miércoles, 25 de septiembre de 2013

El placer

Tomate un minuto para cerrar los ojos y respirar conscientemente.
Escucha todo lo que pasa a tu alrededor, sin dejar de ser consciente de tu respiración.
Recuerda algún momento especial que te puso la piel de gallina o te hizo sentir mágica.
Quédate en ese instante y respira profundamente una vez.
Cuando lo desees, abre los ojos y observa cualquier objeto de la habitación o espacio donde te encuentras. Tal vez un cojín, o un farola… cualquier cosa vale.
Míralo detenidamente, como si fuera la primera vez que lo miras.
Ahí está ese objeto, con todos sus colores, contornos y formas, desafiándote a ser un poco más como él.
Vivir en el ahora, no requiere esfuerzo.
Imagina ahora que eres ese objeto que has mirado durante un rato y cierra los ojos de nuevo.
¿Sientes el tacto y la sensación de ser un objeto?
Los objetos no piensan. Tan solo son.
Sé ese objeto mientras eres consciente de tu respiración. Tu aire entra e infla el objeto que has visualizado, para después desinflarse por completo, cuando expiras.
Estás viviendo en el presente.
Nada existe. Nada es. Tan solo se está.
Cuando lo desees, abre los ojos y respira profundamente una vez.
Recuerda que siempre que tú quieras, podrás vivir en el ahora.
Es más sencillo de lo que nos parece.
Lo que ocurre es que muchas veces, tenemos el hábito de pensar en acontecimientos pasados y futuros y dejamos de ser conscientes de lo que nos rodea… De la facilidad del ahora.
El placer de vivir sin más, sin darle vueltas a la cabeza, es lo que nos da sentirnos parte del ahora.
Todo ocurre ahora.
Todo está pasando cuando abres los ojos y no estás dormido.
Tú sabes cómo despertar.
¡Abre los ojos! 





miércoles, 18 de septiembre de 2013

No estás solo

Sé que a veces te sientes apartado o sin motivación por nada.
Tal vez creas que eres distinto de los demás y que muchos no te comprenderían, si te abrieras a ellos.
Quizás pienses que tú no eres el que maneja tu vida.
Pero tienes que saber que no estás solo.
Son muchas las personas que sienten como tú cada día de su existencia.
Ellos también se callan y no expresan sus desdichas o sus incomodidades.
Quiero que sepas que hay un mundo más allá de los estados de ánimo apagados y de pensamientos recurrentes y dolorosos.
Nada es tan importante como para que seas infeliz.
Nadie, ni siquiera tú misma, es tan importante como para que sufras todos los minutos de un día.
Todos esos pensamientos y sensaciones que tienes son compartidos por muchos, que como tú, no saben o han creído que no merecen las cosas buenas de la vida.
El no decir cómo te sientes o el creer que no importa lo que tú expreses, no te hace más fuerte.
Al contrario.
La baja autoestima que te genera tu estado, te vuelve cada vez más y más apagado, sin luz.
Por eso, hoy, quiero que sepas que no estás sola.
Sea como sea, siempre hay alguien a tu lado o más cerca de lo que piensas, sonriéndote cuando pasas por su lado o pensando en tu bienestar.
Y no eres el único que siente pena o pensamientos de desánimo. No eres único en eso, aunque sí eres especial.
Un ser maravilloso y lleno de vitalidad, a pesar de todos tus pensamientos o acciones.
Tan solo estás rodeado de nubes. Éstas son transitorias. No estarán ahí para siempre.
Y la buena noticia, es que tú puedes hacer que vayan desapareciendo poco a poco.
Tú eres el que controla tu vida, el que desea una cosa y ocurre, el que sabe que muchas veces subiste a la cima más alta y conseguiste llegar por ti mismo, con tus decisiones y con tu esfuerzo. Seguramente también con el apoyo de alguien cercano (o no tan cercano).
Sonríe, porque estás vivo y porque la vida está llena de acontecimientos llenos de magia.
Sé feliz.
No estás solo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Volver a vivir

En la entrada “Sin manos, sin piernas, sin visión”, planteaba que somos mucho más que un cuerpo físico y que una persona con una discapacidad puede tener una calidad de vida mucho mejor que alguien físicamente sano.

Desde hace tiempo observo a mí alrededor, como los mayores problemas de las personas, entre comillas “normales”, están en sus mentes. A pesar de que muchos tienen un cuerpo que les acompaña, viven sin ganas y apáticos.

La discapacidad que tengo no es tan visible como la de alguien que no ve, o no oye, o no puede caminar, y he podido ver las caras de sorpresa de algunos al enterarse de mis limitaciones, mientras cambiaban poco a poco la actitud que habían tenido conmigo minutos antes de saberlo.

