miércoles, 27 de agosto de 2014

Arriba. Es hora de levantarse

Estático. Silencioso. Palabras aparte.
Un lugar sin aromas y sin ruidos.
Alejado de la vida y de la muerte.
La calma vive dentro de cada partícula que compone el cuadro.
Y sin embargo, todo está en constante cambio.
Aunque no lo veas. Aunque ni siquiera lo preveas.
Todo tu cuerpo está muriendo cada día.
A cada instante, te regeneras y te conviertes en otra persona.
Ya no eres la de hace veinte años.
Ni siquiera la de hace siete.
Ni la de hace minutos.
Lo sientas o no, a cada momento tu cuerpo se mueve. Nunca se para. Siempre te acompaña.
Los paisajes se adaptan a cada segundo.
Como en la película “Más allá de los sueños” tú pintas el cuadro de tus horas. A óleo, a lápiz o con nuevas tecnologías… no importa el cómo. Importa la intención con la que vivas cada bocanada de vida.
Porque la existencia es mágica y tiene miles de curiosidades que desvelar.
Todo está en continuo movimiento, aunque parezca parado.
Tu vida, tus silencios, tus deseos y tus sueños, también…
Todo se mueve. Y avanza hacia esos pensamientos con los que te levantas cada día.
Analiza esas pausas de felicidad que te ofrece la vida. Sabes que existen, porque las has experimentado.
Simplemente recuerda ese instante de alegría. Siéntelo dentro de ti. Nota como cada poro de tu cuerpo se mueve reviviendo aquella situación mágica.
Quizás te ocurrió mirando por la ventana, o tal vez sentado junto al mar, u observando a tu nieto… sea como sea, el simple hecho de atraerlo a tu mente y a tus pensamientos, te está modificando por dentro, ahora.
¿Lo notas? Eres tú, en la calma de tu mente. En la felicidad de un instante repetible.
Disfruta del ahora y respira profundamente.
Deja de agachar la cabeza.
Ha llegado el momento.
Arriba. Es hora de levantarse.



miércoles, 20 de agosto de 2014

Debajo de la cama

Cuando somos pequeños, el silencio y la oscuridad nos dan miedo.
Cualquier forma o bulto de nuestra habitación, se convierte en un monstruo que nos quiere asustar. Debajo de la cama, suele ser el sitio más cómodo para ellos, ya que tiene las condiciones adecuadas para su existencia: penumbra llena de silencios o de extraños sonidos inexplicables.
Cuando crecemos, reconocemos que es casi imposible que haya nada malo debajo de la cama, y creemos que por fin los monstruos se fueron.
La noche entonces, nos invita a la fiesta y a dejar de pensar. Ya no somos unos niños asustadizos…
¿O sí?
Debajo de la cama se esconden nuestros sueños y nuestros miedos. Dos opciones paralelas, que en ocasiones se convierten en una sola línea. Nuestros deseos se ven muchas veces truncados por esos terrores nocturnos, por esos monstruos creados en nuestra imaginación.
Es entonces, cuando nuestro niño interior (más paralizado que nunca), se sumerge en las sábanas para protegerse de los errores y de los miedos.
Cuando éramos pequeños, taparnos la cabeza para evitar ver las sombras, funcionaba hasta que conseguíamos dormirnos. El más mínimo ruido o corriente en la habitación, nos ponía en alerta, pero aquello podía durar poco. Al fin y al cabo, éramos niños, y estábamos cansados. Los juegos diurnos y los trabajos escolares, nos hacían llegar a la cama sin muchas ganas de luchar contra los monstruos.
Sin embargo, ahora, cuando ya somos mayores, hay muchas noches que no podemos dormir. A pesar del trabajo diario o de las tareas, nuestra mente sigue envuelta en los miedos y en los deseos incumplidos. Ese momento del día, puede ser idóneo para hablar con nuestro niño interior (sobre todo, si no nos podemos dormir). Darle apoyo, al que en su día fuiste tú mismo, solo en la penumbra de tu cuarto, y sin más compañía que tu imaginación.
Recuerda como eras entonces. Visualízate en tu cama con varios años menos. Imagina o recuerda, como bajabas la cabeza hacía el hueco de tu cama, y comprobabas que no hubiera nada ni nadie debajo. En realidad, ese era el momento más problemático de la noche, porque si tus sospechas eran ciertas, debajo de la cama, habría un monstruo mirándote con cara de pocos amigos. En ocasiones, llegabas a verlo gracias a las zapatillas o a las cajas guardadas allí. En otros momentos, decidías que el miedo era más fuerte y simplemente te tapabas la cara hasta que el cansancio te venciera. Aunque tus sueños no eran del todo tranquilos…
Ahora, imagina que estás contigo cuando eras pequeño. Siéntate a tu lado en tu cama. Y háblate sin tabúes.
Todo está bien pequeño. No pasa nada. Has superado grandes obstáculos a lo largo de tu vida y seguirás haciéndolo. Aquí estoy yo para demostrarte que los monstruos solo están en tu cabeza. Que puedes ser y hacer lo que te propongas, porque TÚ eres más fuerte que tus miedos y tus muros paralizantes. Ahora es el momento adecuado para aceptar que eres especial. Una persona maravillosa, con muchas capacidades. Imagina que debajo de tu cama, vive el sol y un mundo mágico lleno de seres extraordinarios. Sigue viviendo con esa curiosidad e imaginación desbordante que ve vida donde solo hay sombras. Sigue siendo un niño”.
Sin más, acaricia a tu niño interior, dale las gracias por dejarte aprender de él y sonríele.
Todo ocurre en función de cómo lo creas y de cómo los mires.
Recuerda todo lo que se esconde debajo de tu cama, y aprende de ello.
Vive sin miedos.
Tú puedes.



