miércoles, 30 de enero de 2013

Lista de Deseos

Haz algo que te apetezca mucho hacer.
¿Hace cuánto tiempo que no te ofreces esa recompensa merecida?
La desgana y la falta de energía que a veces tienes, es porque has perdido la motivación que necesitas para continuar.
Todos necesitamos esa motivación para actuar.
Y los pequeños refuerzos positivos son importantes para seguir activos.
Unas palabras de aliento: "Lo has hecho muy bien", o una comida dulce, cada vez que hagas alguna tarea o actividad, te pueden ayudar a ser más feliz y a no pararte o sentirse decaída.
No hace falta que ese refuerzo te lo den otros. Tú eres también un buen apoyo para ti mismo... Por eso, cada vez que estés agotada o sin energía, que pienses que no puedes más,  siéntate y respira profundamente tres veces.
Ofrécete unas afirmaciones positivas acerca de tu valía personal ("Soy una persona maravillosa") y piensa en aquello que te apetece hacer desde hace tiempo, y hazlo.
Los objetivos de esos deseos, tienen que ser realistas y alcanzables por ti en ese momento, porque de lo contrario, te frustrarás y continuarás con tu cansancio y desgana inicial.
Así que coge papel y lápiz y en donde te encuentras, haz una pequeña lista de aquellas cosas que te apetece hacer, y que te servirán como reforzadores para cuando hagas alguna actividad.
Recuerda: los deseos han de ser asequibles para ti y que no te perjudiquen ni a ti ni a tu entorno.
Una vez que tengas la lista de deseos, regresa a tu rutina.
Cuando termines de cocinar (por ejemplo), mírate en un espejo y di en voz alta: "Soy un gran cocinero. Me gusta quien soy".
Cuando termines ese trabajo que te absorbe tanto, coge la lista y elige aquella actividad que más te apetece, como comerte un helado.
Disfruta de cada cosa que hagas y no se te olvide hacer cada día algo que te apetezca realmente hacer.
Vive el momento.



miércoles, 23 de enero de 2013

Recuerdos



Me acuerdo que cuando era pequeña, me tiraba horas mirando los dibujos de las baldosas del piso de mis abuelos.
No había más que manchas, pero yo  podía ver figuras y rostros, que me contaban una historia cada vez.
Tenía que ser muy pequeña, porque aún me sentaba en el suelo sin ayuda y sin que me dolieran las caderas.
Es curioso como actúan los recuerdos.
A veces, con tan solo mirar un momento el suelo en el que te encuentras, observas dentro de ti, algo que tenías olvidado.
Sin embargo, ahí estaba, esperando la señal para activarse.
Nuestra memoria es selectiva.
Los acontecimientos más dolorosos de la enfermedad que tuve de niña, los tengo olvidados.
Aunque recuerdo otros muchos, que me han ayudado a llegar a donde estoy ahora.
Realmente cada parte de nuestra memoria es una aventura.
Podemos recordar hechos remotos gracias a nuestra memoria a largo plazo, que almacena gran cantidad de episodios vividos, y que nos hace saber en cada momento, como nos llamamos, cual es nuestra dirección y mucha más información relevante, a la que apenas prestamos atención, pues está ahí... Siempre ayudándonos.
Nuestra memoria a corto plazo, es con la que memorizamos datos que no necesitamos tener almacenados durante un largo periodo de tiempo, como el número de teléfono que nos acaban de dar para anotarlo. Al poco de tener esos números en la memoria, se nos olvidan, sin posibilidad de echar mano de otro almacén que nos ayude a recordarlo.
Es una memoria del momento presente.

Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina que eres un robot.
Nadie te ha introducido información de quién eres o de dónde vives o de cómo eres.
Tan solo eres consciente de lo que te rodea en este preciso instante.
No tienes nada que hacer ni que pensar, puesto que no tienes recuerdos.
Simplemente estás aquí y ahora.
Escuchas los ruidos, las voces de tu entorno, y puedes incluso sentir tu cuerpo sentado en la silla.
Pero no hay nada más.
No hay pensamientos repetitivos ni preocupaciones.
No hay pasado ni historias futuras que inventarte.
Estás sin más.
A veces dejar de recordar o de rumiar imágenes que nos paralizan, nos libera de lo que pudo haber sido.
Estás aquí... Y eres tú ahora.
Lo que fuiste, lo que eras, ha dejado de tener sentido para el robot que eres ahora.
Disfruta de la vacuidad de tu mente.
Abre los ojos.


miércoles, 16 de enero de 2013

Actitud mental positiva


Haz el siguiente ejercicio:
Ponte de pie cerca de una luz (da igual que sea natural o no), y observa la figura que se forma a tus pies.
Ese reflejo oscuro eres tú, tu sombra, la que te acompaña a todas partes, hagas lo que hagas (y aunque no la veas).
Todos tenemos dos modos de afrontar las situaciones que se nos presentan o de actuar ante los acontecimientos:
Con una actitud mental positiva, clara y sin dobleces.
O con una actitud mental negativa, oscura y llena de recovecos.
Las dos formas de pensar y actuar forman parte de nosotros. Una no quita a la otra y una no puede vivir sin la otra.
Tú eres quien decide prestarle más atención a una actitud o a otra. Eres tú (y no las circunstancias externas u otros factores), la que determina si actuaras en función de una mentalidad más positiva o por el contrario, te dejarás llevar por la negativa.
Las dos requieren un esfuerzo consciente, y las dos consumen energía en nosotros...
Sin embargo, muchas veces pensamos que es más sencillo "dejarse llevar" por las actitudes pasivas, derrotistas y apáticas del lado oscuro, sin darnos cuenta de que en realidad, consumimos los mismos recursos tanto para mantener una actitud mental positiva que negativa (y muchas veces, la negativa consume mucho más).
A través de la práctica, nuestros hábitos más arraigados se pueden modificar, y lo mismo sucede con la forma de afrontar los retos y situaciones que experimentamos:
Cuantas más veces, tengamos una actitud mental positiva, más sencillo será tenerla en un futuro.

Ahora, cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina que estás dentro de una amplia sala vacía.
A la izquierda de la habitación hay varios espejos, que te reflejan tal y como eres.
A la derecha, una potente luz, hace que tu silueta se dibuje en la pared, sin forma definida.
Respira profundamente una vez.
Primero dirígete a la sombra y observa detenidamente sus rasgos, aceptando cada uno de sus salientes.
Sabes que esa sombra eres tú, pero no eres completamente tú.
Ahora sitúate en la parte izquierda y observa tu cuerpo y tu rostro.
Ahora ves los rasgos definidos y claros. A pesar de que es tu reflejo, te reconoces en esa imagen.
Vas al centro de la habitación.
Desde allí puedes ver ambas formas y eres consciente de que tú, tu cuerpo, está justo en el medio de la sala.
Sabes que puedes decidir ir a un lado u a otro.
Tienes capacidad de elección.
De ti depende tu forma de actuar y de enfrentarte a los acontecimientos.
Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.

  

miércoles, 9 de enero de 2013

Magia




Imagina que posees una varita mágica.

Y ahora que puedes realizar todos los hechizos que tú quieras con ella.

Según cómo te sientas y según sean las experiencias que has tenido, así serán tus deseos... Así serán tus decisiones.

Disfrutar de un poco (o de mucha) magia en tu vida, depende de ti.

Si le preguntas a un niño cual será su primer deseo, tal vez te responda de modo mágico y sencillo: 
¡Qué lluevan chicles!

Probablemente a ti, ni se te hubiera ocurrido...

Y sin embargo, en eso consiste la magia... En desear cosas que podrían parecer imposibles y en creer en que se pueden hacer realidad.

La seguridad de que algo va a ocurrir, hace que pase antes o después.

Tú eres ahora, lo que deseaste o no deseaste ser, hace años.

