Me acuerdo que cuando era pequeña,
me tiraba horas mirando los dibujos de las baldosas del piso de mis abuelos.
No había más que manchas, pero
yo podía ver figuras y rostros, que me
contaban una historia cada vez.
Tenía que ser muy pequeña, porque
aún me sentaba en el suelo sin ayuda y sin que me dolieran las caderas.
Es curioso como actúan los
recuerdos.
A veces, con tan solo mirar un
momento el suelo en el que te encuentras, observas dentro de ti, algo que
tenías olvidado.
Sin embargo, ahí estaba, esperando
la señal para activarse.
Nuestra memoria es selectiva.
Los acontecimientos más dolorosos
de la enfermedad que tuve de niña, los tengo olvidados.
Aunque recuerdo otros muchos, que
me han ayudado a llegar a donde estoy ahora.
Realmente cada parte de nuestra
memoria es una aventura.
Podemos recordar hechos remotos
gracias a nuestra memoria a largo plazo, que almacena gran cantidad de
episodios vividos, y que nos hace saber en cada momento, como nos llamamos,
cual es nuestra dirección y mucha más información relevante, a la que apenas
prestamos atención, pues está ahí... Siempre ayudándonos.
Nuestra memoria a corto plazo, es
con la que memorizamos datos que no necesitamos tener almacenados durante un
largo periodo de tiempo, como el número de teléfono que nos acaban de dar para
anotarlo. Al poco de tener esos números en la memoria, se nos olvidan, sin
posibilidad de echar mano de otro almacén que nos ayude a recordarlo.
Es una memoria del momento
presente.
Cierra los ojos y respira
profundamente tres veces.
Imagina que eres un robot.
Nadie te ha introducido
información de quién eres o de dónde vives o de cómo eres.
Tan solo eres consciente de lo que
te rodea en este preciso instante.
No tienes nada que hacer ni que
pensar, puesto que no tienes recuerdos.
Simplemente estás aquí y ahora.
Escuchas los ruidos, las voces de
tu entorno, y puedes incluso sentir tu cuerpo sentado en la silla.
Pero no hay nada más.
No hay pensamientos repetitivos ni
preocupaciones.
No hay pasado ni historias futuras
que inventarte.
Estás sin más.
A veces dejar de recordar o de
rumiar imágenes que nos paralizan, nos libera de lo que pudo haber sido.
Estás aquí... Y eres tú ahora.
Lo que fuiste, lo que eras, ha
dejado de tener sentido para el robot que eres ahora.
Disfruta de la vacuidad de tu
mente.
Abre los ojos.
9 comentarios:
Carolina, No, no quiero ser un robot.
Prefiero mis recuerdos.
Y lo que dices de las lozas, efectivamente, tengo unas en el cuarto de baño, con dibujos difusos, que sin quererlo, se aparecen rostros, algunos risueños y otros terroríficos.
En las otras habitaciones están de parquet.
Me ha encantado como escribes, e ha gustado mucho.
Y no soy nadie critico, pero sigue en esta linea y deja que lo que te visitemos, disfrutemos con tus escritos.
Saludos, manolo
Cuanta sabiduria en este bello texto, me gusto.
Saludos.
Me ha gustado leerlo. Y que importante es recordar lo positivo de nuestra vida!!! Un abrazo
Creo que debemos recordar lo que nos hace sentir bien, de lo malo vivido, sólo recordar lo aprendido y así tener más experiencia para el día a día.. lo de las baldosas todavía me pasa en mi baño! a veces veo caras, figuras, qué curioso! jaja... y si, a veces hago eso, a veces disfruto de no pensar en nada, simplemente sentir que existo! Gracias y un abrazo!
Hola manolo :) Muchas gracias por tus palabras :D Me alegra que te guste como escribo ;) Un abrazo
Hola Betty Mtz Compeán :D Muchas gracias ;) Un abrazo
Hola la.eu :) Gracias guapa ;) Un beso
Hola Gemma :D De nada ;) Muchas gracias por tu comentario :) Un beso guapa
descubri esta meditacion accidentalmente cuando fui a ver terminator, pense que seria muy liberador ser un robot con un programa definido en vez de nuestra mente de mono
y luego me dije... y que tal un robot sin el programa?
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