miércoles, 28 de enero de 2015

Un lugar cálido

En los días de frío, donde los resfriados hacen acto de presencia a cada instante, te animo a que imagines en un lugar cálido y agradable, donde sanarte.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Pon una de tus manos en la coronilla y la otra en tu pecho, mientras que tu respiración se hace cada vez más lenta y tranquila.
Nota cada movimiento de tu respiración, y acompáñalo con una afirmación positiva como: “Me siento sano, me siento bien. Me siento fenomenal”.
 Ahora, más tranquila y con ganas de sanarte, presiona un poco tus manos hacía dentro.
Respira profundamente una vez.
Imagina que un haz de luz dorado atraviesa tu cuerpo, pasando desde la mano que tienes en tu cabeza hasta llegar a tu corazón.
Te sientes muy relajada y feliz.
Céntrate en el sonido de tu corazón y busca acompasar tu respiración con él.
Cada vez estás más y más relajado.
Las molestias que sentías siguen ahí, pero en segundo plano.
Ahora mismo, nada te incomoda. Solo deseas estar aquí y ahora, haciendo justo lo que estás haciendo.
De repente, un calambrazo agradable que recorre todo tu cuerpo, te saca de tus pensamientos.
Lentamente mueve tus manos hacía tu cara y tápatela con ellas, y repite para ti: “Todo está bien” cuantas veces desees.
Todo pasa y todo llega. Nada está estático.
El movimiento de tu respiración te ayuda a darte cuenta de que estás un poco mejor que cuando comenzaste la visualización.
Quédate en esa posición, con las manos abierta en la cara, el tiempo que necesites.
Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.

miércoles, 21 de enero de 2015

Creencias irracionales

Somos lo que pensamos.
Si nuestros pensamientos son constructivos y positivos, seguramente a pesar de las circunstancias externas nos sentiremos fuertes y optimistas.
Si por el contrario, nuestra actitud es negativa o se refleja en unos hábitos de vida poco saludables para uno mismo o para nuestro entorno, nos vendremos abajo con facilidad ante cualquier experiencia.
¿Te has parado a pensar cuánto tiempo llevas contigo misma?
Desde que naciste y comenzaste a tener uso de razón, tus pensamientos y creencias te han acompañado a cada instante. Muchos los has ido descartando porque ya no te hacían falta. Otros tantos, se han quedado contigo a pesar de todo.
En ocasiones, las creencias nos llevan a vivir mejor. Nos sentimos seguros y protegidos. Y si esos pensamientos y creencias construyen un presente sin miedos, llegamos a ser personas más felices.
Sin embargo hay creencias que pensamos que no podemos controlar o que sencillamente no nos hemos dado cuenta aún de su falta de sentido.
Las causas de que esas creencias sean irracionales, según Albert Ellis,  son:
1ª. Porque son empíricamente falsas. Es decir, no pueden ser verificadas en la realidad y cualquier método científico aplicado concluiría que son falsas.
2ª. Son negativas. Generalmente son autodestructivas y disfuncionales.
3ª. Son pensamientos automáticos. Son pensamientos tan irracionales y automáticos (rápidos y habituales) que uno no cae en la cuenta de ellos. Sólo cuando se hace un análisis y una observación sistemática, es cuando uno puede darse cuenta de su presencia y de su influencia en la conducta.
Para comenzar a cambiar esas creencias, es necesario que seamos conscientes de su existencia. Así, por ejemplo, si tenemos miedo a hablar en público, podríamos pensar que la causa de nuestro miedo es la situación externa (la presencia de público), pero nos tenemos que dar cuenta que la causa es lo que nos hemos dicho ("qué horror, como voy a hacer el ridículo").
La fuerza que tienen nuestros pensamientos en nuestros actos es grande.
Alimentamos cada día frases, creencias e ideas que están lejos de toda lógica.
Por eso, esta semana te propongo que te des cuenta de esas ideas. Observa tus pensamientos y analiza si aquello que sientes y piensas es tan real como crees.
Tal vez te lleves más de una sorpresa.


miércoles, 14 de enero de 2015

“Desrealización”

