miércoles, 27 de marzo de 2013

Cómo meditar




Cuando era adolescente, no sabía bien lo que era meditar… pensaba que era dejar la mente en blanco, pero eso yo nunca lo conseguía…
Cuanto más intentaba dejar la mente sin pensamientos, más de ellos aparecían y llenaban mi cabeza de imágenes y palabras.
La posición para meditar tampoco me convenía, ya que por las secuelas de la artritis idiopática juvenil que tuve de niña, no puedo cruzar mis piernas y me cansaba estar mucho tiempo en el suelo. A pesar de todo, lo intentaba, ya que era la supuesta forma correcta de hacerlo… Así que luchaba con mi mente llena de pensamientos y con mi cuerpo dolorido por intentar mantener una colocación de piernas, que no podía hacer.
Con el tiempo adapté esa posición a una más confortable (con las piernas casi estirazadas) y por supuesto con la espalda recta (apoyada en una pared).
Y en vez de intentar retener mis pensamientos, dejé que pasaran sin más… Sin intentar controlarlo todo, en todo momento.
Cada vez se comprueba más, que la meditación nos ayuda a vivir mejor y que incluso modifica partes de nuestro cerebro, ayudándonos a ser personas más felices y relajadas.
Hoy, te animo a que medites, adaptando esas meditaciones a tu forma de ser y a tu cuerpo…
Por lo tanto… ¿Cómo comenzar a meditar?
A pesar de que podemos integrar lameditación en el día a día, una de las formas más efectivas para comenzar con ella, es dedicar unos pocos minutos de nuestro día para estar solos.
El lugar donde hagamos las meditaciones, puede ser importante para ti. Si es así, busca el sitio donde te encuentras más cómoda: tu habitación, el salón de tu casa, o incluso el cuarto de baño…
No es necesario que haya poca luz, pero si te resulta difícil concentrarte, es mejor que la luz sea algo tenue (tal vez con la persiana un poco echada, o un pequeño punto de luz en la habitación, como por ejemplo una vela).
Cuando hayas decidido y preparado ese lugar, siéntate con la espalda recta. Es lo más importante. Si te sientes a gusto con las piernas cruzadas y en el suelo (con una manta, alfombra o cojín debajo), hazlo. Pero si no, tranquila, siéntate en una silla con respaldo o en el suelo con las piernas estirazadas.
Los brazos reposarán en las rodillas o en las piernas, si estás sentada en el suelo, o con las palmas hacía abajo encima de tus piernas, si estás en una silla.
Puedes ir probando las posturas que más te convienen…
Cuando lo hayas hecho y te sientas bien en esa posición, con la espalda recta y el cuello también estirazado, mira con los ojos algo entornados hacia abajo y respira profundamente una vez.
Relaja todo tu cuerpo y cualquier zona que sientas que tengas tensión.
Céntrate en tu respiración. Respira por tu nariz. Toma aire en tiempo de cinco segundos y suéltalo lentamente, hasta que sientas que ya no queda aire dentro de ti.
Realiza esa actividad unos instantes, mientras tus pensamientos van pasando sin intentar retenerlos o cambiarlos. Tan solo eres un observador.
Estando en esa situación, puedes repetir una frase, mantra u oración que te guste o abrir los ojos y centrarte en la llama de la vela.
Recuerda: No te esfuerces por hacer lo correcto. Tan solo disfruta de las sensaciones del momento.
Poco a poco, podrás ir introduciendo algunas visualizaciones y añadiendo meditaciones que te motiven.
La meditación te ayudará a estar más tranquilo.
Disfrútala.
  