miércoles, 13 de agosto de 2014

Si yo fuera rico

Como dice la famosa canción, Si yo fuera rico, Yadi dadi dadi didu didu didu didu dum, Estaría todo el día bidi bidi bum…
¿Y qué es exactamente lo que tú harías si fueras rico?
Cierra los ojos e imagínate rodeada de dinero. Más del que podrás gastar en una vida.
Cree por unos instantes, que eres realmente multimillonario.
¿Qué sientes? ¿Felicidad? ¿Tranquilidad? ¿Armonía?
Expande tu mirada y observa a quién te acompaña.
¿Estás solo? ¿Tu familia te sonríe feliz?
Y ahora, analiza tu interior… ¿Eres distinto por dentro? ¿Qué ha cambiado para que ahora creas que eres más feliz?
Si observas la situación desde fuera, como si de un extraterrestre se tratara, verías lo absurdo de la ecuación. Tan solo ha cambiado que tienes unos cuantos papeles alrededor tuyo y sin embargo, tus ilusiones, expectativas y anhelos, se han modificado rápidamente.
¿Tu realidad se dibuja en función del dinero o de las cosas materiales que puedes o no comprarte? ¿O sientes que eres algo más que un número o que un consumidor sin motivos más?
Como no sé cuáles serán tus respuestas a esas preguntas, te dejo las mías. Yo, al igual que muchos de nosotros, no soy rica. De hecho, como la inmensa mayoría de las personas en España, no tengo trabajo. Tampoco tengo otros bienes materiales, ni coche, ni casa, ni otras propiedades… Soy una persona con discapacidad más, y que a pesar de mis estudios, tengo pocas oportunidades laborales.
Dicho todo lo cual, mi respuesta es: Sí. Quiero ser millonaria…
¿Quién no desea tener dinero y así imaginar un futuro lleno de felicidad, paz y armonía?
Y claro. Quiero tener mucho dinero y “trabajar” en lo que me gusta: escribir.
Pero… ¿Eso es lo que me impulsa cada día para vivir?
Pues No. Mis motivaciones no van en línea con ser multimillonaria. Mis deseos no están cerca de crear multinacionales para lucrarme y tener cada vez más y más dinero.
Cada vez que en mi mente resuena la canción “Si yo fuera rico”, mi cuerpo baila y mi mente sonríe y actúo como si ya fuera millonaria según los cánones establecidos: feliz y sin preocupaciones o culpas.
Y me sorprende ver a personas ricas, pobres en valores y en relaciones humanas, siendo muchos de los líderes que nos marcan el día a día.
Sí. Yo quiero ser rica, pero también deseo la felicidad. Y una felicidad a largo plazo, que no se compre con dinero. Un amor incondicional hacia mí misma, hacía mis allegados. Amor sin condiciones y la motivación de avanzar a cada instante, sonriendo y cantando a pesar de las dificultades.
Porque somos muchos y muchas los que no somos millonarios, y sin embargo sabemos vivir y reír. Unos luchando con sus dolencias, otros emergiendo de las ruinas y otros muchos, levantándonos cada vez más y más fuertes y sabios.
Sé que tú eres una de esas personas: rica en valores y en emociones. Una inteligencia emocional, que nos hace disfrutar de cada instante sin miedo al siguiente, o a lo que vendrá.
Supervivientes al fin y al cabo, que cumplen sus deseos más inmediatos y que están rodeados de amistad, amor y compañerismo.
Aunque sea algo no real en estos momentos de tu vida, te lo voy a recordar: Tú ya eres rico. Y mucho.
Sigue viviendo con esa valentía y el arrojo de los que tienen sueños.
Y sigue cantado…
Si yo fuera rico… yadi dadi dadi didu didu didu didu dum.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Plasticidad neuronal