Había estado todo el día con la mosca detrás de la oreja.
Algo le incomodaba y no sabía aún que era.
La percepción que tenía era la de sentir que estaba viviendo dentro de un videojuego.
Nada parecía real. Sus pies caminaban entre formas variopintas. Sus ojos no dejaban de parpadear intentando hacer un reinicio en el sistema.
Fuera donde fuera, escuchaba gritos, sirenas y ruidos sin una procedencia clara.
Él estaba allí, en medio de la nada, suspirando porque el juego terminara y volver a la realidad.
Sin embargo aquella desrealización se hacía cada vez más y más grande.
Las noticias en diversos medios de comunicación no dejaban lugar a dudas: el mundo se estaba convirtiendo en una extraña y burda película de acción.
Decidió observar su cuerpo en un espejo. La silueta marcada parecía hecha a lápiz… sus rasgos eran cambiantes. No había una coherencia en la expresión de sus emociones.
Me he convertido en el protagonista del juego”, pensó, “Alguien atrapado en un sin sentido que ha perdido la capacidad de pensar, creer y emocionarse”.
Ya no había empatía. Eso sintió cuando como un acto reflejo se quitó la careta que cubría su rostro. Él ya no era él. Ni siquiera había ya un espejo.
Tanta incertidumbre le ahogaba. Así que salió corriendo en busca de aire que respirar.
Al salir a la calle se encontró con más protagonistas. Todos tenían su propia máscara. Y muchos se parecían a él.
Necesitaba acercarse a cada uno de sus vecinos y darles un apretón de manos, pero su apatía lo movía en sentido contrario. Solo deseaba causar daño. Pero un daño irreal en un mundo virtual.
Una algarabía de ruidos de armas, disparos acompañados de sangre hicieron su efecto… de repente todas las caretas cayeron al suelo. La suya también.
Ahora el mundo parecía igual o incluso más real que antes.
La mayoría de las personas (protagonistas del juego de acción como él), tenían lágrimas en los ojos y la nariz enrojecida de la pena.
No podía creerlo. Allí estaba él. En medio de la nada. Rodeado de desconocidos con carteles en alto. Viviendo en un lugar sin máscaras.
Entonces comprendió algo… la empatía, las emociones nunca desaparecieron del todo… estaban en un mundo sin realidad, detrás de unas ojeras ficticias y de unas noticias falsas.
Nada fue como aparentaba ser.
Los carteles se iban multiplicando, mientras las personas iban despertando del juego.
El calor humano estaba cercano y ya si podía ofrecer esos apretones de manos y abrazos que tanto ansiaba.
Todos eran uno.
Y solo había una clase de juego al que todos decidieron jugar.
La vida.

miércoles, 7 de enero de 2015

Sumérgete en tus sueños

Soñamos cada noche. Se puede decir que, como decía Calderón de la Barca, “la vida es sueño”.
Existen multitud de tipos de sueños y somos muchos los que recordamos los sueños casi todos los días al despertarnos.
Sin embargo y como he señalado otras veces, les prestamos muy poca atención.
Cuando estamos soñando creemos que lo que estamos viviendo está pasando realmente. No tenemos consciencia de que estamos dormidos y todo lo que nos pasa lo vivimos con la misma o más inquietud e ímpetu que cuando estamos despiertos.
De hecho, hay personas que hablan o  incluso llegan a levantarse aunque estén dormidos.
A pesar de todo y de formar parte de nuestra vida, apenas pasamos por ellos de puntillas.
En muchas ocasiones los sueños nos ofrecen placer, en otras tal vez nos avisen de nuestras preocupaciones. Lo que sentimos al despertar puede hacer de nuestra jornada un campo de batalla o un mar en calma.
Vivimos con los sueños e interactuamos y creamos con ellos.
La magia del durmiente, la inspiración perdida, la sintonía con nuestros deseos, se hallan a veces encerradas en una caja fuerte y no somos capaces de recordar nada de lo que vivimos cuando descansamos.
Dormir nos sana. Nos quita los dolores y también nos llena la energía que perdemos durante el día.
Soñar nos hace estar más alertas. Nos enseña a vivir fuera de lo que conocemos como realidad.
Tú también sueñas aunque no recuerdes lo soñado.
Tú también aprendes mientras duermes, aunque no haya en tu memoria ni un atisbo de esas experiencias oníricas.
¿No crees que sería estupendo poder vivir con todas esas situaciones, vivencias y sensaciones nocturnas?
Tu mente es maleable.
Estoy casi segura de que has comprobado en alguna ocasión lo obediente que es.
La falta de ganas, la pereza o la poca motivación, hacen que nos quedemos en la superficie de los sueños o de lo no recordado.
Haz la prueba esta semana.
Obliga a tu mente a recordar.
Di durante el día afirmaciones como: “Esta noche soñaré como todas las noches y recordaré mis sueños”.
Repítelas cada vez que te acuerdes.
Haz que tu mente se centre en los misterios oníricos.
Poco a poco te asombrarás de la cantidad de sueños que tienes.
Y al recordarlos, serás cada vez más consciente de tu “realidad”.
Atrévete. Sumérgete en tus sueños.