miércoles, 20 de marzo de 2013

Deja de controlarlo todo


Nos empeñamos casi todos los días en planificar y controlar todo lo que hacemos.
De hecho, solemos organizar toda nuestra trayectoria, desde pequeños. Muchas veces somos nosotros los que decidimos y otras muchas, son las personas mayores de nuestro entorno, las que deciden hacia donde tenemos que caminar.
Poco a poco, hemos ido aceptando que la vida es planificar, controlar y aguantar todo lo que nos pasa…
Pero… la vida no es sufrimiento. No necesitas estar todo el tiempo pensando que vas a hacer, o que no vas a hacer. No hace falta que lo controles todo. Puedes relajarte y disfrutar del momento.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Encuentra cualquier parte de tu cuerpo que esté en tensión y suéltala.
Cuando lo hayas hecho, tan solo quédate ahí en esa sensación de calma que ahora te invade.
Ahora, imagina que estás sentada en una hamaca, en una terraza con vistas al mar.
Hace un día algo nublado, pero hay sol.
Te calienta y te hace estar muy feliz.
Observa como el mar está en calma. Apenas hay olas y ves una gran masa de agua balanceándose como si bailara.  
Observas las ondulaciones del mar, desde el horizonte hasta donde rompen las olas.
Sientes como esas ondas forman parte de tu cuerpo y como notas una sensación de cosquilleo en el estómago.
Estás muy relajado y lleno de paz.
Sabes que al agua no le cuesta ningún trabajo ese movimiento que realiza. Tan solo se deja llevar por el viento y las otras ondas que le llegan.
Observa lo sencilla que es la vida.
Sigue sintiendo dentro de ti, las ondulaciones que el mar en calma te ofrece.
Todo está bien.
Todo va a salir bien.
Eres una persona muy especial.
Déjate llevar por los acontecimientos de tu día a día.
No te esfuerces en ser, ni en estar. Tan solo disfruta de las sensaciones y del vaivén del viento.
No dejes de lado tus sueños.
Recuerda:

  

miércoles, 13 de marzo de 2013

Disfruta del ahora


Existen muchas formas de relajarnos. Podemos realizar alguna técnica de relajación, centrarnos en la respiración o desconectar leyendo un libro o escuchando alguna música que nos guste.
Vivir en el ahora entonces, parece sencillo y todos los problemas se diluyen en la nada.
Estar en estado permanente de consciencia en el presente, es sin embargo algo que nos puede resultar más complicado.
Aunque como cuando llevamos la meditación a la vida cotidiana, abrir los ojos al ahora, requiere tan solo practica y una actitud activa y motivada.
Un ejercicio que te puede servir para estar en conexión con el aquí y ahora, es el siguiente:

Estando sentada, respira profundamente una vez y repite para ti la palabra Relax tres veces. Si te apetece mientras lo haces, mantén los ojos cerrados.
Ahora céntrate en tus pies. Siéntelos y hazte consciente de ellos.
Imagina que de las plantas salen unas pequeñas raíces, que crecen hasta entrar en contacto con el suelo.
Estas conectado a la tierra y sientes la energía que entra por tus pies y recorre todo tu cuerpo. Notas como una especie de calambre, camina rápidamente por tus pies, piernas, caderas, barriga, manos, brazos, pechos, hombros, cuello... Hasta llegar a la cabeza...
Respira profundamente una vez...
Estas muy relajado. Te sientes llena de vitalidad y de tranquilidad.
Imagina ahora como un pequeño orificio redondo se abre en tu coronilla. No sientes ningún dolor ni sensación desagradable... Al contrario, te sientes cómoda y con esa sensación de energía que te transmiten las raíces dentro de tu  cuerpo. Es como un agradable cosquilleo, que te hace moverte de un lado a otro de forma casi imperceptible.
De tu cabeza sale la raíz dividida en múltiples ramas, ya que dentro de tu cuerpo se ha multiplicado mientras ascendía.
Te sientes muy relajado.
Esas raíces siguen creciendo ahora fuera de ti, y continúan ascendiendo hacia arriba, hacia el techo. Consiguen atravesar los obstáculos que encuentran, hasta que llegan al cielo y continúan más y más allá, hasta el universo oscuro lleno de puntos luminosos.
Estas conectada. Formas parte del aquí y ahora. Te sientes protegido y sabes que nada va a salir mal.
Tienes la convicción de que todo va a salir bien. De que todo esta bien.
Estas muy relajado...
Respira profundamente una vez y disfruta de la sacudida de plenitud que sientes.
Cuando estés preparado, continúa con tus tareas con esa sensación que ha formado parte de ti durante esos minutos.
Intenta continuar así cuanto más tiempo mejor.
Recuerda:
Disfruta del ahora.


