miércoles, 28 de mayo de 2014

El tarro de los pensamientos

Seguramente que en cualquier rincón de tu casa tienes un bote vacío.
Búscalo.  Si es transparente mejor.
Pon el tarro en un lugar visible, como por ejemplo a la entrada del piso.
Hoy te propongo, que todos los días introduzcas en él un pensamiento positivo.
¿Cómo?
Pues sencillo. Coge por ejemplo, un garbanzo de la cocina, una piedra, un caramelo o una canica. No importa que objeto sea, mientras que no sea muy grande.
Cuando tengas en tus manos ese objeto, cierra los ojos y concéntrate en él. Respira profundamente una vez e imagina que aquella piedra o aquel garbanzo, representa un momento de tu vida que te gusta. Imagina la escena, ya sea el abrazo de tu nieta, o unas palabras de ánimo de tus amigos, e impregna dicho objeto con la energía de aquel instante.
Respira profunda y tranquilamente con los ojos cerrados. Cuando sientas que realmente has revivido aquella experiencia, di una frase positiva en voz alta, trayendo tus manos y el objeto hacía tus labios.
“La vida es maravillosa”.
“Todo está bien”.
“Soy una persona muy afortunada”.
Una vez que lo hayas hecho, ve al bote e introduce el objeto en él.
Poco a poco, el tarro se irá llenando de buenos momentos y de pensamientos motivadores.
Aunque no los veas, tú sabes que aquel bote contiene vibraciones positivas y cada día podrás observarlo y ver cómo crece en tamaño.
Anímate a pensar en positivo.
Anímate a hacerlo cada día, y disfruta del tarro de los pensamientos.


miércoles, 21 de mayo de 2014

Sin censuras


¿Cuántas veces te has tragado palabras que deseabas decir?

¿Cuántos sentimientos atrapados para no hacer daño a alguien que quieres?

A veces, y aunque poseamos habilidades para expresar adecuadamente nuestros pensamientos y emociones, las circunstancias hacen que no hagamos o digamos lo que realmente deseamos.

Hoy te propongo que destierres las tijeras de tu autocensura y las sumerjas en el olvido… Por lo menos por unos minutos.

Siéntate tranquilamente delante de un ordenador o de papel y bolígrafo. Respira profundamente una vez y comienza a escribir todo aquello que tienes dentro, que no has digerido y que te hace, en ocasiones, estar de mal humor.

Escribe sin censuras. Como si hablaras en voz alta contigo mismo. Expresa lo que en esos momentos te apetezca, sin sentirte culpable de hacerlo.

Cuando acabes de escribir, lee lo que has hecho.

Imagina que no eres tú la persona que ha escrito aquellas letras y analiza de modo objetivo su significado.

Averigua que es lo que te está parando o lo que te está haciendo más infeliz.

Puede que descubras cosas de ti misma, que no sabías. Quizás te sorprendas de aquello que nunca has verbalizado, pero que al leerlas, activan algo en tu interior.

Cuando hayas terminado de leerlo y de expresar tus emociones, rompe la hoja o borra el archivo que has creado.

Solo eso.

Si después de este ejercicio, te sientes con ganas, ve y dale un abrazo o un beso a esa persona con la que deseabas hablar y no lo hiciste. Lo que te enfadaba o te hacia sentir triste está roto en mil pedazos o en tu papelera de reciclaje.

Sonríe y disfruta del ahora.

Camina sin censuras, pero respetando los derechos de los demás.

Mereces que este momento sea único. Sabes que lo es.

Todo tiene una solución.

Las malas circunstancias o las malas experiencias pasan.

Deja de sentirte culpable o incomodo por no haberte enfrentado a aquella situación de modo asertivo y correcto.

No hay experiencias incorrectas. Tú vas marcando tus pasos a cada instante.

Respira sin miedos.

Vive sin censuras.



