miércoles, 28 de septiembre de 2011

Estar Un Poco Loco




Ser una persona seria, cansa. Siempre tienes que decir y hacer las mismas cosas. No puedes desviarte de tus ideas ni de tus ambiciones. Todo lo que te ocurre no es agradable, pero tienes que vivirlo... Es tu obligación.


La excesiva responsabilidad que pones en todo lo que haces, te agota.

Pero tú puedes hacer que eso no sea siempre así. Es mejor estar un poco loco, si quieres ser más feliz.

Deja de tomarte las cosas en serio y ríete.

Respira profundamente tres veces. Relaja todo tu cuerpo. Cualquier tensión que sientas, disuélvela con
cada respiración.

Hoy vas a vivir un día estupendo.

Todo lo que te pase, va a ser divertido y te van a dar ganas de reír.

Antes de salir de casa, mírate en el espejo e imagina que eres un payaso alegre. Tienes los ojos pintados de blanco y una gran nariz roja. Mueve la boca, ábrela lo que puedas, menea la nariz de un lado a otro, gesticula delante del espejo durante un rato.

Ya estás preparada para ir a la calle.

Observa como desde que pones el pie en la acera, todo a tu alrededor es diferente a otros días. Tu vecino te saluda y tú lo imaginas disfrazado de trapecista con mallas estrechas… El panadero va vestido de rojo, con un gran sombrero que le caracteriza como el jefe de pista.

Hoy, cualquier cosa que hagas, va a estar rodeada de colores y de circo. Incluso esa persona de tu trabajo, que está siempre enfadada con todos, no te sacará de tus casillas. Será el payaso triste de ese circo que estás creando hoy.

Cuando tengas que hacer cola en una tienda, imagínate a todo el mundo vestido de payaso. Incluso escucharás la música de los malabaristas y la voz del jefe de pista, diciendo: “Siguiente”.

Es posible que te rías sola o que sonrías más de una vez durante el día. Y sí… es posible que muchos de los que te rodean te miren con sorpresa.

Pero no te centres en ellos. Tan solo en tu circo.

Recuerda: Es mejor estar un poco loco.




miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sin Tensión



Ve a una habitación en la que sepas que vas a estar solo por lo menos diez minutos.

Echa en el suelo una toalla o una manta.

Túmbate en ella (sin almohada), boca arriba, con los brazos a lo largo del cuerpo y las piernas un poco separadas.

Cierra los ojos y respira profundamente una vez.

Deja que tu cuerpo se vaya relajando en contacto con el suelo.

Nota las tensiones que hay acumuladas en algunas partes de tu cuerpo.

Siente cada una de ellas, y céntrate en una cada vez.

Comienza por los pies y ve subiendo hacía la cabeza.

Es posible que notes tensión o malestar en las rodillas, en las caderas o en los hombros. Sin embargo, no te muevas, sigue en esa posición, soltando cada vez más las tensiones.

Abre los ojos.

Observa el techo y concéntrate en un punto.

Respira lenta, consciente y profundamente y repite para ti: “Todo está bien”. “Todo está saliendo bien”.

Cuando notes que la tensión que tenías en los hombros o en las piernas, ha desaparecido o disminuido, 
comienza a doblar poco a poco las rodillas.

Siente lo placentero de ese movimiento. Mueve el cuello, las caderas, los pies…

Estira los brazos todo lo que puedas hacía arriba y respira profundamente una vez.

Disfruta de la sensación.

Han pasado pocos minutos, pero la pesadez y la tensión que tenías han desaparecido casi por completo (o por completo).

Levántate lentamente, sin prisas.

Este momento es único.

Ya puedes volver a tus tareas diarias, con un poco menos de tensión.

Y recuerda: tú puedes hacer que ésta disminuya cuando lo desees.




miércoles, 14 de septiembre de 2011

Indefensión Aprendida


Cuando de niña me dio el brote de Artritis IdiopáticaJuvenil (AIJ), pensé que había hecho algo mal, que era mi culpa el estar enferma. Estuve durante años, deseando no tener las consecuencias de la AIJ en mi cuerpo (deseaba mis manos sanas, poder sentarme en el suelo, correr…). Hacía pactos conmigo misma (“Si hago esto, cerraré las manos”), que no servían. Continuaba igual que hasta ese momento.

Comencé entonces a tener indefensión aprendida (“Si no puedo hacer nada por cambiar, pues no hago nada”), incluso en situaciones que dependían de mis actos y pensamientos. Me convertí en una persona pasiva y me creía indefensa ante cualquier circunstancia.

Estas experiencias, redundaron en mi salud psicológica y en mi autoestima. Creía que ya no era capaz  de hacer cosas por mí misma,  los demás siempre eran mejor que yo (por lo menos, ellos realizaban acciones que les llevaba a cambios en sus vidas).

Tardé tiempo en volver a quererme como antes y algo más, en superar esa indefensión que creía tener.


No estás en esta situación por qué seas mala persona o te merezcas cosas terribles.

Sigue intentando lo que te propongas, aunque no lo consigas en ese momento. Si te quedas quieto en una esquina, no podrás ver las maravillas que tiendes delante. Da un paso más y sal de ese rincón que te oprime.

Y si cometes un error, no te obsesiones. Somos humanos. Vuelve a levantarte y vuelve a intentarlo.

Lo importante es te que quieras. Parte de ahí. Vuelve a mimarte y a mirar por ti. Si tú no estás bien, las personas que amas tampoco lo estarán (¿A qué deseas que tus hijos o tus amigos o tu pareja, sean felices?... ¿Verdad que no te gusta verlos sufrir?… Ellos desean lo mismo para ti). Y sí que puedes hacer muchas cosas para cambiar la situación. Tal vez no en este momento exacto, pero puedes comenzar a cambiar un poco tu mente, para que el cambio llegue.

Sal de tu rincón. Disfruta y sé feliz.




miércoles, 7 de septiembre de 2011

Aprovecha Las Oportunidades



En cualquier rincón donde mires, hay una oportunidad para ti, esperando a que te des cuenta de su presencia.

No es difícil, solo tienes que estar atento.

Tal vez para una persona, por ejemplo, pisar un chicle en la calle, es un acontecimiento desastroso (“Me estropeó el zapato”, “Ahora tendré que limpiarlo”), pero para otra, ese momento  le hace tener una buena idea (que luego redunda en su calidad de vida) (“Voy a dejar de comer chicles, cada vez que lo hago me duele la mandíbula”).

El dicho dice que, “todo es del color con el que se mira”. Y es así. No tienes por qué seguir mirándolo todo oscuro. No te hace falta. Tampoco te beneficia.

Todos pasamos por momentos oscuros o grises y anodinos, pero no tienen por qué ser la norma que guíe nuestra vida.

Te recuerdo, que eres alguien especial y maravilloso. Mereces todo lo bueno y positivo que te ocurra. No dejes de creer eso.

Imagina un cielo lleno de nubes. Tu mente es el cielo y las nubes los pensamientos que te paran o te ocultan la visión de las oportunidades que tienes justo delante de los ojos. Las nubes no están siempre. Todas pasan y termina quedando el cielo claro y limpio. Es entonces cuando puedes ver los pájaros que se ocultaban detrás de ellas, o las estrellas (“Si lloras por no ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”).

Lo mismo ocurre con tu mente. Detrás de esos pensamientos catastrofistas o poco favorables, existe una mente clara, sin obstáculos, que está ahí siempre, esperando a que disfrutes de ella.

Recuerda: A cada paso que des, hay una oportunidad observándote y deseando que te des cuenta de que existe. No desaproveches las oportunidades.