miércoles, 30 de abril de 2014

Recordando sensaciones

Miles de cosas hermosas nos rodean todos los días.
Y muchas veces no nos damos cuenta de la magia que nos envuelve…
Paisajes que tenemos a la vuelta de la esquina, o aromas o sonidos que estamos acostumbrados a escuchar como el canto de los pájaros, no significan nada para nosotros.
Los acomodamos en nuestra mente y ahí se quedan, sin prestarles atención. Le damos vueltas y vueltas a la cabeza con cientos de preocupaciones y deberes.
Tan solo somos algo conscientes de nuestro alrededor, cuando alguien ajeno a donde vivimos, nos lo dice: “¿Oíste el murmullo de las olas y el viento?”  o “Que maravillosa puesta de sol”.
Mientras tanto, las idas y venidas; los ruidos abarrotados de gente; los gritos para que nos escuchen; inundan el lugar y parece que solo existamos nosotros y nuestras preocupaciones.
Un día de esta semana, te animo a que hagas una prueba.
Observa tú alrededor, o escucha detenidamente. También puedes estar pendiente de los aromas o las sensaciones de aquello que pasa diariamente desapercibido para ti.
Cuando lo hayas hecho, serás más consciente.
Saborearás el silencio de la montaña, la música del viento y los olores de la primavera.
Tan solo has de abrir los ojos y mirar de nuevo.
Como cuando abriste los ojos por primera vez y viste el mundo.
O como cuando escuchaste por primera vez ese sonido mágico que te embelesó de niño.
Asómate a la ventana y respira profundamente.
Resuelve tus preocupaciones siendo consciente de tu entorno.
Repite para ti: “Todo está bien”.
La vida es un mágico sueño lleno de aventuras y de sensaciones olvidadas.
¿Te animas a recordarlas?

miércoles, 23 de abril de 2014

“Los últimos seres de la tierra”