Tu mente es obediente... Así que si tu no deseo fue: no quiero tener barriga... Es posible que ahora la tengas. Te centraste y seguramente visualizaste (aunque no fueras consciente de ello), una gran tripa cuando pensaste o dijiste aquel deseo. Esa imagen que apareció, fue la que comenzó a trabajar para atraer a tu vida justo lo contrario de lo que en realidad deseabas.

Tal vez, el deseo tendría que haber sido: Soy una persona sana y mi vientre es y siempre será plano.

Tu varita mágica son tus decisiones. Apunta y decide tener magia en tu vida.




miércoles, 2 de enero de 2013

Tu cuerpo es tu templo


Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.

Ahora, que te sientes relajado y tranquilo, abre los ojos.

Imagina una habitación completamente vacía.

Casi no distingues lo que está arriba de lo que está abajo.

Nota las sensaciones del vacío de esa sala.

Entra dentro y dirígete a una de las esquinas.

Acurrúcate allí.

Ahora tan solo observa:

Un grupo de personas entran en la habitación, haciendo mucho ruido y se sitúan de pie en medio de la sala.

Algunos llevan comida y bebidas en sus manos. Visualiza los alimentos que traen: carnes, pescados, panes, dulces... Grandes cantidades de comida que desborda las manos de quien los llevan.

Dirige la atención de nuevo a la puerta:

Varios elefantes y cerdos, entran con algo de dificultad por la puerta.

Los animales se sitúan en otras de las esquinas del lugar, aunque ocupando mucho espacio y se ponen a comer restos de comida y frutos secos, que hay en el suelo.

Tú continúas en cuclillas, en un rincón, observando la escena.

Respira profundamente una vez.

Una mujer con una fumigadora repleta de humo, entra en estos momentos en el cuarto y llena todo el ambiente de humo negro irrespirable.

Sin embargo, nadie parece darse cuenta al principio de ello, hasta que poco a poco, comienzan a toser y a respirar con dificultad.

Un gran tubo aparece por la puerta y enseguida, comienza a fluir de él, gran cantidad de líquido.

Todos los de la habitación, intentan continuar con lo que hacían, aunque pocos lo consiguen.

Tú ya no puedes mantenerte en el suelo y comienzas a subir con el líquido que acaba de entrar en la habitación.

Estás empapada y cada vez más cansada.

Sabes que necesitas salir de ahí para poder respirar y sentirte mejor.
Vas nadando hacía la puerta y con mucho esfuerzo consigues salir de allí, aunque el resto de los que hay en la habitación no lo logran (y muchos ni lo intentan).

Cuando sales, observas que en la puerta por fuera, hay un letrero grande, que pone:

"Estómago".


Vivimos cada día con nuestro cuerpo y apenas le prestamos atención.

Menos atención aún le damos a nuestro sistema digestivo, siendo una de las partes más importantes para mantener nuestro cuerpo estable y saludable.


Visualiza ahora una habitación o sala que te produzca tranquilidad y relajación.

Puede ser tu cuarto, el lugar en que haces meditación o un templo.

Imagínate entrando en ese lugar y dirigiéndote a una de las esquinas.

Nada más entrar sientes el aroma y la paz que se respira en ese sitio.

Hay una mesa con algunas comidas, frutas y verduras, y alrededor de ella, un grupo de personas sentadas, dialogan en voz suave y sin aspavientos.

Algunos animales, reposan plácidamente en una de las esquinas, relajados y apacibles.

Un poco de humo que sale de un incienso, colocado en una pequeña mesa, hace que la estancia aparezca más tranquila.

Estás muy relajada en tu esquina y feliz de estar en aquel lugar, del que no deseas salir huyendo.

Uno de los grifos que hay en la pared, se abren de vez en cuando para llenar los cuencos de los que beben las personas y animales allí presentes.

La calma te hace sentir alegre.

Respira profundamente una vez.


Disfruta de cada momento y ofrécele a tu cuerpo lo que necesita para tu bienestar físico y mental.

Recuerda:

Tu cuerpo es tu templo.