Todos sabemos que nuestras acciones tienen consecuencias. Y lo sabemos, porque vemos los resultados físicamente. Sin embargo, los efectos que acarrean los pensamientos, aunque también son palpables y pueden hacernos hasta enfermar, los dejamos en la trastienda de nuestros recuerdos y vivencias… No les queremos dar la importancia que tienen.
Que lo que pensamos se convierte en una realidad, no es una creencia mágica. Nuestra capacidad mental es amplia. La plasticidad que tienen nuestras neuronas, se sigue investigando cada día. Todo lo que aprendes, todo lo que experimentas, todo lo que piensas y sientes, deja huella en tu cerebro.
No hay límites en tu mente. Solo los que tú te pones. Si eres curioso y si deseas conocer cosas nuevas, cada vez tu plasticidad neuronal será mayor. Si por el contrario, te estancas en unas ideas o pensamientos, la mente se vuelve también pequeña.
La imaginación, la curiosidad y la acción, son ingredientes fundamentales para que tu cerebro esté en  marcha, tengas la edad que tengas. No es tarde… Aunque nunca lo hayas ejercitado, aunque te creas un negado para algunos temas... Si realmente tienes motivación y empeño, puedes aprender y hacer lo que te propongas.
Aunque nunca hayas estudiado una carrera científica, si mantienes la curiosidad y las ganas de aprender, y no te asusta aquello que aún no tiene una explicación lógica, ya eres un científico.
Hoy te animo a que cojas ese libro que hace tiempo deseas leer, que busques en internet ese tema que tanto te apasiona o que rememores tu etapa del colegio recordando las asignaturas de esa época.
No creas que por llegar a una edad, ya no puedes aprender más. No es cierto. No pienses que porque nunca lo has hecho, no vas a ser capaz de hacerlo. No es verdad.
En ocasiones, observo gente a mi alrededor, que han decidido que ya son viejas para todo. Y es curioso, porque algunas de estas personas tienen menos de 40 años.
¿Mayor para estudiar? Nunca se es mayor para aprender y modificar nuestra percepción del entorno. Cuando decidas que ya eres demasiado mayor, habrás comenzado el camino hacia la perdida de esa capacidad neuronal que posees.
Si tienes hijos o sobrinos, estudia con ellos. Lee con ellos. Trasmíteles tu entusiasmo por el aprendizaje. Juega también con ellos. Jugando también se aprende. De hecho, posiblemente sea la mejor manera de hacerlo.
Escucha ¿Lo oyes? Es tu mente en funcionamiento.
Atrévete a aprender. Atrévete a soñar y a jugar.
Este es el momento.