miércoles, 6 de marzo de 2013

Cómo prepararte para la muerte


Desde que soy pequeña tengo presente la muerte.
Hacía los dos años, tuve una parada cardiorrespiratoria, por una reacción a un medicamento para bajar la fiebre. Mi padre médico, me reanimó en seguida y todo quedó en un gran susto.
Sin embargo, a partir de entonces, comencé a preguntar a las personas mayores, que era eso de la muerte. Las respuestas no llegaban… Eran preguntas extrañas para una niña pequeña.
Cuando crecí continué preguntándome que era la muerte. Que pasaba cuando te morías, que significaba morirse y que ocurría después de ella.
Lo desconocido da miedo. No saber a que nos enfrentamos en ese momento, es como ir a un examen sin haber estudiado nada.
Por eso, desde muy niña quise saber que era. No quería tener miedo ni a la muerte de mis seres queridos, ni a mi propia muerte. Y por supuesto, lo tenía.
Sin embargo todo lo que rodeaba al momento de la muerte, antes, durante y después, me despertaba la curiosidad científica y espiritual en todas sus facetas.
Leí muchos libros, hice regresiones, asistí a cursos, escuché a las personas con más experiencia que yo, y adapté mi vida a una visión constructiva sobre la muerte.
Tenerle miedo a la muerte no es el problema… Lo es, tenerle miedo a la vida. Quedarte sin recursos para afrontar con buen ánimo cada mañana, sentirte inferior a los demás, o sentir creer que nada tiene solución… Estar en definitiva, en un estado casi permanente de desidia…
Cuando con 19 años, me veían leer libros sobre el proceso de morir como “Enseñanzas para morir en paz” de Ramiro Calle, se pensaban que eran trabajos para clase y no como lectura voluntariamente elegida.
Hace poco encontré un libro que leí de adolescente, que se llama: “La muerte no existe”. Lo busqué durante años, sin éxito (ya que era prestado) y por fin lo recuperé. Ese libro y su titulo, eran parte de mi vida desde niña. Nunca entendí muy bien él porque me sentía atraída hacía ese tema tan tabú en nuestra sociedad, y que sin embargo no me llenaba de pena o congoja, sino de todo lo contrario. Aceptar la muerte como aceptamos la vida, aprender de ella como maestra, actuar cada día teniéndola presente, ha sido unas de mis motivaciones para vivir cada día más positiva.
Estoy leyéndome dos libros relacionados con la muerte. Uno se llama “Miedo Saludable” (transformar tu angustia por la transitoriedad y la muerte)”, escrito por Lama Zopa Rimpoché y Kathleen McDonald, el cual te recomiendo leer, pues vienen meditaciones para prepararnos para el momento de la muerte.
El otro libro que me estoy leyendo, es el de José Miguel Gaona Cartolano, “Al otro lado del túnel”, donde investiga lo que les pasa a muchas personas en las ECM (experiencias cercanas a la muerte) y como les cambia la visión que tienen de la muerte desde entonces… Quizás yo misma tuve una ECM de niña, aunque no la recuerdo y es uno de los motivos por el que he preguntado y me he preguntado y aprendido tanto acerca de la muerte. También te animo a que leas el libro, que desde mi punto de vista, acerca un fenómeno poco explicado por la ciencia desde un punto de vista científico y muy humano.
Por último, y sin embargo la autora más importante que te recomiendo leer para prepararte a vivir más despierto y sin miedos, ante esa experiencia, son los libros de Elisabeth Kübler-Ross. Tiene mucha bibliografía al respecto, ya que acompañó a muchas personas en el momento de su muerte, que plasmó junto con su experiencia en todos los textos que nos regaló.
Dedica aunque solo sean unos minutos al día a la lectura de los libros. Realiza meditaciones y relajaciones relacionadas con ese momento. Ten tan presente la muerte como tienes la vida y disfrutarás mucho más de todo lo que haces.
Ten ese miedo saludable necesario para prepararte para ese momento. No lo dejes de lado, para cuando llegue ese instante. Prepárate desde ya y cambiará tu modo de ver la vida (y la muerte).
Comienza o continúa preparándote para la muerte.
Es el momento.