En alguna ocasión me he sentido como un animal de zoológico, observado y analizado desde la distancia. Aquellos que me miraban me preguntaban cosas como si fuera un extraterrestre, algo diferente a ellos por completo.

Sin embargo (para ellos), nunca me he sentido un bicho raro ni diferente de los que tienen todas sus capacidades “intactas”, a pesar de las miradas o los tratos condescendientes ni he dejado de hacer por ejemplo, ejercicio físico “como si no tuviera ninguna limitación”.

Soy la misma persona que cuando era pequeña y podía mover todo mi cuerpo.

Mi mente o mi yo, es el mismo, aunque alguien de fuera pueda ver en mis manos, por ejemplo, un atisbo de rareza y diferenciación.

Lo cierto es que es así. Si soy distinta es porque mis experiencias desde que tuve el brote de artritis idiopática juvenil con 9 años, me han dado esa práctica para afrontar las circunstancias que he vivido.

Tengas la edad que tengas, cuando una discapacidad (sea la que sea), llega a tu vida, lo importante es adaptarse a ella desde el principio.

Volver a vivir con esas limitaciones, sabiendo en todo momento que no dejas de ser tú misma:

Esa persona fuerte y llena de vitalidad, que vivía cada instante como si fuera el último, sabedor de que los mal llamados problemas, son tan solo grandes retos que te darán más vida.

Somos muchos los que nos hemos adaptado y vivimos felices.

Tú también puedes.

Despierta de tu tristeza y levántate, porque siempre hay una luz al final del túnel para volver a vivir.

¡Ánimo! ¡Tú puedes!


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cambiar de hábitos alimenticios


 
Cuando era adolescente, tuve la suerte de que mis padres, me llevaran a una médico naturista, que lo primero que hizo fue cambiarme la dieta.

Dejé de comer carne y productos lácteos entre otras cosas.

Mi estado mejoró y el de toda mi familia.

Al principio del cambio de alimentación, todo era complicado. Recuerdo que me costó dejar de comer carne y todo lo que solía gustarme.

Con constancia y esfuerzo por parte de todos, conseguimos habituarnos a nuestra nueva forma de vivir, que como he dicho, mejoró mucho nuestro estado de salud.

Curiosamente (desde mi punto de vista), hace poco, fui al médico de cabecera y en ningún momento me preguntó por mi alimentación ni por mis hábitos al respecto. Tan solo me mandó unos medicamentos (con bastantes efectos secundarios, por cierto) y nada más.

Es curioso, porque que el comienzo de la sanación comienza en nuestra boca, es real.

Lo que comemos y como comemos, es la clave para estar y sentirnos sanos.

A pesar de todo, aún hoy a nivel “tradicional”, no se recomiendan esos cambios de hábitos que nos pueden ayudar a mejorar, o si lo hacen, no dan pautas o no hacen un seguimiento necesario para llegar al  necesario cambio.

La afirmación del médico de la antigua Grecia, Hipócrates (el padre de la medicina para muchos autores) de: “Que el alimento sea tu mejor medicina y tu mejor medicina sea tu alimento”, es una realidad.

Aunque sabemos la importancia de la alimentación en nuestras vidas y en nuestra salud, muchas veces nos cuesta cambiar, ya que preferimos dejar que algo externo nos quite el “problema” de forma rápida y casi milagrosa.

Cambiar de hábitos puede ser algo difícil al principio, pero te aseguro que se puede conseguir.

Si logras encontrar el apoyo de tu familia o de tu entorno, el cambio será mucho más llevadero. Y aunque no lo tengas, no desesperes, eres un ser adaptativo y lleno de fuerza interior y puedes conseguir lo te propongas.

Comenzar algo distinto a lo que estamos acostumbrados, cuesta, pero con constancia, práctica y paciencia, se consigue cambiar.

Comienza a comer más sano, sin pensar en las consecuencias. Lee, estudia, infórmate que es lo mejor para tu salud y anímate a intentarlo.

Observa como casi todos los productos que venden, llevan muchos azucares refinados añadidos, innecesarios para nuestro organismo. Y otros tantos, bastante sal, igual de innecesarios.

Percátate de lo que comes y comienza a masticar cada bocado más de treinta veces, comenzando tu digestión en la boca. Saborea cada vez más la comida y sé consciente de los beneficios de una buena alimentación.

Tú puedes sentirte cada día más y más sano.

Créelo.

Recuerda: “Que el alimento sea tu mejor medicina y tu mejor medicina sea tu alimento”.