlo sin prisa, pero hazlo.

¡Exprésate!

jueves, 20 de agosto de 2009

"El significado de las cosas que te ocurren"

El velo de los ojos no la dejaba ver. Tampoco respirar.
Sus días estaban contados.
Por eso, Aurora, había decidido compartir con el mundo sus temores.
Buscó en todas partes y consiguió hacer un pequeño agujero por donde contar su historia.

Comenzó desde muy niña en las labores de la casa. Luego, según crecía, sus obligaciones eran cada vez mayores.
Cierta mañana, su padre pensó en ella para un trabajo remunerado. Era poco, pero algo era.
Consiguió el trabajo fuera del hogar, pero aún trabajaba fuertemente dentro de él.
Sus esperanzas de caminar hacia sus deseos, estaban cada vez más lejos.

Resbaló en la calle.
Todo el mundo la miró, sin darle una mano para levantarse.
Observó el mundo desde allí. Sentada en el sucio suelo de la calle.
Pensó: -
Es así como es mi vida. Caigo y yo sola he de levantarme ¿Cómo si no podría seguir adelante? ¿En este suelo gris?
Sus pensamientos corrían veloces. No tenían nada de lógica. Eso creía ella.
Fue a levantarse, y vio una mano cerca de ella, ofreciéndole ayuda.
Era un milagro, pensó. Alguien la socorría. Tal vez su destino no era el que había imaginado.
Volvió su cara agachada hacía esa persona, y le dio las gracias.
Utilizó su brazo para incorporarse. La persona la miró, asintió con la cabeza y se fue.
Nunca más la vio.
Pero su mano, siempre está presente en su historia: “la mano que la ayudó a levantarse”.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El Tiempo Pasa

No te quedes ahí sentado lamentándote por lo que fue.
Abre los ojos. Date cuenta de lo que tienes ahora.

La vida pasa.
Todo acaba. Nada permanece.
Al final solo queda lo más importante, y no es cuántos coches tuviste, o cuánto dinero atesoraste.

Levántate de la silla y ve al espejo que tengas más cercano.
Mírate. Observa tu rostro, tu cuerpo… míralo un rato intentando no pensar en nada. No critiques lo que ves. Sólo mírate.

Cuando hayan pasado unos minutos, cierra los ojos (ahí mismo, delante del espejo), y desea aquello que más anhelas.
Respira hondo. Abre los ojos y vuelve a mirarte.
Sonríe. Mirándote, dí en voz alta:
- Este momento es precioso. Yo no sólo soy eso que veo en el espejo, pero lo que veo es maravilloso. Yo soy una persona maravillosa y merezco todo lo bueno que me pase. A partir de hoy, seré consciente de que este momento es el idóneo, de que el tiempo pasa y todo cambia. Te quiero.

Mira atrás por un instante, y reflexiona sobre esos cambios que has tenido en tu vida… todos tienen algo positivo o de todos aprendiste algo que luego te ayudó a afrontar otras cosas vividas. Eres lo que eres por lo que fuiste y mañana serás lo que hoy deseas ser.

¡Sé positivo! Crea esa persona que quieres para mañana.
Recuerda: ¡el tiempo pasa!

jueves, 6 de agosto de 2009

Escucha ...


A veces no sabemos comunicarnos con las demás personas.

Miramos a los otros, y vemos como su boca se abre y de ella salen sonidos. Pero no somos capaces de entender lo que dicen.

En ocasiones nos hablan, pero nosotros no les prestamos atención. Estamos en nuestras cosas. Sumergidos en nuestros propios “problemas”: “- Quién tiene ganas de escuchar esas historias”, pensamos…
Creemos que no nos hace falta oírlas, que con estar allí delante de aquel amigo que nos cuenta sus anhelos, es suficiente. Pero muchas veces, esto sólo, no es bastante.

Todas las personas necesitamos sentirnos apoyados (seamos niños, adultos o ancianos), que los demás entiendan lo que pensamos y sentimos. Saber que hay alguien ahí que nos escucha y que nos comprende.
En esto, todos nos parecemos. Somos como los demás.

Es importante que desarrollemos la empatía. Saber ponernos en el lugar del otro, y darnos cuenta de las necesidades que tienen a simple vista.
La comunicación y las relaciones se hacen sencillas entonces.

Solo es cuestión de saber escuchar. Escuchar al que está delante de nosotros. Pararnos a oírle de verdad.
Entonces la escucha se vuelve activa. No sólo le estamos escuchando, sino que además vemos sus gestos, su expresión, su tono de voz… y entonces “averiguamos” como se siente esa persona por dentro.
Y en ese momento, el simple hecho de estar delante de esa persona basta. El simple hecho de estar mirándolo, asintiendo y escuchándolo, ya es suficiente. Y lo es, por que cuando escuchamos activamente, sí estamos comunicándonos con el otro. Éste se da cuenta de nuestra conducta y su expresión cambia. Si tenía algún “problema” se va diluyendo en las palabras, y si contaba una anécdota divertida, su sonrisa es cada vez más alegre.

Hagámoslo… escuchemos a los demás como si fuéramos nosotros mismos. Hagamos que la comunicación se vuelva más fácil.