Cuando era niña, comencé a
convivir con el dolor…
Pero fue casi sin darme cuenta,
que empecé a repetirme para mí, cada vez que me daba un golpe en las manos o en
otras partes de mi cuerpo doloridas, que el dolor era psicológico.
No sé por qué, pero es curioso
que cuando tienes una parte físicamente sensible o dolorida, los golpes te los
sueles dar en ese lugar…
Así me pasaba a mí, y
prácticamente cada día, mis manos o pies sufrían algún pequeño accidente.
La frase que comencé a repetirme,
después de esos golpes o de realizar alguna tarea que me producía dolor (que
era muy habitual debido al estado de mis articulaciones), era:
“El dolor es psicológico. Es psicosomático. El dolor es inexistente”.
En realidad repetía algunas de
esas palabras (casi mágicas) y las recitaba como si fueran poesía…
Después de unos minutos
repitiendo tales afirmaciones, el dolor ya casi no estaba… Le había dado tiempo
a irse mitigando poco a poco.
A pesar de utilizar esas
estrategias desde siempre, prácticamente no me di cuenta de que convivía con dolor
crónico desde pequeña, hasta hace relativamente poco tiempo.
Por eso sé, lo importante que
son nuestros pensamientos y lo que nos decimos a nosotros mismos en situaciones
cotidianas o difíciles.
Gracias a utilizar aquella táctica,
fui controlando un poco el dolor que sentía, hasta que dejó de ser algo anormal.
Para mí, al igual que para muchas personas que conviven con dolor crónico,
sentirlo forma parte de nuestro día a día… De cierta forma, lo hemos
normalizado e integrado en nuestra manera de actuar y desenvolvernos.
Claro que no es sencillo
aprender a vivir con dolor, pero cada vez el umbral que se soporta, es más
elevado. Y la mente juega un papel muy importante en su control, ya que en
ocasiones los analgésicos y cremas, tampoco ayudan mucho.
Las personas que hacen
alpinismo, o algún deporte de riesgo, saben que lo fundamental para aguantar en
la travesía horas, aún con dolor en el cuerpo, es tener la mente clara e igual
de en forma que el cuerpo.
Si crees que no soportaras algo…
es posible que no lo hagas…
Pero si comprendes que puedes
hacer lo que te propongas, cualquier cosa estará a tu alcance.
El dolor pasa o se suaviza, si
aprendes a relajarte y a tener paciencia.
Por supuesto, que las ayudas
externas para mitigar esos dolores son adecuadas y necesarias, pero no es lo
único que elimina el dolor (de hecho, en más de una ocasión, seguramente habrás
tomado una aspirina para el dolor de cabeza y no se te ha ido).
Repite frases que te motiven o entretente
con algo que te guste.
Canta, pinta, baila, escribe…
Haz que tu mente esté ocupada y
divertida.
Todo lo puedes superar.
El dolor crónico también.