miércoles, 14 de mayo de 2014

No te quedes en la superficie

Nada ni nadie va a vivir por ti. Ni tan siquiera va a decidir lo que tú tienes que elegir.
Ni un líder, ni una religión, ni tus familiares o amigos…
La única persona que tiene la responsabilidad de mantener tu cuerpo en forma y tu mente sana, eres tú.
Aunque te leas miles de libros de ayuda, o vayas de viaje para impregnarte de nuevas experiencias, sino eres tú mismo el que tiene las riendas de tu vida, lo más probable, es que termines decepcionado o abatido por las consecuencias de tus actos.
Por supuesto, que antes de decidir o de opinar, lee, infórmate, busca alternativas. No te quedes en la superficie, porque eso redundará en tus decisiones.
Cuando hayas realizado dicha búsqueda y te hayas responsabilizado de tus pensamientos y acciones, es el momento de elegir lo que deseas.
Como digo, no esperes soluciones mágicas, ni creas que lo que lees o escuchas de otros, es lo correcto sin lugar a  dudas. Todo requiere dedicación y un trabajo previo. Como se suele decir, “Roma no se hizo en un día”. Paso a paso, los trazados de las calles, los edificios y plazas, se fueron construyendo y desarrollando con esfuerzo por parte de algunos.
Nada queda al azar. Tú mejor que nadie sabes lo que te ha costado conseguir ciertos objetivos. Y que por muchas veces que hayas caído, te has levantando de nuevo con más fuerza.
Todo esto no quiere decir que no busques ayuda o que no creas en otros. Simplemente, sé crítico con lo que tienes delante, después de buscar la información necesaria para criticarlo. Y apóyate en aquellos que saben otras cosas que tú no conoces, sin elevar dichas ideas como si fueran las únicas y verdaderas.
Existen tantos puntos de vista, como personas en el mundo. Sé también crítico contigo mismo. Comprende que hay otras posturas diferentes y que seguramente de todas podrás sacar algo de provecho.
Ya sabes…
No te quedes en la superficie.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Afrontar el dolor

Por la mañana le duelen tanto las articulaciones, que desearía gritar con todas sus fuerzas.
Sin embargo, se levanta muy despacio, se viste con esmero y tranquilidad y se pone una gran sonrisa en la cara.
Ha amanecido un nuevo día, repleto de cosas que hacer y de dolores que sortear.
Como para la gran mayoría de las personas que viven con dolor crónico (es decir un dolor que no se va, desde hace más de seis meses) el ritual de levantarse, asearse y desayunar, ya es toda una aventura.
No obstante, y a pesar de las dolencias, han aprendido a dibujar una sonrisa en su día y un suspiro de alivio en sus noches.
Afrontar el dolor crónico requiere avanzar paso a paso. Al igual que aquellos que han sufrido un cambio en sus vidas, o están próximos a su muerte, las personas con dolor, atraviesan varias fases, hasta que llega el día en que, aunque el dolor siga presente, ya forma parte de sus quehaceres y de sus hábitos:
1) Negación. Cuando vemos que el dolor no se va, que sigue presente a pesar de los medios para mitigarlo, comenzamos a desear que nunca nos hubiera pasado aquello que nos hace sentir dolor cada día. Nos encerramos en nosotros mismos y negamos lo que nos está pasando. Nos esforzamos entonces, en actuar como antes, sin tener en cuenta las señales que nuestro cuerpo nos envía, para parar o descansar más a menudo. Queremos volver a ser lo que fuimos.
2) Ira. Al darnos cuenta de que no podemos estar como estábamos, nos llenamos de ira. Nos enfadamos con todos y con todo. No tenemos ganas sonreír ni de compartir risas. Todo nos parece mal.
3) Negociación. En esta etapa, hacemos pactos. Ya sea con el profesional de la salud, con una fuerza superior o con nosotros mismos. Si volvemos a estar como antes, prometemos por ejemplo, dejar de vivir enfadados, o dejar malos hábitos que mantenemos a pesar de todo.
4) Depresión. Cuando vemos que no sirven las negociaciones para que el dolor constante desaparezca, nos cansamos de luchar contra las circunstancias y pensamos que nada tiene solución. Entonces, nuestros pensamientos se vuelven tristes y nuestros actos apáticos. Nos hemos dado cuenta de que el dolor seguirá con nosotros por mucho tiempo.
5) Aceptación. En esta última fase, hemos comprendido nuestra situación y nos hemos adaptado a las circunstancias. Sentimos todos los días dolor, pero ya apenas le prestamos atención. Forma parte de nuestro día a día. Unos días son peores, otros mejores y algunas noches el dolor no nos deja descansar… Aún así, somos conscientes de lo mucho que hemos aprendido de lo pasado y estamos dispuestos a afrontar activa y positivamente los acontecimientos. Por fin, volvemos a sonreír.
¿Tienes dolor crónico? Ten paciencia. Observa las etapas que he descrito y comprende que poco a poco, podrás aprender a afrontar el dolor que sientes.
Por todas esas fases, puedes pasar, en pocas semanas, en meses e incluso en años. Pero al final pasarás por todas. El dolor lo mitigarán los medicamentos, las técnicas analgésicas o el ejercicio físico, pero ese dolor leve o moderado, seguirá contigo como un aliado más en el camino. Alguien de quien aprender y con el que madurar. De todo se aprende. Del dolor crónico también, como he podido comprender desde que comencé a tener dolor con nueve años.
Obsérvate, mímate, cuídate… pero no te obsesiones en el dolor. Céntrate en las cosas buenas que te rodean. Vive, ama, canta, baila y sonríe… Lo mejor está por llegar.
¿Te animas a vivirlo?