Corría deprisa entre la gente.
Su mirada pérdida denotaba que algo no muy bueno le había ocurrido.
Quien se cruzaba con él, se podía imaginar que acudía a un velatorio de algún familiar cercano, o quizás al hospital más próximo.
Sus facciones no daban lugar a dudas: era una persona triste.
Cuando por fin llegó a su destino, el que tanto corría sin hacer caso omiso a nada ni a nadie, se detuvo en seco en la puerta de un gran edificio.
Arriba de la entrada se podía leer en letras grandes y llamativas: Martínez e hijos.
El hombre agachó la cabeza, tragó saliva y entró con poca decisión en el portal.
Allí, un señor de unos setenta años, le saludó sin mucha efusividad.
- Buenas madrugadas – Le dijo – Ya llega tarde. Están todos arriba.
El chico triste, volvió a tragar saliva y asintió levemente.
Cogió el ascensor más cercano a las escaleras y se dejó caer en el cristal.
Era un día duro. Su rostro seguía triste, pero poco a poco, fue tornándose diferente… Una gran sonrisa forzada inundó su cara de alegría fingida.
- Muy buenos días – Expresó nada más llegar al octavo piso – Creo que hoy es el mejor día del mundo.
Con la voz en falsete, el hombre se arrastró con la cabeza gacha hacía el despacho de su jefe.
- Papá – Comenzó a decir el joven – Hoy me voy. He venido temprano para avisarte y no dejarte las cosas sin resolver.
El padre lo miró sin expresión alguna y le ordenó con un gesto, que se sentará junto a los demás empleados.
- La vida se nos está yendo de las manos – Continuó el hombre de negocios – Hay que darle un vuelco a nuestros objetivos. Hay que ser más listos que los demás.
El chico levantó la mano en un intento de que le hicieran caso.
- ¡Eso es exactamente lo que yo digo! – Gritó – Hoy me voy – Volvió a decir.
Nadie le hizo caso.
El ambiente gris que asfixiaba el lugar, era cada vez más palpable.
Nadie dejaba de sonreír con las ganas de un animal recién apresado. Entonces ocurrió.
Detrás de la ventana doble que debía iluminar la habitación, si hubiera sido más de día fuera, cientos de pájaros se golpearon una y otra vez.
Nadie hizo caso.
Solo el chico con cara triste, decidió decir de nuevo algo:
- Es el fin del mundo – Señaló con fuerza – Hoy nos vamos todos.
Esta vez una mujer mayor, lo miró y asintió.
- Ya todo se acaba – Dijo la mujer – Y aquí estamos nosotros como si fueranos a vivir cien años – Dio la impresión de que sonreía – No es momento de reuniones señores… Hoy nos vamos todos.
Sin miedo al final, el hombre que tanto había corrido para llegar a su lugar de trabajo, se desprendió de la corbata y se sentó desganadamente en una de las sillas con ruedas de la estancia.
- Por fin sabremos que hay al otro lado – Dijo.
Su padre continuó la charla sin pestañear.
- Somos los líderes del sector y nada nos puede parar – Enunció – Ni siquiera el fin del mundo.
Todos se miraron entre sí y casi todos aceptaron las palabras del jefe.
La mujer que había hablado se levantó y se dirigió al lado del hombre de negocios. Tocándole el brazo dijo:
- Déjalo cariño – Suspiró – Tu hijo lleva razón. Ya no habrá mañana y nada de esto tiene sentido. Vayamos a casa y terminemos de forma más humana.
El chico sonrió, esta vez de verdad, y abrazó a su madre.
- Creía que era el único que se daba cuenta del final – Dijo – Menos mal que tú también comprendes las cosas.
La madre asintió, agarró la mano de su hijo y salieron de la amplia habitación.
Ya en la calle, todo estaba en su lugar. Nadie parecía haberse percatado del fin. Ruido de coches, autobuses llenos de gente… Todo era un caos propio del fin del mundo…
A pesar de todo, solo la madre y el hijo iban hacía su casa, con las manos entrelazadas y con una expresión de paz en el rostro.
- Mamá – Dijo el joven - ¿Por qué hoy sí te has venido conmigo?
El chico parecía sorprendido.
- Es la primera vez que te creo – Le dijo la madre – Aunque llevas haciendo esto todas las semanas desde hace veinte años, hoy me he dado cuenta de que los locos son ellos.
El joven sonrió.
- Mamá – Susurró - ¿Vendrás conmigo la semana que viene para convencerles?
La mujer seria pero tranquila, afirmó:
- No solo vendré contigo hijo – Hizo una pausa – Sino que todo cobrará sentido para tu padre y hermanos. Tienen que despertar y darse cuenta del error en el que viven…
Caminaban tan despacio que parecían hacerlo a cámara lenta.
Como si de una película se tratara, la muchedumbre casi los atravesaba sin reparo.
- Ya somos de nuevo invisibles – Dijo el joven – Chocan con nosotros y ni nos miran.
- Vaya… Lo siento por todos – Expresó la madre – Parece que seremos los únicos en el fin del mundo conscientes de los acontecimientos.
Apretó con fuerza la mano de su hijo y continuaron caminando entre la gente, convencidos de que lo importante estaba junto a ellos. Se miraron y aceptaron ser los últimos seres de la tierra. Ese era su final. Y estaban conscientes.
Felices, se abrazaron y se dejaron caer en un banco de la calle.
Una pareja de ancianos, pasó despacio cerca de ellos y los miraron:
- Mira – Dijo el hombre mayor – Ahí están otra vez esos pordioseros.
- No les llames así – Le regañó la anciana – Seguro que saben más que muchos de nosotros. Dales ya la limosna para el café y vámonos a casa.
La madre y el hijo, agradecieron el gesto, no sin antes anunciarles el fin:
- Es el final para todos – Dijeron al unísono – Quiéranse hoy. Dense abrazos. Llamen a sus hijos. Sonrían. Bailen. Caminen con felicidad. Hoy es el fin del mundo. Avisados quedan.


miércoles, 16 de abril de 2014

Inteligencia emocional

No importa lo listo que seas en tu área de trabajo o en tus quehaceres diarios. Quizás seas una persona con un alto cociente intelectual y a pesar de todo, tus relaciones y tu forma de actuar con otros, no es la más acertada.
Cuando vemos personas que son inteligentes, o que por su puesto suponemos que han de tener una inteligencia media-alta, actuando en contra de las personas que las rodean, podemos imaginar que están haciendo lo correcto y que actúan en función de los análisis intelectuales que han realizado.
Sin embargo, esto no tiene por qué ser una norma. Que alguien tenga un cociente de inteligencia alto no significa que sea también inteligente emocionalmente.
Tener inteligencia emocional es tener sentido común a la hora de relacionarnos y empatía. Es decir, saber ponernos en el lugar de los otros y comprender sus situaciones y actuar en consecuencia.
Por ejemplo, algunos dirigentes de gobiernos que hacen leyes que limitan los derechos de la mayoría, sin tener en cuenta las consecuencias de pobreza o malas condiciones a la hora de vivir de estas personas, no poseen empatía por esos individuos. Seguramente se protejan de sus actos alegando que es lo que tenían que hacer por cualquier motivo no relacionado con la realidad de las personas a las que afectan el recorte de derechos.
Lo mismo puede ocurrir en una familia o en un lugar de trabajo. El cabeza de familia o el jefe de la organización, aunque quizás sean personas inteligentes a nivel intelectual y han sabido llevar la administración de sus casas o empresas, es posible que a hora de relacionarse con sus hijos o con sus trabajadores, no actúen de forma inteligente.
Ser empático y asertivo con las personas que te rodean, al igual que otras habilidades sociales, se puede aprender.
Aprender a expresar nuestros sentimientos en el momento adecuado, si herir a los que tienes delante, también es una habilidad importante con la que podrás hacer que tu entorno familiar o de trabajo, sea mucho más fluido y cómodo.
Ser un buen líder a nivel emocional, es igual de importante (o más), que ser un buen administrativo.
La claridad de nuestros deseos cuando nos relacionamos con otras personas, nos puede ayudar a que nuestras relaciones sean mejores. Expresar tus deseos y emociones, y defender tus derechos de modo no agresivo ni pasivo, hará que las personas de tu entorno confíen más en ti y te valoren a todos los niveles de tu vida (no solo el intelectual).
Merece la pena aprender a relacionarnos emocionalmente. Muchos conflictos podrían minimizarse en incluso desaparecer si así lo hacemos.
Te animo a que te observes. Quizás no eres consciente de tu falta de inteligencia emocional y actúas sin conocer esa parte que te falta en tu vida. O tal vez si lo sepas, y conozcas que es difícil para ti, expresar tus sentimientos de modo asertivo, escuchando activamente al que tienes delante. Sea como sea, si detectas que tus habilidades emocionales y sociales, son pocas o casi nulas, da un paso y comprométete a aprender a actuar de forma emocional.
Saldrás beneficiado de esa decisión. Al igual que las personas que te rodean.
Anímate.
Aprende inteligencia emocional.



miércoles, 9 de abril de 2014

No te apagues

Silencio.
Parece la calma que precede a la tormenta.
Casi siempre todo se repite.
Después de la tempestad llega la tranquilidad.
Volverá a pasar.
Y tú estarás ahí para verlo.
Quizás en ese instante, seas un poco más sabio de lo que fuiste en tu anterior experiencia.
Tal vez no.
Eres un mar sin olas, dispuesto a aprender de cada momento.
El tiempo inventado pasará casi siempre rápido, y tú seguirás aquí para disfrutarlo.
Mirarás de nuevo al horizonte y volverás a sentir la paz de la nada.
Seguramente ya no seas la misma persona a ojos de los demás.
Es posible que tampoco tú te reconozcas en el espejo.
Pero tú sabes dentro de tu cuerpo, que eres ese bebé que observaba todo con ojos grandes y curiosos.
La vida es un mar en calma llena de experiencias y de retos de los que aprender.
Comprender el cielo, las nubes, el mar, las horas que transcurren sin pausa... esa es la vida. Tu vida. Y estás aquí para verlo.
Sonríe.
Sigues vivo. Sigues siendo lo que deseaste y nunca dejaste de ser.
Un ser lleno de luz y de calma.
Abraza, besa, ríe, canta, baila, disfruta a cada paso.
Es tu camino. Y sigues aprendiendo.
Sigue con tu luz.

No te apagues.


miércoles, 2 de abril de 2014

Utiliza tu cerebro

Todos los días, cuando nos despertamos y nos levantamos de la cama, tenemos muchas oportunidades para avanzar y ser más felices.
Casi todo depende de cómo decidas afrontar tu mañana. Si ya desde el principio crees que no serás capaz de aprender nada nuevo, lo más probable es que no lo hagas. Sin embargo, en todas las experiencias que vives a lo largo de un día, puedes descubrir cosas nuevas, que motiven a tu mente a ir más allá.
Según como decidas hoy pensar y actuar, así será tu mañana.
Para vivir más y mejor, tienes que utilizar tu cerebro todos los días.
Las tres cosas más importantes que puedes hacer para ello, son:
1. Ten una adecuada alimentación. No hablo de hacer dietas milagro, ni de que tu objetivo sea solo perder o ganar peso. Tan solo come bien. Casi todos sabemos cuál es la dieta mediterránea y los beneficios que esta aporta a nuestro organismo. Disminuir el consumo de carnes, o aumentar el pescado, las frutas, las verduras y las legumbres, así como mantener tu cuerpo hidratado con agua (no con refrescos azucarados), es solo una idea para que tu cuerpo se sienta bien dentro de ti mismo.
2. Haz ejercicio físico. Este redundará en tu mente y estarás también más activo a nivel mental. Sal a caminar todos los días. Comprobarás como estarás mucho mejor y más despierto tanto física como psicológicamente.
3. Aprende. No dejes de aprender a cada paso que des. Tengas la edad que tengas, siempre puedes aprender contenidos nuevos. Con cada experiencia que vivas, aprende de ella. Mantenerte activa hará que también tu cuerpo esté más activo. Como indica el dicho: mente sana en cuerpo sano.
Así que ya sabes, si deseas vivir mejor y ser más feliz, no dejes de ser una persona curiosa, optimista y de utilizar tu cerebro.
Piensa y cree en positivo.
Todos podemos conseguirlo.
Tú también.